La producción de gas es la más alta desde 2008, la de refinación de petróleo alcanza el nivel de 2011. La producción de acero crudo emparda el de 2014, igual que la metalmecánica. El índice Construya es el más alto desde 2015. La producción automotriz alcanza la de 2016, cuando el país aún vivía del último aliento de la política kirchnerista. El desempleo es el más bajo desde 2018 y el consumo creció 6,5% en diciembre. La economía recuperó todo lo que perdió en la pandemia y buena parte de la caída que generó Mauricio Macri entre 2015 y 2019. Ese es el resultado del plan económico de Alberto Fernández. Pero el FMI, el Tesoro norteamericano y la oposición reclaman “Un Plan”: otro plan.
El hecho de que la economía funcione mejor con Alberto en pandemia que con Macri sin pandemia no es casual: es el fruto de un plan económico.
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Se salió de la timba financiera y se impuso una tasa de interés que permite a las empresas invertir.
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Se controlaron las importaciones que entraban a precio de dumping.
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Se frenó el aumento voraz de las tarifas.
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Se realizaron cambios impositivos a favor de la producción.
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Se generaron marcos legales e impositivos especiales para distintos sectores, como los hidrocarburos y la economía del conocimiento, que impulsaron la producción y el empleo.
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Se resguardó al aparato productivo del daño que podía haberle causado la pandemia.
Hoy ese plan está en desarrollo y funciona muy bien. De a poco comienza a llegar a la población, con mayor empleo y consumo, al tiempo que mejora la situación fiscal del país. El déficit bajó del 6,5% del PBI en 2020 al 2,9 por ciento en 2021. Ayudó el Aporte a las Grandes Fortunas y los precios internacionales. Pero lo que más ayudó fue el crecimiento del 10% que casi duplicó al 5,5% que figuraba en el Presupuesto. Ese dato debería convencer al FMI de permitir que Argentina siga creciendo y así llegar al equilibrio fiscal vía crecimiento. Sin embargo, tanto el Fondo como la oposición y buena parte del empresariado insisten en pedir “Un Plan” que no es otra cosa que un ajuste que abortaría el actual crecimiento.
Horacio Rodríguez Larreta le dice a quien quiera saberlo que si es presidente su ministro de Economía será Hernán Lacunza, el hombre que endeudó a la provincia de Buenos Aires en dólares y defaulteó la deuda nacional en pesos. Hoy la inversión es un 23% superior a la que dejó Lacunza en 2019. No es cierto que los planes neoliberales atraen inversiones; lo que atraen son timberos que ponen la plata a trabajar a tasas usurarias y cuando se van vacían al Banco Central de dólares para fugar.
Otro dato trascendental es la suba de las exportaciones: las más altas desde 2012, con un componente creciente de productos industriales entre los que destaca la industria automotriz. Los dólares que generan las exportaciones gracias al actual plan económico permitirán pagar la deuda si el país sigue creciendo con este modelo económico.
Los números de la economía del conocimiento resaltan del resto. Todos los meses bate récords de empleo. Los puestos ya superan en un 18% los de 2019 y son los más altos de la historia. Este sector es un gran generador de divisas.
El crecimiento del PBI nacional fue el más alto de todo el G20. La economía crece impulsada con mayor preponderancia que en los últimos años de la inversión y las exportaciones y con una situación fiscal que mejora. Los problemas financieros heredados de Macri siguen existiendo, como no podía ser de otra manera con semejante deuda. Pero está claro que el Plan que le conviene a los argentinos es el vigente. El otro, el de Cambiemos y el FMI, es similar al que llevó a ocho millones de argentinos a alimentarse en comedores.