El 15 de noviembre se inició, oficialmente, la carrera electoral del 2023. En la línea de largada, Juntos por el Cambio mostró varios frentes abiertos y dos de ellos quedaron expuestos con los resultados del domingo. Los halcones, el sector más duro, celebró con creces la victoria federal, el haber conseguido el objetivo de los cinco senadores nuevos y el haber logrado una presencia más fuerte en todo el país. Las palomas, en tanto, se encontraron con dos sorpresas no tan gratas: en medio de un buen resultado en las urnas, el ajustado triunfo en la provincia - tan ajustado que derivó en una celebración oficialista - y la performance moderada, sólo de mantenimiento, en la Ciudad de Buenos Aires. El primer grupo la tuvo a Patricia Bullrich, presidenciable, como la líder. El segundo a Horacio Rodríguez Larreta, con las mismas pretensiones, como la cara visible. En el medio, un Mauricio Macri que no salió fortalecido, pero que tampoco quedó fuera del mapa.
En toda la campaña Bullrich buscó mostrarse como la figura que encabezó la cruzada federal de Juntos por el Cambio, pero no fue la única. Todos los dirigentes hicieron presencia en las provincias, incluso Larreta hizo lo propio en el final de la campaña. Pero, en un juego de preguntas y respuestas rápidas, la mayoría vincularía a la presidenta del PRO con la estrategia a nivel país. Por eso, ahora buscará capitalizar el triunfo en seis provincias que eligieron senadores.
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Del lado contrario, el jefe de Gobierno porteño apostó al armado en la Capital Federal y provincia de Buenos Aires. Ganó en ambos, se mostró como líder de un espacio que no tiene liderazgos pero su festejo no pudo ser tan grande. En la CABA, su candidata, esa que trajo del territorio bonaerense para igualar una elección casi imposible (en 2017 el espacio consiguió casi el 63% de los votos entre las listas de Elisa Carrió y Martín Loustau), no logró superar el piso autoimpuesto del 50% de los votos. Incluso tuvo un desempeño más pobre que el de las PASO, descendió del 48 al 47%, y mostró que Cambiemos también puede empeorar el rendimiento entre las internas y las generales.
En la provincia, el globo se pinchó cuando las proyecciones engañaron a los dirigentes. Creyeron que podían ganar por hasta nueve puntos, pero cortaron clavos hasta el cierre de la jornada. El problema fue de expectativas. Se pensó que se podía más, los encuestadores hicieron su juego, vendieron espejitos de colores y encontraron comprador.
Sin embargo, ambas figuras salieron fortalecidas, cada uno para su lado. Bullrich por la performance nacional y Larreta por la victoria en la zona AMBA. En Capital sacó casi 20 puntos de diferencia y retuvo los votos de su interna, lo que se celebró pese a la falta de crecimiento. En Buenos Aires, hasta el 11 de septiembre previeron una derrota, pero ganaron en los dos comicios. Ajustado, pero ganaron.
El que salió más perjudicado, en cambio, fue Mauricio Macri. De viaje en Arabia Saudita, ninguno de los candidatos que apoyó públicamente ganó su elección. En Córdoba, perdió la PASO Gustavo Santos y en Santa Fe lo hizo Federico Angelini. Después, no tuvo más incidencia que la de acompañar en apariciones y distritos puntuales. Incluso se corrió del centro de la escena para dejarle el protagonismo a los candidatos y los "curas que quieren ser Papa". Pero no se jubiló.
Macri casi obligó a que Vidal y Larreta le agradecieran su presencia, ubicó un lugar en el escenario y llevó a los suyos al búnker opositor. Estuvieron Marcos Peña, Nicolás Dujovne y Francisco Cabrera. Incluso también dejó trascender en La Nación, medio de comunicación macrista, que tuvo que levantar los ánimos en el comando cambiemita porque las palomas estaban cabizbajas. Esa versión fue negada pero el mensaje de los duros es el mensaje de los duros.
Los cortocircuitos no fueron azarosos. En las últimas semanas, los opositores se mostraron los dientes, varios le mandaron un mensaje negativo a Larreta y éste le apostó a la interna radical. Bullrich coqueteó una fórmula presidencial con Gerardo Morales, algo que no trascenderá, pero sirvió para mojarle la oreja al jefe de Gobierno. El ex presidente halagó a Javier Milei, con quien "el pelado" no comulga. De hecho, el domingo quedó en claro que la mayoría no tiene pretensiones de sumarlo al espacio. En paralelo, el mandatario de la CABA se plegó, cada vez más, a Martín Lousteau. Un sector del radicalismo temió, con ese pacto, una intervención virtual del partido pero de momento sólo podría generar divisiones en el espacio centenario para fortalecer a un Larreta que se encamina a enfrentarse en una PASO con Facundo Manes.
En medio de las internas y los mensajes mediáticos, la alianza opositora quiso mostrarse en unidad, fortalecida por la elección. A la espera de un escrutinio definitivo que, esperaron, les arroje alguna paridad en Diputados, se reunieron los dirigentes nacionales para federalizar el resultado y mostrar presencia en toda la Argentina.
Sin Macri, de viaje, convocaron a la prensa en Palermo para sacarse una foto de unidad. La conferencia de prensa y el comunicado final no fueron novedosos, casi un copypaste de lo que charlaron el día anterior en el búnker. Celebraron el resultado, el cual calificaron de "contundente, el mayor porcentaje de votos de nuestra historia" y pidieron que el Gobierno reconozca "la tremenda derrota" y deje "de negar la realidad" porque "es momento de que reaccionen y produzcan los cambios que exige la situación".
No hubo definiciones sobre temas clave que, evidentemente, quedarán para las próximas semanas. Por un lado, si aceptarán o no la convocatoria al diálogo. Por lo que ya adelantaron, primero el Gobierno tendrá que resolver sus internas y luego llamarlos a charlar. Por otro, si mantendrán la pretensión de ocupar la presidencia de Diputados, algo que verán con el número final de legisladores que integrarán el interbloque a partir del 10 de diciembre.