Una nueva cumbre del Mercosur con pronóstico de turbulencias

Este jueves, la cumbre del Mercosur arranca con la reunión de cancilleres y ministros de Economía, previa al encuentro del viernes de los presidentes. Jair Bolsonaro decidió hacer la cumbre virtual luego de que Lula recibiera la invitación para participar del acto por el Día de la Democracia. 

15 de diciembre, 2021 | 23.40

Si ya las últimas dos cumbres resultaron tensas y con recriminaciones cruzadas, el encuentro de presidentes del Mercosur previsto para este viernes no anticipa un clima mejor. Primero, porque las diferencias sobre cuestiones económicas, aunque atenuadas, se mantienen. Segundo, la presencia de Luiz Inácio Lula da Silva -el candidato mejor posicionado para las elecciones del año que viene en Brasil- en el reciente acto por el Día de la Democracia en la Plaza de Mayo enojó al presidente Jair Bolsonaro. En cuanto se enteró resolvió que la cumbre fuera virtual, repentinamente cuidadoso por la pandemia. "Nosotros no vamos a levantar olas, es clave que no haya nuevos cortocircuitos entre los presidentes", adelantaban en Cancillería.

El jueves 10.30 arranca la cumbre virtual de lo que se denomina Consejo del Mercado Común, que agrupa a los cancilleres, ministros de Economía y de Desarrollo Productivo de los cuatro países. Allí se terminará de definir la agenda de lo que discutirán los presidentes al otro día, con algunos inconvenientes por resolver que vienen de arrastre de los anteriores encuentros. 

Hubo una cumbre en marzo pasado, en la que el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, utilizó el término "lastre" para definir al bloque, debido a que le impedía a su país cerrar acuerdos de libre comercio que terceros países. "Si somos un lastre, que tomen otro barco", le respondió Alberto Fernández. En septiembre, el presidente uruguayo anunció sorpresivamente el inicio de conversaciones para firmar un acuerdo TLC con China, lo que en los hechos significaría la ruptura del Mercosur dado que su estatuto prohíbe a uno de sus integrantes tomar una decisión de ese tipo.

Bolsonaro, si bien apoya a Lacalle Pou en su avanzada, en verdad está más interesado en una reducción sustancial del Arancel Externo Común (AEC), un punto clave del Mercosur como unión aduanera. En octubre pasado, el canciller Santiago Cafiero viajó a Itamaraty para encontrarse con su par brasileño Carlos Franca y anunció un acuerdo para reducir en un 10% una gama amplia de productos. El acuerdo debe ser aprobado por el bloque pero surgieron inconvenientes. Paraguay se mostró a favor pero Uruguay dijo que lo respaldaría a cambio de un "waiver", es decir, un permiso para seguir adelante en sus conversaciones para un TLC con China y otros países.

Lacalle Pou viene utilizando este tema para posicionarse como un referente de la derecha y el libre mercado en la región. "Uruguay es en tanto y cuanto se abra. Y nosotros vamos a abrirnos al mundo. Lo dijimos en campaña y lo estamos haciendo. Ya empezamos con China, pero vendrán otros. Uruguay va a jugar en cancha grande y va a ganar en cancha grande", dijo días atrás en un encuentro con empresarios españoles. 

El enojo de Bolsonaro

Hasta allí las diferencias económicas, que muestran a Uruguay en una postura más liberal que el resto. Los otros tres países aparecen enfocados en trabajar de manera conjunta en la rebaja del arancel externo antes que en tratados de libre comercio de muy dificultosa aprobación, como quedó demostrado en el acuerdo con la Unión Europea que todavía permanece en un limbo. 

Pero también asoman como un nubarrón en el horizonte las distancias políticas, que vienen de origen. Aquella visita de Alberto Fernández a Lula en su lugar de detención en Curitiba, apenas días después de quedar designado como candidato, le valió la enemistad de por vida de Bolsonaro, que luego dijo las peores cosas de él durante la campaña. En los últimos tiempos, sin disimular la antipatía mutua, dieron pasos para por lo menos normalizar la relación bilateral.

Sin embargo, la decisión de Fernández de convocar a Lula para el acto multitudinario del 10 de diciembre enojó al gobierno brasileño. Aunque no hubo ninguna manifestación pública, la decisión inmediata de convertir la cumbre en un encuentro por zoom es una muestra clara del enfado por esa recepción tan calurosa a su principal adversario.

No sólo fue la invitación. En cada presentación, Lula recibió apoyos explícitos para que se convierta en el próximo presidente de Brasil. Hubo mucha añoranza sobre aquella etapa de integración regional que Lula, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez, Fernando Lugo y Michelle Bachelet compartieron con Néstor y Cristina Kirchner. En una entrevista, Lula incluso adelantó su entusiasmo por reflotar instituciones regionales que quedaron congeladas y otras que nunca se llegaron a poner en marcha como el Banco del Sur y el Consejo de Defensa de Sudamérica. Sólo hay que pensar qué habrá pensado Bolsonaro con todo eso.

"La cumbre se pasó de presencial a virtual por otra razones, la situación es de tranquilidad. Lo del acto ya pasó", aseguró el embajador en Brasilia, Daniel Scioli, a La Nación. Eterno componedor, Scioli sostuvo que nadie le transmitió ningún malestar por la visita de Lula. En Cancillería imaginaban que el acuerdo que vienen trabajando Brasil y Argentina para bajar el arancel externo hará que Bolsonaro mantenga una posición moderada, cuestión de no entorpecer la negociación. El embajador argentino se reunió con el coordinador de la cumbre, Pedro Da Costa. "Analizamos los avances de nuestra relación bilateral bajo la presidencia pro témpore de Brasil, con el anhelo de que la cumbre transcurra en términos constructivos y positivos", resumió un Scioli recargado.