En Uspallata, varios no salieron de su asombro luego de ver cómo se comunicó la decisión de que Jorge Macri fuera el candidato de unidad del PRO en la Ciudad. No porque el resultado fuera poco predecible, sino por las formas. Sólo hubo una reunión con el intendente de Vicente López en uso de licencia y el resto de los implicados se enteró por los medios. Horacio Rodríguez Larreta declinó la posibilidad de poner un nombre propio para garantizar la continuidad y optó por subir y bajar a varias figuras de su riñón, todas vinculadas a sus ejes de campaña nacional.
Si Larreta eligió la seguridad, la salud y la educación para centrar su carrera presidencial (además de la inevitable economía), los tres ministros porteños tuvieron golpes duros este año. Marcelo D'Alessandro, ex titular de la primera cartera, tuvo que renunciar por la filtración de presuntos chats que revelaron vínculos con grupos mediáticos, funcionarios judiciales y negociados con empresarios porteños. La investigación está en la Justicia y le valió reprimendas a Horacio por no bancar a su funcionario.
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Fernán Quirós, la cara de Salud, bancó hasta el final como prenda de negociación electoral de algo mayor. Fue, al ser el más conocido y con mejor imagen positiva, el que quedó para disputar poder, al filo de las definiciones, frente a otros sectores del macrismo. Nunca se lo vio convencido de una candidatura, de hecho rechazó una legislativa en 2021, pero con el tiempo pareció tomarle el gusto, al menos así se sintió cerca suyo. Sin embargo, su jefe de campaña, muy próximo a Larreta, fue un hombre ocupado, con muchos trabajos, algo raro para un empleo full time como es la instalación de un nombre nuevo para convertir la buena percepción en intención de voto.
La última, Soledad Acuña, de Educación, fue la segunda en bajarse, después del vidalista Emmanuel Ferrario. La halcona del grupo de larretistas elegidos para pelear con el macrismo más duro se llevó la promesa – aún escrita como un pagaré – de que eventualmente se convertiría en la compañera de fórmula del que gane la interna. Su trabajo conjunto hace más de dos décadas los llevó a tener un vínculo muy estrecho como para encontrar allí un intento de continuidad del larretismo.
Una vez comunicada la decisión, hubo mucho asombro e incluso molestia por los tratos hacia estas figuras. “Qué mal se paga”, se dijo. Sus trabajos fueron usados para proyectar una gestión a nivel nacional y no les quedaron ni los caramelos del festejo. Quirós, de hecho, optó por un prolongado silencio, que solo rompió con una carta: "Como les comunicó Horacio, Jorge tiene en las encuestas tomadas una intención de voto muy consolidada y yo una potencialidad muy auspiciosa. En consecuencia, llegamos a un acuerdo político que nos permitiera cumplir los objetivos del párrafo precedente priorizando la unidad del espacio. Confío en el liderazgo de Horacio y en la determinación de Jorge para seguir mejorando la calidad de vida de los argentinos y los porteños", escribió.
Desde Uspallata, analizaron que Quirós "sigue teniendo la imagen y el techo electoral más alto, pero no terminó de arrancar". Además, había sonado en la mañana del martes, bajo el calor de la novedad otra conclusión: “No pudo poner un candidato propio en la Ciudad que gobierna.”
Es cierto, Larreta no colocó un nombre propio en la Ciudad. Pero no es menos cierto que el jefe de Gobierno había visto, cuando lo incorporó, con buenos ojos a Jorge Macri por su integralidad y su manejo con todos los sectores del partido aunque algunos en Uspallata consideraron que, desde que ingresó, no paró de pegarle a la construcción del “pelado”. Su llegada a la CABA fue parte de una negociación de la historia reciente, del 2021.
Sin embargo, desde hace al menos un año, Larreta siempre se aferró a la idea de llevar adelante una carrera cuya definición llegaría al final del recorrido. Desde la máxima silla porteña nunca se abandonó la teoría de que el PRO tendría un solo candidato y que ese nombre saldría fruto de algún tipo de mecanismo (en este caso las encuestas) que sirva para determinar el nombre mejor posicionado.
