“Si los sondeos que anticipan la mayoría de las encuestas se confirman y el Frente de Todos recibe un cachetazo electoral el 14 de noviembre, el Presidente quedará tan debilitado que el peronismo navega ya en busca de un dirigente que les ayude a transitar los dos larguísimos años hasta el 2023.” Así escribió el periodista Fernando González en Clarín, menos de una semana antes de la elección legislativa del último domingo. La frase tiene la forma de una suposición. Pero solamente la forma. Porque de otro modo podría haber escrito otra frase condicional “suponiendo” que el gobierno mejorara el desempeño electoral de las primarias abiertas. tal como efectivamente sucedió. Y tal como predecían otros sondeos -diferentes a los que comenta intensamente Paladini en ese mismo diario. La prosa entusiasta de González lo llevó, unas líneas más adelante a especular sobre una asamblea legislativa como modo de desembarco de Schiaretti en la Casa Rosada. ¿Seguirá ensoñando este tipo de cosas después de la elección legislativa en Córdoba?
Lo real, lo que no es encuesta trucha ni operación berreta, es que el gobierno achicó las diferencias de las primarias y tuvo una contundente recuperación en el estratégico distrito bonaerense. Y que ahora tendrá una nueva oportunidad para recuperar potencia en los dos años que nos separan de la elección presidencial. Claro que eso dependerá del modo en que reaccione de modo apremiante frente al nuevo cuadro de situación. Existe una incipiente recuperación económica que está inevitablemente asociada en su proyección a que se confirme lo que se presenta como “la salida de la pandemia”: el cuadro mundial de situación no permite asegurar de modo tan contundente lo que ocurrirá en los próximos meses. Pero, en todo caso, el éxito del operativo de vacunación permite afirmar que en nuestro país hay recursos poderosos para evitar una reedición de las graves consecuencias sufridas en el último año y medio.
La negociación de la deuda con el FMI será un enorme parteaguas histórico. Porque de su suerte depende la posibilidad o no de sostener la tendencia de la recuperación económica y de producir cambios cualitativos en las políticas de reparación que son necesarias y urgentes entre nosotros. El presidente ha afirmado que enviará al Congreso el texto de un “programa plurianual para el desarrollo sustentable” sobre la base de ese eventual acuerdo con el Fondo. Es muy importante poner el tema en manos del Congreso, lo que claramente evitaron Macri y su gobierno. Pero, ¿alcanza?. En esta misma columna hemos dicho hace un par de semanas que el resultado de las tratativas con el fondo alcanzan, en nuestra situación, la trascendencia de la discusión de una nueva constitución. Y que eso demanda una discusión abierta a un amplio protagonismo social, donde las organizaciones sindicales, profesionales, populares en general tengan una activa participación. Porque de lo que estamos hablando es de la posibilidad o no de la independencia nacional y del avance o no de un proceso urgente de reparación de daños, en un contexto en que la pobreza y la indigencia alcanzaron niveles históricos entre nosotros.
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El núcleo duro del eventual acuerdo no estará tanto en la cuestión de los plazos y los intereses como en la de las “condicionalidades”, es decir en las exigencias del organismo respecto de las políticas públicas a poner en marcha. Es claramente un problema crucial de soberanía política sobre todo si esas exigencias chocan con las políticas que demandará un proceso de recuperación social que, como suele decir el presidente debe empezar por los últimos y llegar a todos. No hay ningún punto de la agenda política argentina que pueda superar en importancia a esa necesidad. El Frente de Todos nació con ese compromiso como cuestión central y hoy, pandemia mediante, el compromiso es más necesario y urgente que nunca. Su incipiente recuperación electoral del domingo último ha desalentado tendencias centrífugas que, en caso de haberse desarrollado -o desarrollarse en el futuro- serían un golpe muy duro para la política argentina que se enfrenta al colonialismo neoliberal. La derecha argentina ha radicalizado su discurso contra el estado, contra el pueblo, que, en última instancia es un discurso profundamente antinacional, sostenido por un individualismo cerril sobre cuya base es impensable la construcción de una democracia.
Sobre la base de esa recuperación han reaparecido las demandas y las insinuaciones para fortalecer orgánicamente al Frente. Para “institucionalizarlo”. Es un objetivo loable. Pero tendría que tener un eje en la cuestión de organizar la participación popular en su interior y no en la de establecer un determinado tipo de relación entre las burocracias partidarias. Estas son claramente necesarias. Pero no puede agotarse allí el proceso porque hay una legítima e intensa demanda de información política y de participación en las decisiones. Hay también una demanda de información y de explicación de las políticas de gobierno. Hace falta un sistema de instrumentos comunicativos de alcance nacional, de tal manera de aprovechar y valorizar recursos que hoy están dispersos y, como tales, desperdiciados. ¿Hablamos de “propaganda oficial”? No hay ninguna razón para que la avalancha de mentiras, operaciones y desinformaciones que tiene entre nosotros un poder superior a todo lo conocido sea aceptado como “periodismo” y las opiniones a favor de la patria y sus habitantes (sobre todo los menos favorecidos) sean tratados como “propaganda”. El frente no tiene que quedarse en su condición de herramienta electoral. Tiene que convertirse también en un fenómeno político-cultural. Democrático, participativo y formativo.