Elecciones 2023: El conflicto entre Bullrich y Larreta no encuentra techo

Después de varias traiciones mutuas y jugadas por las espaldas para dejar en offside al adversario, el larretismo y el bullrichismo se distanciaron aún más y las peleas pasaron de lo electoral a la conducción del partido. Todo terminará en sede judicial.

23 de marzo, 2023 | 00.05

Todavía no se llegó al plazo formal de inicio de campaña y la interna entre los dos presidenciables más fuertes del PRO pareció no encontrar freno. Al conflicto inicial de Mendoza se le sumaron problemas en Tierra del Fuego y Salta. Pujas provinciales que, en realidad, formaron parte de los tire y afloje nacionales orientados a capitalizar no sólo poder para las elecciones, sino también el manejo del partido fundado por Mauricio Macri. En las últimas horas hubo un juego de traiciones cruzadas entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, conflicto que terminará en la Justicia porque ningún sector se mostró predispuesto a aceptar la postura del otro.

El cierre de alianzas en Salta terminó de hacer saltar los tapones. Como sucedió en Tierra del Fuego y se amenazó con hacer en Mendoza, el bullrichismo copó, a sola firma de la presidenta del partido, la conducción intervenida del espacio a nivel provincial. En el territorio del norte, al desplazar al hombre del larretismo, Antonio de Marco, por desconocer un acuerdo de coalición que un sector amarillo rechazó. En el distrito más austral, directamente cambió un nombre por otro para firmar un pacto rechazado por un sector del macrismo. Los dos casos terminaron en la Justicia. Como también terminó en la Justicia la disputa por el uso del nombre de Juntos por el Cambio en Neuquén, ganada por una facción del radicalismo frente a un PRO unificado. Algo raro por estos tiempos.

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En Tierra del Fuego, el cambio de interventor fue apelado ante la Justicia y, después de un visto provincial bueno para el larretismo, pasó al fuero federal. Hasta tanto se resuelva eso, el jefe interino del espacio continuará respondiendo al jefe de Gobierno y, según lo que se dictamine, quedará válida o inválida la incorporación del macrismo al frente conformado por el MID, la UCR y la Coalición Cívica. En caso de una resolución favorable al bullrichismo, la dirigencia amarilla que quiera ir por fuera deberá hacerlo a título personal.

En Salta pasó algo similar. Casi desde un avión, el ala dura del PRO resolvió desplazar a Antonio de Marco, el interventor larretista del partido, y sólo reconocer a Alejandro Ávila Gallo, la pata bullrichista en el espacio para tener a los dos bandos representados. El motivo fue que el primero desconoció una alianza con el radicalismo y el Frente Plural, cuyo referente, Matías Posadas, está ligado al gobernador Gustavo Sáenz.

Con la intención de conseguir la unidad hasta que duela, la jugada sirvió para intentar conformar esa coalición. Pero con la experiencia a cuestas, se convocó a una reunión de urgencia en la que se resolvió, por Consejo Directivo, desconocer las dos maniobras de Bullrich (Salta y Tierra del Fuego) e impedirle, a futuro, hacer algo similar. Eso no fue ni será reconocido por el sector más combativo.

Para el bullrichismo, la reunión no sólo fue “informal”, sino también “trucha” por varios motivos. Según su visión, el secretario general del partido no tiene las facultades para convocar al Consejo. Esta figura es Eduardo Machiavelli, el armador federal de Larreta. Por otro lado, se entendió que el encuentro virtual fue organizado en un grupo de Whatsapp larretista, por lo tanto sin participación de los dirigentes cuestionados que no formaron parte de la discusión. Ni Bullrich, ni Federico Angelini (vice primero), ni Laura Rodríguez Machado (vice segunda). Tres halcones.

Si bien no fue necesaria que la presencia de la titular del partido, sí se debieron cumplir algunos pasos para poder concretar el encuentro: que lo convoque la jefa (cosa que no sucedió) o que se reúna la mayoría de los integrantes. En este punto se amparó el larretismo pero el bullrichismo negó que se hayan conseguido los dos tercios establecidos. Esto empeoró la relación entre los dos bandos y, al menos de un lado, ya hubo advertencias para el caso de que sus adversarios no encuentren calma. Tal vez algunos desplazamientos dentro de la cúpula.

Al rechazar por “trucha” la reunión, para el ala dura todo se mantuvo igual que antes del encuentro. No existió. Fue un café entre amigos sin ningún tipo de incidencia. Por lo tanto, se seguirá con el plan original hasta que la Justicia resuelva lo contrario. O sea, se mantendrán las modificaciones de interventores y el PRO se enfrentará en tribunales por no poder resolver sus internas mediante la política.

En Salta, el interventor que responde a Larreta presentó una medida cautelar y cuando el Poder Judicial resuelva el caso se sabrá si el PRO integrará la alianza o no. En caso de hacerlo, un sector podría ir por afuera, con una boleta propia, pero el partido quedaría adentro. Una ruptura. Como también podría suceder en Tierra del Fuego.

Para el larretismo, la discusión concluyó con la reunión del martes a la noche. Pero los ánimos quedaron caldeados dentro del partido y no parecieron bajar la espuma. Algo similar podría suceder en otras provincias, tal vez la más problemática sea Mendoza. Allí, Omar De Marchi, también armador de Larreta, amenazó con romper la alianza para conformar una tercera vía por fuera del PJ y del cornejismo de Alfredo Cornejo. Si bien aún no se cerraron los frentes electorales, todo parecía indicar la existencia de un posible acuerdo entre el bullrichismo y el larretismo para no quebrar el armado. Restará saber si De Marchi se plegará a eso o irá solo.

Pero también hubo amenazas de intervención partidaria para el partido provincial en caso de no respetar el acuerdo de unidad. El año pasado, la mesa nacional de Juntos por el Cambio resolvió un esquema de internas para provincias sin PASO que, claramente, fracasó. El caso de Mendoza se transformó en uno particular porque allí sí habrá Primarias, pero en las otras mencionadas no. Y no lo pudieron resolver ni por encuestas ni por elecciones partidarias.

La última opción, más extrema, fue la de la intervención de los espacios nacionales sobre los provinciales. Algo que se rechazó varias veces por una cuestión de respeto a la autonomía de los armados locales pero que evidentemente empezó a funcionar como una práctica habitual, al menos dentro del macrismo.

A fin de cuentas, las disputas no parecieron centrarse sólo en lo electoral nacional y provincial sino en quién tiene la varita mágica para definir las acciones del partido, sus alianzas y candidatos. Larreta y Bullrich, mediante sus armadores, se transformaron en los contrincantes de una pelea por el manejo del PRO.