Quiso ordenar la interna, bajar tensiones y cumplió ese compromiso, se planteó. Más allá de que, tal vez, las últimas horas fueron desprolijas. Por otro lado, se destacó que decidió priorizar la unidad por sobre cualquier intento de ganar posiciones personales y que eso, eventualmente, le jugará a favor porque no optó por hacer la individual como, podría leerse entre líneas, hizo Patricia Bullrich en Buenos Aires. La ex ministra contradijo el principio de acuerdo para garantizar los municipios propios al lanzar que tendría listas en los 135 distritos, adelantando PASO en todos los territorios.
Esa posición bélica fue respondida por la Coalición Cívica y la UCR bonaerenses al pedir unidad. Ya sea de candidato a gobernador o en las listas por debajo de este nombre en caso de no poder impedir las PASO. Para el primer escenario, se podría interpretar que una unificación le “robaría” el hombre a Larreta y le sacaría una figura propia para dársela al proyecto. Pero también se podría leer que Diego Santilli logró imponerse y que el jefe de Gobierno hizo la mejor construcción. El bullrichismo no tiene pensado bajar a Néstor Grindetti.
Pero los acuerdos siempre pueden abrirse camino. De hecho, la Coalición Cívica en la Ciudad aceptó la candidatura de Jorge Macri cuando, hace sólo un par de semanas, parecía contraponerse en forma tajante. El partido de Elisa Carrió impulsó a Quirós como el postulante a la jefatura de Gobierno pero reconoció haber aceptado el mecanismo para designar al representante de ese sector de JxC, el de las encuestas, y “se acepta el resultado” surgido. Por lo tanto, no harán “nada para fragmentar aún más el espacio” para “preservar la unidad”.
Esa unidad es la que buscaron promover en la provincia, donde todo parece más picante. Si bien el acuerdo con Macri repercutió en forma positiva en la campaña de Santilli por haber consolidado trabajos con dirigentes cercanos a Jorge – que se mantendría imparcial en la carrera electoral -, también hubo desencantados y bullrichistas que hablaron de “sangría” y “pases” de intendentes y líneas bonaerenses a las filas de la ex ministra de Seguridad.
La lista pareció larga pero no tanto. Los últimos pases fueron tres, dos de los cuales no se mostraron de peso y uno apareció como predecible. Javier Reynoso, alcalde de Rivadavia, Mariano Uset, de Coronel Rosales y Héctor Gay, de Bahía Blanca, se incorporaron al equipo de Patricia Bullrich, pero ya se sabía que estaban trabajando con el monzoísmo, hoy a cargo del armado provincial halcón bajo el nombre de Sebastián García de Luca, por lo que no hubo sobresaltos.
A estos tres caciques, Bullrich los acorraló con la potencial construcción de un competidor bajo la teoría de que Larreta no haría lo mismo. Pero lo hará y, según esperan, le ganará a cada uno. El cuarto caso fue el de Manuel Passaglia, de San Nicolás. Su familia le pidió un ministerio al capitalino para cerrar un acuerdo, no hubo pacto pero, según los trascendidos, consiguió el OK en las filas bullrichistas por lo que cerró la mudanza. Una sobreventa de sillas para cada uno de los que formó parte de la construcción, como candidatos fallidos en Buenos Aires y cancilleres.
Más allá del mercado de pases, Diego Santilli es el que más mide en la provincia por parte de la oposición. Si el radicalismo todavía no eligió un camino, eventualmente lo hará, aunque esto implique una división. Por el momento, un importante dirigente territorial habló de una figura de unidad y, aunque no apostó por ninguna, la foto con los lilitos apareció como un guiño al larretismo.
El “colo” se anotó, además, a los dirigentes “sin tierra” de la tercera sección electoral que representan un porcentaje altísimo del enorme caudal aportado por el conurbano bonaerense. Mostró mayor intención de voto que Grindetti e impulsó a Larreta en el distrito. Acá se vieron las dos estrategias diferenciadas. Para Bullrich, su figura será la que le aporte sufragios al candidato a gobernador. Para Larreta, el nombre puesto para la gobernación será central para sumarle intención de voto presidencial.