Elecciones 2023: diez semanas, tres candidatos, el destino de un país

El peronismo hizo la peor elección de su historia pero sigue vivo. Juntos por el Cambio perdió hasta ser oposición. Milei no tiene techo. El peligro de los mandatos imaginarios.

14 de agosto, 2023 | 15.50

Las próximas diez semanas definen el futuro de la Argentina. Las primarias del domingo dejaron un resultado abierto entre tres candidatos con chances de llegar a la Casa Rosada en estas elecciones 2023. Ninguno de los tres tenía ese lugar garantizado el domingo a la mañana. El primer objetivo era ese: empezar la segunda etapa de la campaña, las diez semanas hasta las elecciones generales, con posibilidades de disputar el premio mayor. Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich son los ganadores de la jornada, en ese orden. Es algo en lo que coinciden la aritmética y la política.

Es cierto: el peronismo hizo la peor elección de su historia y ninguno de sus principales dirigentes se encuentra al margen de las responsabilidades. Se pagaron carísimo los errores y flaquezas del gobierno de Alberto Fernández pero también la interna feroz a plena luz del día, que contribuyó a la alienación de una parte del electorado. Tiene por delante el desafío simultáneo de reconectar con sus raíces y proyectarse en el futuro. Sólo si consigue esa proeza (y ahora ni está ni cerca de ninguna de las dos) podrá volver a articular un discurso de mayorías. De eso depende su supervivencia.

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Pero ese, aunque crucial, es un problema de largo plazo. Antes, tiene que ganar una elección, que es un animal mitológico completamente distinto. Se trata de un imperativo práctico más que moral. Más allá del resultado, esta dirigencia no puede permitirse que la sociedad la vea otra vez haciendo una campaña displicente, con todo lo que está en juego. Pero la elección no va a definirse en la campaña. El principal obstáculo para Massa es la economía. Las primeras horas después de las PASO ya mostraron lo difícil que será el vía crucis de los próximos tres meses. Si no pierde las riendas, puede ser competitivo.

En Unión por la Patria confían en que, si no hay una debacle económica, con la maquinaria electoral funcionando al cien por cien en octubre el candidato oficialista debería ingresar a la segunda vuelta sin sobresaltos. Los gobernadores, que pusieron la fórmula de Unión por la Patria pero fallaron a la hora de garantizar los votos, quedaron en deuda y tienen la llave para recuperar votos que hoy fueron con Milei y movilizar a los que no fueron a votar. Los intendentes del conurbano pudieron garantizar una mejor performance, aunque lejos de sus picos históricos. Una vez más la Tercera Sección Electoral salvó al peronismo.

Y gracias a eso el gran perdedor de la noche no fue el peronismo, que terminó tercero, sino Juntos por el Cambio, que pasó en pocos meses de probarse el vestido de novia a ser plantados en el altar. Hace pocas horas se estaban repartiendo los cargos de un nuevo gobierno que daban por sentado y el domingo dejaron de ser “la oposición”. Tuvieron todo para quedarse con todo: los medios, los recursos y hasta una interna atractiva podían catapultarlos a un escenario de triunfo en primera rueda. Deberán correr desde atrás para entrar al ballotage. Desastrosa performance de Horacio Rodríguez Larreta, el peor de todos.

(Entre paréntesis: después de la jornada del domingo deberíamos desterrar para siempre en este país la idea de que es necesaria una reforma en la herramienta electoral. El voto electrónico, que todos los especialistas habían advertido que iba a fallar, falló, causando un comicio sumamente irregular en la ciudad de Buenos Aires. Pero además, Milei, un candidato sin estructura en las provincias, con un sistema de fiscalización insuficiente y totalmente desprovisto de “aparato”, se impuso a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. Innecesario arreglar lo que no está roto. Larga vida a la boleta de papel).

Milei no tiene techo. En todo caso, si lo tiene, está peligrosamente cerca del 50 por ciento. Como ya se vio con Donald Trump o con Jair Bolsonaro, la inercia no va a detenerlos. La única forma de evitar que coronen un triunfo es ganarles. No se caen solos. No pierden votos solos. Muchos imaginan un escenario como el de Marine Le Pen y Emmanuel Macron en 2017, cuando el actual presidente de Francia concentró en un ballotage todo el voto contra la extrema derecha para ganar 66 a 33. Probablemente, si hubiera segunda vuelta entre Milei y Massa, el resultado estaría más cerca del 51 a 49 de Lula y Bolsonaro.

No hubo un voto programático por el economista. Fue el más votado en Tierra del Fuego, donde la población sobrevive gracias a un incentivo fiscal que dejaría de existir en un gobierno suyo. O en las bases en la Antártida, aún tratándose de un negacionista del cambio climático. Si gana, puede ser un problema la distancia entre el mandato que él cree haber recibido y el que efectivamente le dé la sociedad. En realidad eso corre para cualquiera de los tres candidatos en carrera. Tendrán poco tiempo para dar respuestas concretas o los mismos que los votaron saldrán a protestar.

Gane quien gane las elecciones, el país está en problemas. La ciudad de Buenos Aires quedará en manos del PRO. La provincia, probablemente, sea gobernada por el peronismo. La presidencia, acaso, en manos de Milei. El Congreso estará fragmentado en varios bloques. El Poder Judicial funciona como en un Western. Los gobernadores se refugiarán a gestionar sus territorios. Los salarios están por el piso. La macro descuajeringada. La paciencia social al borde de un ataque de nervios. Más allá de la inclinación ideológica, el próximo presidente va a necesitar sangre fría, pericia y un poco de suerte.