Mauricio Macri y María Eugenia Vidal decidieron mantenerse afuera de los pronunciamientos públicos tras el cierre de listas de candidatos. La oferta electoral de Juntos por el Cambio llevará a dos dirigentes del PRO como postulantes para disputar la máxima jefatura del Estado, pero los dos presidenciables que no fueron no se la jugaron, a viva voz, por ninguno. El ex presidente y la ex gobernadora sonaron como posibles en la previa, ambos se bajaron después de un largo proceso para simular el misterio y, ahora, aparecieron con la etiqueta de prescindentes en la disputa dentro de su espacio. La pregunta es por cuánto tiempo.
En principio, se especuló con que Mauricio, concentrado en la política futbolera pero con alta incidencia en la interna amarilla, no se pronuncie públicamente ni a favor de su socio político de décadas, Horacio Rodríguez Larreta, ni de su ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, mucho más cercana en lo propositivo y en lo discursivo a su visión del mundo.
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"Que compitan y la gente va a elegir", se dijo, desde su entorno, sobre la posición del ex presidente. Un mantra que repitió en reiteradas oportunidades y que, según se manifestó, buscaría mantener pese a que en algún momento se creyó que podría inclinarse abiertamente por Patricia. Es que, con el correr del tiempo, en un sector del bullrichismo ganó terreno la idea de que Mauricio no inclinará la cancha desde la superficie sino que habrá preferencias subterráneas.
Como ex jefe de Gobierno, gran parte de su estructura quedó en el armado de Uspallata y casi que hubo una síntesis entre las plantillas, lo cual dificultó la separación tajante entre macristas y larretistas. De todos modos, un hombre conocedor de la política amarilla negó la presencia de figuras de estatura referenciadas en Mauricio.
Con Bullrich, la entrega de funcionarios propios fue mucho más clara y explícita. Las tres más evidentes, incluso por el vuelo y el peso que ganó cada uno, fueron las de Néstor Grindetti, que hasta el final mantuvo la llama de una posible postulación de Mauricio y ahora se convirtió el precandidato a gobernador de Buenos Aires; la de Federico Angelini, diputado, precandidato a vicegobernador de Santa Fe y presidente interino del PRO durante la campaña; y la de Hernán Lombardi, también diputado, hombre de confianza de Macri, la voz discursiva de la ex ministra.
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Esos guiños hacia la construcción de Patricia aparecieron como gestos bastante claros a la hora de evidenciar cierta cercanía. El visto bueno de Mauricio fue con hechos, no con discursos. Así se mantendría, o al menos ese fue el plan manifestado, con las postulaciones confirmadas. Sin embargo, un colaborador del armado larretista fue tajante a la hora de analizar los equipos de cada candidato presidencial: Macri está "100% abocado a la campaña de Patricia". El sector referenciado en el jefe de Gobierno pareció esperar el pronunciamiento en su contra, lo opuesto a lo propuesto por el hombre FIFA y a lo percibido cerca de una de las figuras más próximas a él.
La que decidió mantenerse neutral fue María Eugenia Vidal. A diferencia del líder amarillo, ella sí apareció en redes sociales para dar un mensaje el 24 de junio a la noche pero se abocó a hablar de "equipo", no usó nombres ni dio pistas sobre una preferencia más allá de su intento por preservar la unidad. Una unidad que no funcionó en la práctica.
En Buenos Aires, como contó El Destape apenas cerraron las candidaturas, habrá internas en 133 de 135 municipios. Sólo se salvaron Vicente López y General Pueyrredón. Dos distritos que apostarán a mantener, uno con la postulación de Soledad Martínez, del riñón de Jorge Macri, el nombre del PRO en la Ciudad, y el otro con la búsqueda de la reelección por parte de Guillermo Montenegro, ex funcionario de Mauricio.
Pero, en los papeles, habrá PASO en 20 de los 22 distritos comandados actualmente por el partido amarillo y en 57 de los 59 conducidos por Juntos por el Cambio en tierras bonaerenses. A nivel país la situación no fue muy diferente: sólo hubo acuerdo en 5 de 24 provincias. Las únicas que no tendrán internas son Mendoza y Corrientes, propias en busca de mantener la supremacía; Chaco, Entre Ríos y Chubut, tres con intenciones claras de dar la batalla, el batacazo y ganar. Pero no se pudo en otras igual de importantes como Santa Fe, Jujuy, la CABA o Córdoba.
Vidal optó por mantenerse abiertamente prescindente y siguió el camino del centro que, claramente, según la lectura de Cambiemos, no puede tener lugar en este contexto, por lo tanto quedó excluida. Su equipo se mostró desmembrado, casi como el fin de un vidalismo que intentó revivir después de la derrota del 2019.
Así como Cristian Ritondo, embajador de Vidal en la provincia, encabezará la lista de diputados de Grindetti en los equipos de Bullrich junto con todo el armado propio y de la ex gobernadora en Buenos Aires; Federico Suárez, también del círculo de la legisladora, irá en la nómina de Diego Santilli, por parte del larretismo. En CABA, su ex jefe de Gabinete, Federico Salvai, se transformó en un nexo para Larreta con el interior del país y Emmanuel Ferrario eligió apoyar al jefe de Gobierno y al jujeño Gerardo Morales en su carrera nacional.
Con esta posición neutral, Vidal apostó por una jugada riesgosa. La de aventurarse a ser tan prescindente en un posible futuro gobierno como eligió serlo en el proceso de construcción del mismo. O sea, que nadie apueste o la tenga en cuenta a la hora de pensar en un Gabinete. Ella priorizó, sin embargo, mostrarse como una especie de síntesis entre los dos proyectos propuestos por Bullrich y por Larreta y, de no encontrar espacio protagónico en una gestión futura, no le quedará mucho más que construirse a sí misma desde una banca en el Congreso.