La pandemia enfermó, asustó y desvitalizó a la sociedad y, obviamente, el campo popular no fue la excepción. Ante la importante caída anímica, el desgano político y la pasividad generalizada, se ignoraba cuál sería el límite de la paciencia social.
El sábado al mediodía en el Parque Centenario se pudo visibilizar, con la fuerza de la verdad que emerge desde lo popular, que el límite es Cristina, quedó demostrado que sigue vigente el conocido sintagma “Si la tocan a Cristina…” Sin aparato, micros ni choripanes, una multitud convocada por Jorge Rachid y Juan Ramos Padilla se juntó en un soleado sábado peronista en un parque en el que no faltaron la alegría ni el canto.
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El estado anímico social es una pieza central en la lucha política y el hecho de que se lo politice o despolitice supone desenlaces diferentes. En el primer caso, la insatisfacción se transforma en una demanda popular, mientras que en caso de la despolitización, no va más allá del enojo contagioso y la catarsis. Se sabe que el enojo generalizado sin organización política debilita al cuerpo social, que el escepticismo genera la sensación de un callejón sin salida, y que la combinación de ambos –el enojo escéptico– es el estado anímico que más favorece a la derecha desestabilizadora.
Así lo expresó Cristina en su famoso discurso del 18/5/19, en el que anunciaba la unidad y la fórmula presidencial: "El enojo y el descontento individual nunca modificaron el statu quo, nunca transformaron la realidad. Pero si ese descontento adquiere etapas superiores de unidad y coordinación va a abandonar el camino de la queja para transformarla en el camino de la propuesta”
El descontento social sin política, conducción ni organización, es tierra fértil para la operación de colonización psicológica llevada a cabo por la derecha, siempre lista para la manipulación de la subjetividad. Recordemos que la desalmada y violenta oposición cuenta con casi todo el aparato comunicacional y un importante sector judicial podrido y parcial, con el que juega al football mientras arreglan las causas del lawfare.
En un contexto de absoluta parálisis, donde los representantes del FdT no están a la altura de la situación, ya que no han propuesto ninguna iniciativa que pusiera coto al lawfare ni arriesgado ninguna batalla en ese sentido con la excusa de la correlación de fuerzas, el pueblo salió a la calle. Nuevamente el pueblo, ese exceso que molesta a las democracias caretas que odian las pasiones de la plebe, se hizo cargo, puso el cuerpo diciendo presente, volviendo a la estrategia de las plazas surgida durante la pandemia macrista.
En una multitudinaria plaza palpitante y apasionada, convocada a través de redes y whatsapps, al unísono se gritaba "movilización”, en oposición a la pasividad imperante durante los dos últimos años. Los afectos plebeyos movilizan y son capaces de sacar del ostracismo.
Ramos Padilla tuvo el talento de interpretar el sentir popular y afirmó: "doy por terminado el bajón social, este es un comienzo. Sacaremos a la Corte corrupta. ¿Cómo que no se puede porque los números no dan en el Congreso? ¡Si las Madres pudieron nosotrxs también vamos a poder!!!” Propuso que cada 15 días nos juntemos en las Plazas para demandar a la Corte y oponernos a la posible proscripción de Cristina.
El pueblo en la plaza politizó el enojo, expresó su insatisfacción y puso en la escena pública el conflicto con el poder judicial que, al perseguir a la líder sin pruebas y con una parcialidad patológica, se erige como un enemigo del pueblo.
La movilización política, el enojo o la insatisfacción organizada y transformada en demanda popular, es condición de posibilidad de todo proyecto democrático.