Elecciones 2023: Bullrich y Larreta profundizan la guerra y se tiran con el 2001

Los dos campamentos se ven triunfales de cara a las PASO del 13 de agosto. Larreta empezó a acelerar los dardos internos aunque sin hacerse cargo de ataques directos a Bullrich que, ahora, no desestimó estar abierta a un diálogo con otros sectores con la condición de que no comprometa el cambio.

27 de julio, 2023 | 00.05

Casi en la recta final hacia las PASO del 13 de agosto, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, mostró una capacidad de choque interno más fuerte que la esgrimida hasta el momento. No dejó pasar la oportunidad de mostrar los hilos de su contrincante, Patricia Bullrich, que mostró flaquezas a la hora de abordar la cuestión económica y con la delicada táctica de simular un golpe a otro lado, le pegó a su compañera de espacio.

Llamativamente, la campaña Argentina empezó a girar sobre la crisis del 2001. Sus protagonistas reaparecieron con papeles principales en la película más actual en busca de una nueva oportunidad. El sector menos vinculado al gobierno de la Alianza – aunque Larreta haya estado como interventor del PAMI en aquella época – aprovechó a los más expuestos para señalar a los más visibles y marcar una línea divisoria más gráfica entre los conservadores y los rompe sistema.

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Con respuestas a las propuestas de Bullrich, Larreta le apuntó los cañones a Bullrich. Se opuso a su salida inmediata del cepo y cuestionó duramente el “blindaje” propuesto por su contrincante, sin olvidar las ya clásicas distancias marcadas entre la experiencia y la falta de ella, entre el consenso y los gritos desde la tribuna.

Los movimientos del alcalde, sin embargo, se dieron sobre una delgada línea semántica en la que, técnicamente, el mandatario capitalino nunca atacó a su compañera de espacio. Como el juego de la infancia, “toco el aire, toco el aire, a vos no te toco, a vos no te toco”, el jefe de Gobierno logró consolidar la capacidad de atacar sin que queden los dedos tan marcados.

Evolucionó de la ya denunciada tercerización del ataque al ataque mano a mano pero sin nombres propios. “No es agravio a ella”, se dijo desde filas porteñas luego de que Larreta la mandara, indirectamente, a estudiar las consecuencias del blindaje de Fernando de la Rúa y la crisis del 2001 en la que ambos jugaron roles protagónicos en cargos del Estado.

“Nunca atacan a nadie”, se bromeó desde el campamento bullrichista, algo cansado de esta delicadeza conceptual manejada por el porteño. Un movimiento que mostró la intención de colocarlo como el bueno de la película cuando, en realidad, es tan terrible como su adversaria. Ese sería el concepto.

Y si bien la novedad de la confrontación interna no se tomó como tal en filas porteñas, quedó más que claro que Larreta empezó a apretar el acelerador en este último tramo de la campaña hacia las PASO. La que también mostró cierta flexibilización fue Bullrich, que empezó a hablar de la posibilidad de un diálogo que no condicione el cambio.

“Bienvenido el diálogo para progresar y tener los chicos en las aulas, bienvenidos los que quieran aumentar el nivel de inversiones para que haya más empleo, pero el camino del cambio no se para”, dijo el jueves en su recorrida por Formosa. En lo visual y discursivo, se acercó hacia un intento de actitud conciliadora, algo que se acrecentará en la segunda etapa de la estrategia, mientras que el alcalde pareció profundizar los misiles internos.

Con conocimiento de que los últimos días son clave a la hora de ganar una elección, ya que muchos terminan de prestarle atención a los candidatos, formar opinión y definir un voto muy cerca de la fecha de ida a las urnas, estas semanas se verán las puntadas finales de cada uno de los planes. Para Larreta, en caso de ganar la PASO, será más sencillo buscar ampliar hacia la ancha avenida del medio que a Bullrich. Pero ella empezará a gritar menos, a decir lo mismo pero más calma, para buscar el sufragio del otro similar. En especial el de Javier Milei, con quien repentinamente mostró una relación conflictiva.

El resultado todavía apareció incierto. Los dos campamentos, a poco más de dos semanas de las elecciones, se vieron como triunfales en la previa. Para el larretismo, las tendencias mostraron que el ganador será el jefe de Gobierno y se cuestionaron los sondeos que la colocaron a Bullrich por encima del capitalino porque la gente enojada se queda en su casa y no va a votar. La persona que racionaliza el sufragio y concurre a las urnas no sería, en mayor medida, la del reducido sector ruidoso de la previa.

Por estas semanas, más allá de las críticas a las encuestadoras – un clásico de año electoral -, también se puso de moda analizar que los sondeos no reflejarían escenarios reales porque la respuesta a las preguntas empezó a acotarse a un número reducido de ciudadanos, parte del núcleo duro.

Los más moderados, los indecisos, aquellos que determinan el “techo” de un candidato, quedarían afuera. La duda sobre la representatividad de los trabajos de campo ganó terreno en el último tiempo, sostuvo el sector más combativo, porque los números no acompañaron al jefe de Gobierno. Pero hace un año, “te tiraban encuestas por la cabeza” hasta que llegó el estancamiento y el repunte de su adversaria.

Entonces, para el bullrichismo Larreta los tiene en la mira porque “vamos primeros”. Los sondeos propios les dejaron en claro que “muchos quieren un cambio” y que el cambio que prevalecería sería el de Patricia.

Los dos precandidatos configurarían esa alteración en el signo político gobernante, pero con diferencias en los estilos. Uno, con la promesa de generar cierta instancia de diálogo y mantenimiento de lo conquistado hasta el momento, la otra con la intención de modificar la situación de raíz. Borrón y cuenta nueva.

Cada uno llegará al 13 de agosto con sondeos diferentes y recién esa noche se sabrá cuál de los dos mintió sobre su situación o tuvo la información más equivocada. Allí jugarán mucho las experiencias prácticas obtenidas hasta el momento. Las elecciones ganadas servirán para impulsar algunos estados de ánimo y planes de gobierno. Los resultados en San Luis y San Juan fueron más capitalizados por Larreta que por Bullrich, aprovechando el discurso de la ampliación.

La PASO de Santa Fe fue celebrada por el jefe de Gobierno mientras que su adversaria no se sacó ni una foto con la dupla perdedora. De todos modos, viajó hasta allí incluso sabiendo, en la previa, que los números no eran los mejores. Lo mismo en Córdoba, con la derrota de Luis Juez, una imagen que sólo la tuvo a Bullrich. La de Rodrigo de Loredo fue compartida y este domingo podría darse la revancha, esperan, en Chubut.

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