El jueves 5 de diciembre, la multinacional de gases industriales y medicinales más importante del mundo decidió echar a 10 de sus 50 empleados de su planta principal, en Pacheco, provincia de Buenos Aires. Unas horas después, alrededor de las 15 hs, el Sindicato del Personal de Industrias Químicas y Petroquímicas (SPIQyP) reaccionó con una respuesta que la compañía no esperaba: lanzó una huelga que se metió en las entrañas de la alemana-estadounidense Linde Praxair y paralizó por primera vez en la historia cinco plantas fundamentales de la compañía: Pacheco, Pilar, Avellaneda, Ensenada y Lanús. A la mañana siguiente, la secretaría de Trabajo que conduce el ex Techint Julio Cordero llamó a una audiencia de conciliación que se extendió durante tres horas y la petroquímica que provee gases industriales a las empresas más grandes de la Argentina tuvo que dar marcha atrás con los despidos y abrir una instancia de negociación que por ahora se mantiene, igual que la tensión en el rubro del oxígeno. Este jueves, habrá una nueva reunión para llegar a un acuerdo.
Praxair inició en 2019 un proceso de megafusión con Linde que la convirtió en la empresa más grande del mundo en el rubro, con una posición oligopólica en la mayoría de los países en los que está presente. Conocida por ser proveedora de oxígeno y considerada a nivel global entre las grandes dueñas del aire, la empresa retrocedió más rápido de lo que se suponía y ofreció dejar de lado 4 de los 10 despidos iniciales. Pero el sindicato rechazó lo que considera una represalia injustificada y propuso en cambio un cronograma de vacaciones anticipadas y suspensiones hasta febrero.
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El conflicto, que captó la atención de gremios importantes y peso pesados del Círculo Rojo, puede convertirse en un caso testigo. Se da en un momento muy específico y pone al gobierno de Javier Milei en una situación inédita: ante la necesidad de evitar una confrontación en un sector estratégico. Las razones están a la vista. El paro coordinado por las comisiones internas de cinco sucursales obligó a la multinacional a emitir un comunicado que puso en alerta a sus clientes históricos: automotrices como Volkswagen, Ford y Toyota; siderúrgicas como Siderar y Siderca, y petroleras como YPF, la firma de mayoría estatal que dirige Horacio Marin. Todos ellas necesitan gases industriales para sus procesos de soldadura y corte. En el gobierno admiten que algunas de esas compañías llamaron de inmediato a la secretaría de Cordero para pedir que se desactive la tensión y se apunte a lograr un acuerdo.
Instalada en Argentina en los inicios del menemismo, la rentabilidad de Praxair depende desde siempre de siderúrgicas, automotrices y grandes metalúrgicas. De hecho, el gigante trasnacional montó una planta en Bragado para abastecer a Aceros Bragado y una en Campana para cubrir la demanda de Siderca del Grupo Techint y el polo industrial Zárate. No son sus únicos clientes. Hay un segundo anillo que incluye a empresas alimenticias y fabricantes de gaseosas. Además, Linde Praxair es la principal proveedora de gases medicinales para hospitales y sanatorios. Durante la pandemia, sus trabajadores fueron declarados esenciales y cumplieron una función crucial. La demanda de gases medicinales tiene ciclos: también suele bajar en verano y reactivarse a partir de mayo.
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El enfrentamiento es el más importante que se vive en Praxair en los últimos 20 años, el momento en que se inició la organización sindical que hoy resiste los despidos. Desde 2005, la multinacional no había echado a ninguno de sus empleados. Es probable que la cúpula gerencial haya considerado que estaba ante un contexto inmejorable para hacerlo. En medio de una baja de la producción, debido a la caída de la demanda de los sectores industriales, y bajo un gobierno de extrema derecha, que busca refundar la relación entre capital y trabajo. Sin embargo, los despidos resultaron inoportunos para las compañías líderes que buscan adelantar trabajo antes de la parada de planta del verano. Eso llevó a la presión de las afectadas sobre el gobierno y a la necesidad de reactivar la producción de gases industriales en las cinco plantas de la petroquímica.
La empresa tiene desde hace tiempo como objetivo aumentar la productividad y reducir los salarios en la planta de Pacheco. No le alcanza con el ajuste que se da a través de la transformación tecnológica. En los últimos años, el suministro del producto dejó de hacerse a través de tubos, termos y cilindros -que requerían mucha mano de obra para su fraccionamiento, mantenimiento y traslado- y pasó a grandes tanques, plantas on site y gasoductos, un rasgo que se aceleró con la megafusión, profundiza la concentración del mercado y demanda cada vez menos personal.
Desde el sindicato denuncian persecución sindical y afirman que el gerente de Recursos Humanos de Linde Praxair, Néstor Bordigoni, reconoció que “necesitaba eliminar algunos derechos adquiridos” y “amenazó con el cierre del establecimiento de Pacheco” si no aceptaban los despidos. Los trabajadores de los que la empresa quiere desprenderse tienen un perfil muy específico: se trata de delegados, congresales o activistas sindicales de una planta que tiene al 80% de sus empleados bajo convenio y con buenos salarios. Por el momento, la estrategia del gobierno no es idéntica a la de la multinacional. Los funcionarios de Cordero buscan una salida negociada y postergar la discusión para enero, con el objetivo de que la respuesta sindical se debilite y pierda efectividad. La empresa quiere los despidos ahora y el sindicato se muestra dispuesto a resistirlos con una respuesta coordinada que trascienda, nuevamente, la sede de Pacheco.
El secretario de Trabajo, Cordero, no estuvo en las audiencias pero envió a un hombre clave de su equipo: Ariel Borghi, el Director de Negociación Colectiva y Análisis Laboral. Una sensación se expande en el mundo empresario: el gobierno quiere ganar tiempo y busca una salida negociada. Si hay algo que parece inconveniente para la Casa Rosada en los últimos días de diciembre es un conflicto que puede derivar en una ocupación de la planta o un corte de la Panamericana con represión de las fuerzas federales.