Si estuviste más o menos informado estos años de pandemia te tienen que haber generado más dudas que certidumbres. Desde la aparición del coronavirus COVID-19 en Wuhan, China, las certezas han durado muy poco.
Parece lógico si recordamos que era un virus nuevo y poco sabíamos de su forma de transmisión, su gravedad real, sus posibilidades diagnósticas, terapéuticas o pronósticas. Pero lo que quizás generó más sorpresa no era el hecho de las dudas lógicas sino de las afirmaciones públicas, a veces temerarias, repetidas en tono concluyente y luego rápidamente desmentidas.
Recordemos: se aseguró que el virus provenía de un murciélago (en sopa o no es irrelevante), quizás con el paso por un mamífero intermedio, y que de ninguna manera podía ser un virus escapado de un laboratorio. Hoy eso ya no está tan claro.
Se afirmó que el virus se trasmitía por contacto directo cercano y por la contaminación de las manos o elementos tocados por ellas. Hoy se asegura que es principalmente por transmisión respiratoria, luego de las toneladas de alcohol en gel y sanitizantes mediante.
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Se dijo que los barbijos quirúrgicos debían usarse sólo en ámbitos sanitarios. Hoy se recomiendan para toda la población. Mientras tanto, aparecieron numerosos tratamientos cuasi milagrosos, como la hidroxicloroquina, el remdesivir, la ivermectina, el plasma de recuperados, que hoy ya sabemos que no sirven. Por el contrario, otros tratamientos como los corticoides, los inhibidores de la IL9, los antitrombóticos, nuevos antivirales (Molnipuravir, de Merck, o Ritonavir de Pfizer, y vendrán más), técnicas respiratorias, de sostenimiento hemodinámico, de sustitución renal, son fundamentales para disminuir la letalidad.
Escuchamos pronosticar que el virus mutaría hacia formas menos agresivas y desparecería en algún momento, como había pasado con el SARSCOV1 y el MERS, pero hasta ahora no solo esto no ha pasado sino que cada nueva mutación ha sido más contagiosa y no menos letal.
Se vaticinó que el mundo iba a compartir las vacunas por un mecanismo solidario de las ONU denominado COVAX, pero los laboratorios no le entregaron a este mecanismo más del 2 % de su producción y la distribución siguió un modelo absolutamente no solidario.
Ahora sabemos que el criterio no fue el riesgo que corría la Humanidad sino la posición geopolítica de sus gobiernos y de la capacidad de pago de los mismos, lo que ha generado no sólo países sin vacunas sino continentes sin ellas. Esa es la razón por la cual el virus mantiene una capacidad de mutación activa con reintroducción de las nuevas variantes, cada vez menos sensibles a las casi ya “viejas” vacunas que estamos usando.
Si además sos de Argentina, escuchaste a varios políticos y comunicadores afirmar además cuestiones peores. Recordemos: te dijeron que la pandemia era una mentira inventada por el Gobierno peronista para obligarte a quedarte en tu casa en cuarentena. Que las restricciones al tránsito no fueron útiles. Luego que “algunas” vacunas no servían y envenenaban, pero “otras” sí servían (claro esas eran las que el gobierno nacional no había adquirido aún). Y cuando fueron compradas por el Gobierno nacional dijeron que se necesitaban sí o sí 2 dosis, porque era mejor vacunar con 2 dosis a menos gente que con una a más población, sólo porque el Gobierno, y el sano juicio digamos todo, indicaba lo contrario.
También escuchaste decir que había que cerrar las fronteras e inmediatamente después que lo hizo el Gobierno nacional dijeron que tenías que traer inmediatamente a los compatriotas que sufrían el exilio forzoso y que sin turismo receptivo la cosa no se reactivaría.
Leíste decir que el Gobierno nacional tenía que acordar con los laboratorios a “cualquier precio” pero después se quejaron de las cláusulas de confidencialidad, de la prórroga de jurisdicción y de la supuesta indemnidad que muchos laboratorios exigieron como parte de pago.
Dijeron que las vacunas debían ser aprobadas por entes regulatorios “serios”, pero desconocieron las indicaciones del ANMAT, que hasta ahora ha demostrado absoluta responsabilidad.
Trataron de convencerte que había que conseguir vacunas a “cualquier precio” para poder vacunar a los adolescentes de grupos de riesgo, pero después que se obtuvieron querían al menos 500.000 niños chinos vacunados con Fase 3, no estudios puentes, para que ANMAT autorice a vacunar a los niños de entre 5 y 11 años.
Imaginate dónde estaríamos si el Gobierno nacional se hubiera entretenido en responder cada una de las incongruencias planteadas durante la pandemia.
Claro que hemos cometido errores. Y está claro que con que ese nivel de incertidumbre que desató la pandemia en el mundo, no quedó nadie -ni gobierno ni funcionarios- que no hayan avanzado y retrocedido. Pero estoy convencido que la sociedad ha soportado un aluvión de críticas interesadas que han sido exageradas.
La pandemia no ha terminado, las nuevas variantes, el otoño europeo así lo demuestran. Pero permítanme ser optimista, no todo vuelve a comenzar, el virus mutará, pero no es un nuevo virus desconocido como hace 2 años, no para la ciencia, no para la medicina, ni siquiera para nuestro sistema inmune, (anticuerpos y células inmunes). Lo peor ha pasado.
Lo más importante es que hayamos aprendido algunas lecciones. Quizás dos que puedan servir: nadie se salva solo de esta pandemia, y la otra, no todo vale en política, al menos en política sanitaria. Que así sea.