Los helicópteros sobrevuelan el barrio de EUR, una zona que Benito Mussolini imaginó como su reconstrucción de la Roma clásica en clave racionalista, incluyendo su notorio “Coliseo cuadrado”, y que ahora funciona como barrio administrativo de la capital italiana. Por estos días, es, además, la sede de la cumbre de jefes de Estado del G20, lo que explica la exagerada presencia militar y la ausencia de gente en las calles. Lejos de los delirios del Duce, este encuentro podría ser la ocasión para que el mundo adopte un nuevo paradigma que dé respuestas sobre los temas más urgentes: la salud global, la desigualdad y el cambio climático. Al menos eso expresaron varios de los asistentes, el argentino Alberto Fernández entre ellos.
A la espera de su encuentro con Krystalina Georgieva, el plato fuerte de esta jornada, Fernández tiene previsto hilvanar media docena de bilaterales. La primera de ella lo puso cara a cara con la canciller alemana Angela Merkel, que visita Roma en el marco de su despedida después de 16 años al frente del gobierno más importante de Europa. También hubo encuentros con el francés Emmanuel Macron, el español Pedro Sánchez y las autoridades europeas Charles Michel y Ursula van der Leyen. De cada uno de los encuentros se llevó promesas de apoyo en sus planteos de mayor solidaridad internacional y cambio de reglas del sistema financiero.
Con Merkel, el presidente argentino repasó la relación entre los dos países. Alemania es el principal socio comercial que tiene el país dentro de la Unión Europea, con un volumen de comercio internacional que superó los 2700 millones de dólares en el año 2020. Además, agradeció el apoyo de la canciller alemana para alcanzar acuerdos sustentables con el FMI y el Club de París. Para Fernández, el postergado encuentro tuvo sabor a revancha, porque en Mayo, durante su gira anterior por el Viejo Continente, las restricciones sanitarias no le permitieron visitarla en Berlín.
La foto de familia que comparten todos los jefes de Estado que asistieron a la cumbre fue la ocasión que encontró Fernández para hablar cara a cara también con el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y los dos funcionarios más importantes de su gabinete económico, Janet Yellen y David Lipton. En un breve diálogo informal ambos hablaron de la amistad compartida con el papa Francisco y manifestaron su voluntad de mantener una charla más extensa en el futuro. Si llegará a concretarse en suelo europeo o deberá a esperar a otra ocasión, todavía no se sabe y depende de las exigentes agendas que ambos tienen estos días.
Un rato más tarde, el almuerzo de trabajo sobre “economía y salud global” que funcionó como apertura de la cumbre de jefes de Estado fue el primer foro que aprovechó el presidente argentino para plantear su agenda. Allí, adelante de sus pares, pidió convocar a una “reflexión colectiva” sobre la desigualdad: “En el marco de la pandemia, estas disparidades estremecen. Casi el 80 por ciento de las vacunas producidas se aplicaron en países de altos ingresos. En cambio, más del 60 por ciento de la población de nuestra región aún no tiene completado su esquema de vacunación. La vacuna aún no es un bien global”, señaló.
Además, insistió con que “el financiamiento internacional debe fijar nuevas reglas para poder igualar nuestras sociedades, con impactos positivos y enfrentando el cambio climático”. Para Fernández, “el actual sistema, que prioriza la especulación por sobre el desarrollo de los pueblos, debe cambiar”. Y puso como ejemplo la deuda argentina con el FMI, “única en su historia por su monto y por sus condiciones de repago, aprobada para favorecer a un gobierno en la coyuntura, acaba condenando a generaciones que miran impávidas el destino que les ha sido impuesto”.
Por eso, continuó, “no hay inocentes en esta historia” y “son tan responsables los que se endeudaron sin atender las ruinosas consecuencias sobrevinientes como los que dieron esos recursos para financiar la fuga de divisas en una economía desquiciada”. Finalmente, el presidente argentino sostuvo que “la ética social debe darle contenido a la economía” para evitar que triunfen “los que han sometido el capitalismo de la producción y el trabajo a la lógica de la especulación financiera”, lo que le valió un apoyo explícito de Macron, que minutos más tarde lo citó para abogar por la restauración de un “multilateralismo de la solidaridad”.