De la hipnosis neoliberal a la pesadilla

Las nuevas derechas recogieron el guante del neoliberalismo, pero en un sentido ultraconservador. Manipulan los afectos de odio, el nihilismo, el fatalismo, el resentimiento con tono apocalíptico y terrorífico.

02 de diciembre, 2023 | 00.05

Estamos atravesando una época caracterizada por el ascenso de nuevas derechas que llegan al gobierno al triunfar en procesos eleccionarios, a diferencia de lo que sucedía en el siglo pasado, que lo hacían sólo mediante golpes de Estado realizados por las fuerzas armadas. La emergencia virulenta de estas nuevas derechas que proliferan en el mundo actual a partir de Trump y Bolsonaro relanzaron las dinámicas neoliberales con nueva energía.

El poder emergente aprovechó la angustia generalizada de un conjunto social que quedó a la intemperie, despojado de derechos básicos como consecuencia de políticas neoliberales, situación que se potenció durante la pandemia. El resultado obtenido fue la bronca y la decepción contra la política y la democracia.

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Los neofascismos en el mundo actual demuestran que las reservas de violencia y odio se van reproduciendo gracias a las redes sociales, las usinas comunicacionales y los “periodistas” contratados, que cumplen con el servicio de estimular y militar la pulsión de muerte.

Las nuevas derechas recogieron el guante del neoliberalismo, pero en un sentido ultraconservador y produjeron un modo Frankenstein. Son radicalmente antidemocráticas, se orientan a desmovilizar la protesta social y se alzan contra las demandas de justicia social, la política y el Estado como instancia de regulación. Manipulan los afectos de odio, el nihilismo, el fatalismo, el resentimiento con tono apocalíptico y terrorífico. Usan la retórica de la libertad para justificar el ajuste y la desprotección social.

En nuestro país, la racionalidad neoliberal preparó y legitimó fuerzas antidemocráticas que cobraron protagonismo en la segunda década de este siglo, desde el triunfo electoral de Macri. Luego, el gobierno de Alberto con sus vacilaciones aportó una gran decepción a una sociedad que no fue escuchada por sus representantes. En resumen, además del trauma de la pandemia y el encierro forzado, fueron ocho años de sordera política de los que gobernaron.

Cuando falla la representación emerge la pesadilla –así lo enseñó Freud con su teoría de los sueños y el funcionamiento del inconsciente.

En la Argentina, después de 40 años de democracia, ha triunfado la ultraderecha levantando la motosierra, máquina emblemática de muerte, odio y violencia. Es evidente que la nueva gestión no solucionará, sino que aumentará la pobreza traerá desprotección estatal y un dolor inevitable.

El domingo 19 de noviembre una derecha extrema, antidemocrática, que no esconde el autoritarismo ni el fascismo, triunfó por amplia mayoría y pintó de violeta casi todo el país. La fórmula ganadora reivindica a los torturadores y genocidas de las fuerzas militares y el deseo de revisar la experiencia del terrorismo de estado cívico-militar del ‘76.

Si bien el procedimiento electoral fue democrático y transparente, el ideario que propone la nueva gestión pone en cuestión los cimientos fundantes de nuestra democracia. Cabe hacernos la pregunta: ¿por qué la mayoría social se decepcionó de la democracia y no del neoliberalismo, un sistema que ha fracasado una y otra vez en nuestro país y en todos lados, que aumentó la pobreza y la desigualdad en el planeta?

La respuesta no reside exclusivamente en la dramática situación económica, sino en la colonización de la subjetividad y la obediencia inconsciente, una hipnosis generalizada que venimos planteando hace varios años. La eficacia de los medios de comunicación concentrados tiene plena vigencia, no han perdido el poder de sugestionar; más bien lo contrario, se potenciaron con la virtualización de la vida producida en la pandemia, que aceleró e impuso la revolución tecnológica de internet.

Es momento de aceptar la derrota, no sólo la de las urnas sino la otra, más profunda, que es la de la cultura. Los valores y la ideología neoliberal han ganado la batalla y ha logrado convencer que el adversario político es el enemigo. La identificación, que es el mecanismo con el que operan medios de comunicación y redes sociales, consiguió imponerse a la política. La derecha logró salir de su encierro de clase, siendo su ideario sostenido por amplios sectores populares. La información devino fake news, y el futuro presidente afirmó horribles verdades sin ningún pudor, verdades que, con la naturalización de la comunicación falsa, se descree que las lleve adelante. El odio, la motosierra y la ruptura de los lazos sociales se impusieron al amor, la unidad y el deseo de superar la grieta social que tanto daño causó.

Para el campo popular no se trata hoy de la resistencia, sino de una afirmación potente que vuelva a armar el tejido social, reinstale la política, restituya una dirigencia que surja de las bases y represente a todxs. Habrá que interpelarnos, imaginar nuevas perspectivas, reparar afectos tristes y dañados, cuidarnos y vencer al odio. Es el tiempo de una militancia prudente, no sacrificial, sostenida por el afecto compañero y, con nuevos cantos, insista en lo democrático nacional y popular.

Muchas veces, la pesadilla puede producir el despertar.

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