En el calendario que todavía no se estrenó ya hay una fecha marcada: el 3 de enero. Ese día asumirá en el Fondo Monetario Internacional un nuevo director para el hemisferio occidental, que es la forma elegante que tienen los yanquis para hablar de América Latina sin decirle América. Se trata, en definitiva, del más alto cargo de ese organismo con responsabilidad política sobre lo que se negocia con los países de esa región.
Su tarea más importante, lógicamente, será supervisar el acuerdo con Argentina para la renegociación de la deuda récord asumida en 2018 a través de un programa que Mauricio Macri firmó, incumplió, renegoció y volvió a incumplir en pocos meses. Se trata del préstamo más importante de la historia del FMI y fue otorgado en tiempo récord de forma irregular; un ala de la ortodoxia financiera pide, sin embargo, mano dura con el deudor.
El hombre designado para asumir ese rol a partir del próximo 3 de enero pertenece a ese ala: Ilan Goldfajn, que hasta ese día se desempeña como presidente del Banco Central do Brasil, cargo para el que fue designado por Michel Temer y sostenido por Jair Bolsonaro. Goldfajn es ideólogo y responsable directo del brutal ajuste fiscal y monetario que se implementó en los últimos años y que llevó a ese país a una severa recesión.
Su herramienta predilecta son las metas de inflación, un enfoque como el que intentó adoptar Federico Sturzenegger cuando Macri lo puso al frente del BCRA, con resultados conocidos para los argentinos. Parte de un marco teórico bastante diferente al que sostiene el ministro de Economía Martín Guzmán como base para la negociación que transita sus etapas definitivas. Luz amarilla en la recta final.
Si no se alcanza un acuerdo antes del 3 de enero, entonces, Goldfajn tendrá la lapicera esa firma: no solamente hará falta su visto bueno para aprobar un programa, también será el encargado de defender ese programa frente al directorio del Fondo antes de la votación final. Fue designado por Krystalina Georgieva en septiembre, como una concesión a la ortodoxia que pujaba por lugares de poder en el FMI.
Difícilmente el brasileño sea un obstáculo definitivo para llegar a un entendimiento, pero su rigurosidad monetaria puede traer fricciones o demoras en un momento en el que a la Argentina no le sobra tiempo. Para entender mejor: tampoco es que el actual director, Alejandro Werner, fuera un heterodoxo. Al contrario, fue uno de los ideólogos del préstamo a Macri, pero las reservas que pudo tener ya fueron saldadas.
Incluso si se alcanza a firmar un acuerdo antes del recambio en los primeros días de enero, lo que no podrá evitar el país es que Goldfajn encabece el equipo que podrá revisar las cuentas del país para evaluar el cumplimiento de lo pautado. Será, necesariamente, el tutor de la economía argentina durante los próximos años. Si intenta implementar las mismas políticas que aplicó en Brasil, la relación será conflictiva.