Periodistas contorsionistas

19 de julio, 2020 | 00.05

Alberto Fernández anunció una salida progresiva del aislamiento estricto junto al jefe de gobierno porteño y los gobernadores de la provincia de Buenos Aires, Río Negro, Chaco y Jujuy. Lamentablemente, Gerardo I, visir de la Puna, maharajá del Potosí, marqués de Ledesma, León de Tilcara, Apóstol de La Paz, Zar de los Siete Colores, califa de Humahuaca, Martillo de Herejes, Protector de la Justicia, Orgullo Radical y Azote de Dios, no aclaró si dicha salida progresiva incluiría la libertad de Milagro Sala, encarcelada por incitación al acampe, condenada en primera instancia por un escrache telepático por interpósita persona ausente y en preventiva desde hace cuatro años y medio.

El anuncio de la flexibilización de las restricciones sanitarias generó una inmediata reacción entre nuestros periodistas serios. Luego de operar durante meses contra la cuarentena en nombre de la libertad, la Constitución y la angustia existencial de los runners; nuestros periodistas serios empezaron a denunciar el aumento de casos y la falta de camas, en nombre de la vida y la salud. Son jugadores de toda la cancha.

Podemos imaginar un nuevo Nado Sincronizado Independiente (NSI, por sus siglas en inglés), en el que Jony Viale, Luis Novaresio, Viviana Canosa, Eduardo Feinmann, Cristina Pérez y tantos otros periodistas independientes se indignarán al unísono por esas muertes que ya no pondrán en duda. No descartamos que convoquen a un nuevo Banderazo espontáneo- esta vez a favor de la cuarentena- para denunciar que el gobierno antepone la economía a la vida: “¡Derecho a la vida desde la concepción hasta el Obelisco!”.

El conflicto entre el gremio de Camioneros y Mercado Libre generó otro momento de indignación entre nuestros periodistas serios. La pelea tiene que ver con el encuadre de unos 600 trabajadores de la empresa que, según el sindicato, permite reducirles el sueldo e incluso inscribirlos como monotributistas. Juan Martín de la Serna, CEO de Mercado Libre, explicó por su lado que “Camioneros quiere aplicar un convenio de 1989, el 95% de nuestros empleados no había nacido en ese momento.” Esperemos que Juan Martín nunca se entere que muchas mujeres que no habían nacido cuando se promulgó el sufragio femenino en 1947 pretenden votar. Al parecer, la modernidad para nuestro establishment consiste en volver al yanaconazgo pero con latte en mano.

Ayer se cumplieron 26 años del atentado a la AMIA. Dedicamos los primeros 10 en descubrir la maniobra de encubrimiento lanzada desde los servicios, la justicia federal e incluso el propio gobierno. La segunda década transitó de la mano de un fiscal inútil que dedicó los recursos generosos con los que dispuso a recorrer el mundo y seguir el guion entregado por esos mismos servicios, locales y extranjeros, que se dedicaron a empantanar la investigación. Su legado fue una denuncia penosa, referida al Memorandum con Irán: el intento imaginario de encubrir un atentado ocurrido veinte años antes a través de un acuerdo votado en el Congreso. Esperemos que esta vez la investigación nos permita al menos no seguir padeciendo los estragos de “los sótanos de la democracia”, según las palabras de Alberto Fernández.

Hace 10 años, en la madrugada del 15 de julio del 2010, Argentina se convirtió en el primer país de América Latina y el sexto en el mundo en reconocer el derecho a contraer matrimonio a personas del mismo sexo.

La medida generó en aquel momento esa terrible confrontación que nuestras almas de cristal suelen desaconsejar en política. El oficialismo y varios aliados de la oposición prefirieron avanzar con un tema ríspido que en lugar de unir, dividía a los argentinos. Muchos cuestionaron el momento, la forma, los modos, la velocidad. Había que esperar, encontrar consensos amplios, no apurarse, analizar, seguir dialogando, nombrar alguna comisión de sabios, ir viendo. Otros anunciaron calamidades inminentes, el tráfico “de óvulos, espermas y vientres”, y hasta la destrucción de la familia. Hacia el final, al sospechar que el resultado podía ser adverso, algunos opositores al Matrimonio Igualitario propusieron el paliativo de la Unión Civil, algo idéntico, casi igual, muy parecido, que incluiría los mismos derechos pero se llamaría diferente, dejando la palabra matrimonio para el contrato que une a un hombre y una mujer, como Dios manda.

Por suerte, los psiquiátricos, los extremistas, los alérgicos al diálogo, las instituciones de la Federación Argentina LGBT, no aceptaron la estigmatización de un nombre diferente y exigieron un derecho elemental que el Código Civil les negaba. Como ocurrió con el sufragio universal o con el divorcio vincular, el Congreso no fue ajeno a la presión de la calle: hacía rato que la sociedad ya había decidido, sólo faltaba que esa decisión se tradujera en ley. 

Asombrosamente, el Matrimonio Igualitario no incentivó el tráfico de óvulos, espermas y vientres, y tampoco destruyó a la familia sino todo lo contrario: permitió que más parejas pudieran casarse y protegerse. Que hoy todos reconozcan la virtud del Matrimonio Igualitario, incluyendo a quienes votaron en contra, es una gran lección a futuro: las ampliaciones de derechos siempre generan confrontación al ser lanzadas pero no suelen tener vuelta atrás luego de ser implementadas.

 

Imagen: Periodista seria practica su próxima contorsión (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED

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