Cómo ganar las elecciones en el universo Clarín

La creación de una realidad alternativa en la que Alberto es un comunista autoritario y Macri un liberal republicano

04 de septiembre, 2021 | 18.24

“No permitamos que nos atropellen, nos quiten libertades, se metan en nuestras casas y nos digan qué hacer”. Así alentó ayer María Eugenia Vidal al electorado porteño a terminar con un supuesto autoritarismo peronista votando diputados de Juntos. El día anterior Mauricio Macri aseguró en Córdoba que en Bolivia no hubo un golpe y sentenció, sin pestañar, que Alberto Fernández y Cristina Kirchner tomaron más deuda que él.

En las últimas tres elecciones la derecha había apelado al lawfare. Ahora llevó la mentira a un nivel superior: creó una realidad alternativa en la que el asalto económico a las clases populares que llevó a cabo el macrismo entre 2015 y 2019 y el brutal ataque a la oposición perpetrado para hacerlo viable nunca ocurrió. Una realidad en la que la pandemia fue inocua en términos económicos y en la que son Alberto y Cristina los que se llevan por delante las instituciones y te empobrecen. 

La estrategia sería una anécdota si ese discurso no calara tan hondo en grandes franjas de la población. Hoy esas ideas priman en la ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, Corrientes y Jujuy y dan pelea en el resto del país. Toda la estrategia electoral de Juntos se basa en una serie de mentiras repetidas hasta el cansancio por miles de periodistas, panelistas y opinadores en la mayor parte de los medios del país. Solo el Grupo Clarín cuenta con más de mil mentirosos profesionales. No exageran; mienten. No informan; hacen ficción. No deforman la realidad; crean otra. Entre todos van construyendo día tras día una realidad alternativa en la que todo se ve al revés.  

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Una porción importante de la sociedad vive en una especie de matrix en la que los que les vaciaron los bolsillos fueron Cristina y Alberto; no Macri. Una realidad paralela en la que el ex presidente no armó una mesa judicial, no se reunió 16 veces con el juez Mariano Borinsky para reabrir las causas de Cristina, no se cargó a la Procuradora General, no intentó sumar dos jueces de la Corte Suprema por decreto, no armó un sistema de espionaje que alcanzó hasta a sus propios compañeros de partido, no metió presos a dueños de medios opositores ni censuró periodistas. En esa realidad alternativa, Macri es quien vino a salvar a la república y Cristina y Alberto son los autoritarios que si suman 7 diputados más nos convierten en Venezuela. 

El tema no sería preocupante si no hubiera adquirido semejante magnitud. Si en ese universo paralelo no viviera tanta gente. Si los manipuladores no fueran tantos. Si las encuestas no dieran tan parejas entre un partido que construye y otro que destruye. Ese universo paralelo que al principio solo se diferenciaba del nuestro en algunos temas hoy se va volviendo otro. Una construcción de años que fue creciendo, que fueron moldeando, cincelando y que hoy es tan sólida que es cada vez más difícil desenmascarar como el mundo irreal que es.

Solo en ese universo paralelo funcionarios que fueron protagonistas de un gobierno que en cuatro años mandó a ocho millones de argentinos a comer en comedores y endeudó al país a 100 años pueden pasearse por los medios opinando sobre la gestión actual. Es como si Bin Laden hubiera sido invitado a la CNN a opinar sobre cómo reconstruir las torres gemelas.  

No hay que subestimar la potencia de su mensaje. Un importante psicoanalista me contaba estos días que muchos de sus pacientes sufren angustia, ataques de pánico y otras patologías, convencidos de que viven en una dictadura y marchan hacia el comunismo. 

El sistema de manipulación pública creció, maduró y se consolidó. Tanto que el jefe de la oposición es socio y maneja uno de los grupos mediáticos más grandes del país.

Entre 2003 y 2015 vivimos el aumento de la economía más grande la historia moderna: según datos de la UIA la industria creció más de un 70%. Según la Bolsa de Cereales de Rosario, la cosecha pasó de 60 a 120 millones de toneladas. El año en el que Macri ganó las elecciones fue el de mayor consumo de la historia. Había pleno empleo, los centros turísticos desbordaban, se vendían cientos de miles de autos y motos cero kilómetro. Al mismo tiempo el sistema de manipulación pública empezaba a armar la cabecera de playa del nuevo universo con una historia de ladrones, un magnicidio y dos semanas antes de las elecciones la acusación de triple asesinato de Aníbal Fernández.

Dos años después, luego de los tarifazos, las devaluaciones, el derrape del poder adquisitivo y otras desgracias Macri ganaba en 2017. Hizo falta que una 20 % de la sociedad terminara alimentándose en comedores para que perdieran. Hoy ese aparato es aún más sofisticado. Ya no se trata de mentiras sueltas. Hay un relato que fue conformando otra realidad. Una vez que caíste en esa realidad es difícil que salgas. El fenómeno no define por si solo una elección. Pero demanda cada vez más esfuerzos al peronismo para alzarse con el triunfo y menos atributos a la derecha para sumar votos. Es una cancha cada vez más inclinada. 


Esta anomalía democrática no es mensurada en su verdadera magnitud por los popes del Frente de Todos. Son políticos y confían en la política. Rosca, territorio, armado. Elementos importantes, pero hoy por hoy insuficientes. No hay en la coalición una política de medios ni de redes a la altura de semejante desafío. Solo esfuerzos espasmódicos con escasa convicción. Algunos temen influir en el actual mapa de medios porque le temen; otros porque subestiman su poder. Así, la impecable gestión sanitaria del gobierno frente a la pandemia, el mayor desafío de la historia, es vista por muchos como un fracaso. La recuperación económica con registros que ya superan los de 2019, cuando no había pandemia, pueden ser ignorados o relativizados. ¿Si un árbol cae en el medio del bosque y nadie lo escucha, hace ruido? En el universo paralelo seguro que no.