Definiciones políticas sí; definiciones electorales no. Es todavía demasiado pronto para saber si Cristina Fernández de Kirchner va a revisar su posición de no presentarse a elecciones este año, pero ayer dejó claro que sus prioridades pasan por otro lado: la reivindicación de una forma de gobernar que, a pesar de sus logros, indiscutibles, y que brillan en comparación a todo lo que vino después, parece haber quedado en el pasado remoto, no solamente para la Argentina sino en todo el mundo.
Quizás por eso en el Centro Cultural Kirchner se respiraba un aire de nostalgia a medida que desfilaban los protagonistas de ese pasado, hoy, muchas veces a su pesar, y a causa de la persecución judicial, mediática y política en cada uno de los países de la región, relegados a roles de reparto. Rafael Correa, Evo Morales, José Mujica, como la propia CFK, veteranos de una generación dorada que supo torcer el destino una vez pero encuentra obstáculos hasta ahora insalvables para repetir esa proeza.
Que la vicepresidenta no haya dejado definiciones electorales y que la audiencia estuviera compuesta por pares, y no por militantes, no significa que la expectativa no existiera. No deja de ser un dato relevante que el Grupo de Puebla, un foro aupado por Alberto Fernández, cantara el “Cristina Presidenta” mientras que él, muy lejos física y políticamente, hacía otro acto, en Chaco. La pantalla dividida en el Televisión Pública no le hacía ningún favor al mandatario.
"No me importa si nos van a condenar, si me van a inhabilitar, si me van a meter presa. Lo que interesa es que volvamos a reconstruir un Estado democrático, en el que las garantías constitucionales no sean cartón pintando. Se puede hacer porque una vez lo hicimos", fue el momento más álgido de la noche, donde retomó el hilo enhebrado a fines del 22 en La Plata. En la disyuntiva inicial algunos leyeron una confirmación de su reluctancia a volver a encabezar una campaña. En el remate otros quisieron encontrar la voz de una candidata.
Su discurso, breve, no dio otras señales. Pero el encuentro alcanzó para ratificar que su centralidad, aunque probablemente no alcance para vencer a la proscripción (como no pudieron vencerla Correa, que sigue exiliado, ni Morales, al que le confirmaron una condena para que no pudiera ser candidato a legislador), resulta suficiente para seguir conduciendo los destinos de su espacio político. Resta por verse si puede ampliarlo todo lo necesario y si encuentra interlocutores para el acuerdo político que viene reclamando. Parece muy lejos.