El cierre de listas funciona como una placa de rayos X que exhibe, cada dos años, la correlación de fuerzas al interior de las grandes coaliciones que ordenan el espectro político argentino, un dato sobre el que la mayor parte del tiempo sólo se puede especular. La lectura entre líneas de las fórmulas que encontraron el Frente de Todos y Juntos por el Cambio para saldar los repartos entre sus distintas vertientes permite trazar un mapa y prever escenarios. Ganadores y perdedores, sorpresas y tradiciones, seducidos y abandonados, heridos y resucitados. Faltan casi cuatro meses para las elecciones 2021 pero la carrera hacia el 2023 acaba de empezar.
"El candidato es la unidad"
Alberto Fernández confirmó su centralidad política y terminó con saldo positivo una puja en la que arriesgaba mucho más que lo que podía ganar. Finalmente, pudo poner al tope de las boletas en CABA y la provincia de Buenos Aires a Victoria Tolosa Paz y Leandro Santoro, enlistados en el vaporoso albertismo, y salvaguardar al mismo tiempo a sus funcionarios más cercanos, como Santiago Cafiero y Gabriel Katopodis, que seguirán en el gabinete a pesar de la ofensiva coordinada por el resto de los socios del oficialismo en las últimas semanas. Además, encuadró a todo el peronismo en una campaña que consistirá en plebiscitar su gestión.
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La solidez del Frente de Todos es también una medalla en el pecho de Cristina Fernández de Kirchner, la primera arquitecta de la unidad. Sorprendió en los últimos días, cuando se corrió de las negociaciones frenéticas para el cierre de listas, que dejó en manos de Axel Kicillof, Máximo Kirchner y Wado De Pedro, sus tres apóstoles. No necesitó hacerse cargo personalmente para garantizar una cosecha que le permita reforzar su liderazgo en el Congreso. En la lista bonaerense, cedió el primer lugar pero puso tres de los primeros cinco nombres: su exministro Daniel Gollan, el bancario Sergio Palazzo, y la senadora provincial Agustina Propatto, compañera de Sergio Berni.
La fría matemática le da un saldo positivo a Sergio Massa. El presidente de la cámara de Diputados, que en 2017 había competido con su propia lista, debía revalidar tres bancas (de las cuales una había sido abandonada por José Ignacio De Mendiguren) y obtuvo cuatro lugares entre los primeros veinte, tres de acceso seguro y otro en el borde. En la negociación consolidó la sociedad que habían establecido en el Congreso con el líder de La Cámpora, que ensanchará su representación a nivel nacional. Las organizaciones sociales, que esperaban cierto protagonismo como reconocimiento del trabajo hecho durante la pandemia, quedaron relegadas en el reparto.
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Otro sector del peronismo que ganó lugares y será protagonista de la campaña es el movimiento obrero. En la boleta bonaerense, aseguraron cuatro lugares para que renueven por un período el secretario general de la CTA, Hugo Yasky, la judicial Vanesa Siley y Walter Correa, del sindicato del cuero, además del ingreso a la cámara del bancario Palazzo. Los cuatro revistan en el sindicalismo más combativo y son críticos de la conducción actual de la CGT, que no obtuvo lugares de relevancia en las listas. Es una decisión que no puede leerse aislada de la inminente renovación de autoridades en varios gremios clave y en la propia central de trabajadores.
Si bien el FdT pudo concretar acuerdos de unidad en la enorme mayoría de los distritos, algunas excepciones ponen en relieve las tensiones lógicas al interior del oficialismo. Como en la provincia de Santa Fe, donde por la noche fracasaban los últimos intentos para evitar una primaria entre el ministro de Defensa, Agustín Rossi, y una fórmula acordada en un inusual matrimonio de conveniencia entre CFK y el gobernador Omar Perotti. En Hurlingham, el intendente Juan Zabaleta, cercanísimo al Presidente, será candidato a concejal para presentar interna en su municipio a La Cámpora. La lógica territorial a veces escapa a los parámetros de la política grande.
¿Juntos?
Esos escarceos son detalles comparados con la interna desatada en la oposición, donde al menos media docena de dirigentes ya se miden en una desembozada carrera para ser candidatos presidenciales en dos años. Horacio Rodríguez Larreta pudo imponer a María Eugenia Vidal y Diego Santilli para encabezar las listas en CABA y la provincia de Buenos Aires y convenció al círculo rojo de que eso significa que el liderazgo en el PRO pasó de manos y este es su turno. Sin embargo las cosas están saliendo muy distinto a como las imaginaba el alcalde porteño hace algunos meses, cuando soñaba con una alfombra roja que lo llevase al 2023.
El primer lugar de la boleta bonaerense para Santilli le costó caro y Rodríguez Larreta tuvo que lotear la lista: entre los primeros diez hay tres lugares para la Coalición Cívica, uno para Patricia Bullrich, uno para cada uno de los Macri, uno para Vidal, está Ocaña que tiene su propia PyME. En su propio feudo, la ciudad de Buenos Aires, donde jugó a Vidal, su candidata estrella, tampoco pudo armar las listas que quiso y tuvo que admitir, por ejemplo, la reelección del troll institucionalizado Fernando Iglesias. Quedó muy lejos su plan de comenzar a diseñar un bloque de diputados moderados que le responda si le toca ser presidente y negociar con el peronismo en dos años.
Además, si la lista del PRO llegara a ser vencida en las PASO por la boleta radical que encabeza Facundo Manes o si Juntos por el Cambio, con Santilli al frente, sufriera, en noviembre, una derrota contundente contra el peronismo, el alcalde porteño será responsable de ese resultado y sus chances de llegar como favorito al 2023 se verán dañadas. Rodríguez Larreta no pudo concretar el parricidio político que planeaba. Macri quedó herido pero no derrotado y logró posponer la definición por dos años, además de garantizar lugares en el Congreso para los más fieles de su tropa. Desde su exilio dorado y mientras atiende sus problemas judiciales, el expresidente todavía planifica su segundo tiempo.
La batalla por el liderazgo amarillo abrió una luz de esperanza para la Unión Cívica Radical, que desde el bautismo de Cambiemos, en 2014, tuvo que conformarse, hasta ahora, con el rol de partenaire del PRO. La candidatura de Manes en provincia, respaldada por alianzas con Margarita Stolbizer, Emilio Monzó y Joaquín De La Torre (y, según dicen las malas lenguas, con algún silencioso ayudín de Macri) no es solamente testimonial. Los correligionarios pretenden, al menos a priori, una elección con final abierto contra la boleta de Rodríguez Larreta. Sería el preámbulo a una interna competitiva en la presidencial, dentro de dos años. Falta muchísimo para eso.
Si a la oposición le costó ordenar la situación en la ciudad de Buenos Aires que gobierna a piacere desde hace casi una década y media, en el interior del país las cosas se salieron de cauce. En Santa Fe, habrá cuatro listas diferentes, una del PRO y tres encabezadas por radicales. En Córdoba, uno de los distritos más fuertes para Juntos por el Cambio, sucedió una extraña voltereta política: hasta ayer, iba a haber una primaria entre la dupla de Mario Negri y Rodrigo De Loredo, históricamente enfrentados en la interna radical, contra Luis Juez y el macrista Gustavo Santos. Una serie de movimientos en falso y la desconfianza mutua terminó en un enroque. Finalmente, Negri hará pareja con Santos y Juez con De Loredo. Cosas veredes.