El coronavirus es de derecha

A diferencia de lo que dice esa caterva de referentes de derecha iberoamericana nucleados en la Fundación Libertad y comandada por Mauricio Macri y Mario Vargas Llosa, parecería que ese virus ha sido utilizado con fines políticos por los gobiernos o referentes de derecha, y no así por los llamados “populistas”.

27 de abril, 2020 | 21.36

Lo que está viviendo el mundo con esta pandemia generada por el COVID-19 tendrá a futuro consecuencias aún impredecibles para la economía, política, la organización social y todas las variables que hicieron a este mundo hasta ahora. 

Es la primera vez que, fuera de guerras mundiales o como consecuencias de ellas, la caída y las dificultades en la economía y la producción se muestran de manera tan brutal. 

El análisis de científicos, médicos, sociólogos, analistas internacionales o eruditos establece que este virus no hace distinción a regiones, razas, religión o sector social; sólo se sabe que es más proclive a afectar la salud de personas mayores, y que la vacuna tan deseada –una vez se complete su desarrollo–tardará muchos meses en poder alcanzar distribución global.

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A diferencia de lo que dice esa caterva de referentes de derecha iberoamericana nucleados en la Fundación Libertad y comandada por Mauricio Macri y Mario Vargas Llosa, parecería que ese virus ha sido utilizado con fines políticos por los gobiernos o referentes de derecha, y no así por los llamados “populistas”.

Cuba, Venezuela, México o Argentina son los países donde más claramente la lucha contra la pandemia viene arrojando mejores resultados por haber implementado 
planes socio-sanitarios, haber dado lugar a una alta participación del mundo científico para analizar cada paso, y haber sostenido la premisa de que, como en más de una ocasión dijo el presidente argentino Alberto Fernández, la prioridad es cuidar la vida de los ciudadanos y ciudadanas.

En cambio, aquellos referentes de la libertad económica y los mercados, la derecha, han utilizado la pandemia para perpetuarse en el poder, gambetear las demandas democráticas de sus pueblos, polarizar aún más la sociedad, perseguir a opositores políticos y reprimir en su búsqueda de enemigos entre la gente. Uruguay, Paraguay, Perú, Chile, Colombia, Bolivia, Ecuador y EE.UU. son tristes ejemplos de esa realidad.

En Chile, el desarrollo de la pandemia permitió a Sebastián Piñera que las demandas populares que puso en jaque a su gobierno durante el 2018/2019 quedaran relegadas y se pudiera evitar lo que no había podido hacer la política:que la gente se quedara en sus casas mientras el referéndum y la nueva Constitución pasaban a dormir el sueño de los justos.

De Perú viene uno de los promotores de la declaración de la derecha regional, Mario Vargas Llosa. Su delfín, el presidente Martin Vizcarra, no se diferencia en nada de la actitud tomada por aquellos que priorizan la lucha contra la pandemia y cierran sectores de producción y comercio, hecho criticado por la declaración de la Fundación Libertad en el caso de Argentina.El problema es que en Perú la falta de libertades, reclamo enarbolado por la Fundación Libertad, se desarrolla con total brutalidad. Desde octubre y solo por actitud antidemocrática de Vizcarra, el congreso está cerrado. Con la pandemia se aprovechó para declarar estado de sitio, y se militarizaron ciudades como si se estuviera en un escenario bélico.

En Ecuador la pandemia pegó fuerte por la incapacidad del gobierno de Lenin Moreno para poner protocolos coherentes contra la propagación del virus. Mientras la gente se moría en la calle, el Gobierno se enfocaba en que los jueces adictos sentenciaran a 8 años de prisión a Rafael Correa, mantuvieran preso de manera amañada al vicepresidente Jorge Glas, llevaran a prisión a políticos  opositores, o empujaran al exilio a los referentes más importantes de la política ecuatoriana como Gabriela Rivadarena.

Lo de Brasil y el caricaturesco Bolsonaro ya llega a límites trágicos para su país y la región. El presidente brasilero es responsable de lo que seguramente será la mayor cantidad de muertes que ha tenido Brasil desde su conformación como nación. Su propio ex ministro de salud lo denunció ante la Organización Mundial de la Salud por llevar adelante un genocidio. Contra todo protocolo y recomendaciones utiliza la pandemia como método de enfrentamiento y manda a la gente a la calle. Es lo que haría Macri si estuviera en el gobierno, lo que haría Vargas Llosa, al promover que debe seguir la vida normalmente para que no caiga la economía.

Bolivia, con su gobierno de derecha–aliado natural de la Fundación Libertad–en tan sólo 5 meses logró echar por suelo lo que Evo Morales había logrado mejorar en 14 años. Destruyó un sistema de salud que había recibido inversión por parte del Estado y que contaba con atención medica zonal, con médicos cubanos que tras la llegada de Añez fueron expulsados del país. Los números y estadísticas que arroje la pandemia serán de difícil comprobación con un gobierno que miente a cada paso y tiene un control acérrimo de los medios de comunicación.

Colombia es de los países con alta tasa de infectados y víctimas producto del coronavirus. Su economía está devastada al igual que su servicio sanitario, hay falta de planes sociales de cualquier tipo y casi ningún mérito para mostrar al mundo. Reconocido mundialmente como el centro del narcotráfico, allí seguramente nadie podrá buscar culpas en antiguos gobiernos populistas, pues lo gobierna la derecha desde hace al menos 20 años.

Es distinta la situación tanto en Paraguay como en Uruguay, países que no tienen altos niveles de contagios o fallecidos de coronavirus. En Paraguay justifican sus números aduciendo haber tenido una actitud prudente y cuidando muy activamente las fronteras para evitar el ingreso de infectados de otros países. Esta estrategia sí es para reconocer y se da de bruces con el pedido de la derecha regional que plantea la libertad absoluta con mínima participación del Estado. 

En el caso de Uruguay es necesario recordar que el Frente Amplio uruguayo, fuerza que también es criticada por los grupos de derecha nucleados en la Fundación Libertad, gobernó este país hasta prácticamente el inicio de la pandemia,lo que permitió encontrarlo bien parado para profundizar determinadas medidas. No fue por aplicar nuevas políticas sino por lo que dejó el Frente Amplio funcionando, y pese a que en poco más de un mes ya generó daños en el sistema de salud y servicios que tiene Uruguay.

En definitiva, toda la serie de mentiras y falsos paradigmas que utiliza la derecha iberoamericana para criticar a los gobiernos populistas, claramente identificados en su misiva con Cuba, México, Venezuela, Argentina y España, tiene como objetivo defender las imágenes desdibujadas de personajes perdedores en las urnas. Basta recordar tan sólo en esa nómina a Macri, Vargas Llosa o Rajoy, que hoy son desconocidos en la política local por la propia gente y que por sus posturas medievales quedan fuera de todo debate serio.

La historia es de aquellos que por prepotencia de trabajo, sensibilidad y seriedad logran ponerse por encima de intereses personales o sectoriales y gobiernan para todos, buscando el bienestar y desarrollo de sus países y de su gente. En esta tarea está claro que tanto a los que llaman populistas están haciendo mejor las cosas que muchos de aquellos que hace años se paran como defensores del libre mercado y la libertad y hoy sólo desparraman muerte, injusticia y caos económico, encabezado por los EE.UU. de Donald Trump y sus socios sudamericanos.