La escena ocurrió la semana pasada (y se repetirá en esta) y bien puede ser el resumen de mucho más que un par de preguntas y respuestas. Por iniciativa de su presidente, Sergio Massa, concurrieron a la Cámara de Diputados un grupo de empresarios de laboratorios productores de vacunas contra el COVID-19, para responder preguntas de diputados y diputadas de la Nación vinculadas en particular a la distribución de la vacuna. La situación de angustia que se vive a más de un año en pandemia, hace razonable que los representantes del pueblo puedan consultar a los responsables privados o bien de la distribución o bien de la producción de la vacuna en la Argentina. Como iniciativa parece un acto en favor de trasparentar información de enorme importancia pública.
Pero el desarrollo del encuentro no fue siempre por esos andariveles. Hubo preguntas para llevar mejor información a la población en general y tener un cuadro más claro sobre el proceso por delante. Pero también hubo de las otras. Algunos diputados de Juntos por el Cambio casi interpelaron al gerente del laboratorio Richmond, Marcelo Figueiras, acerca de la producción de la vacuna Sputnik V en la Argentina. Ello sucedió mientras algunos periodistas que no suelen estar lejos del macrismo, sembraron durante días la idea que lo que se iba a realizar en Argentina era un simple proceso de envase de la vacuna; algo así como que llegaban bidones de la vacuna y acá se la ponía en frasquitos. El mismo Figueiras hizo referencia a esa mención, en cuanto que había sido mal recibida por los científicos de la empresa. En ese marco previo entonces, los legisladores de JxC le realizaban preguntas cuestionando al laboratorio por el trabajo que se iba a llevar adelante; algunos interrogantes incluso, contenían temas que debían ser respondidos por la autoridad sanitaria, el Ministerio de Salud, y no por un particular.
En algunos momentos pareció estar cerca del hostigamiento. Algo semejante, aunque en otra dimensión, sucedió con el gerente de Pfizer: el macrismo había instalado sin ningún tipo de pruebas la versión del pedido de coimas al laboratorio o bien la exigencia del gobierno a la empresa de poner un intermediario local (como si ambas cosas fuesen lo mismo, lo cual fortalece lo inverosímil de toda la acusación). El laboratorio de origen norteamericano desmintió ambas cosas, como ya lo había hecho, pero la existencia de la anterior declaración de la empresa, no iba a arruinar los planes del macrismo, subido a fantasear hechos. Así, en la semana los mismos actores comenzaron a hablar de “capitalismo de amigos”, de negociados, instalando otras sospechas a medida que el proceso de vacunación crece a un ritmo más notable en los últimos días. Que la oposición se ocupe de criticar las políticas del gobierno es razonable; que siembre miedo en medio de una pandemia al límite de sabotear políticas es un proceso desconocido, y peligroso, en nuestra democracia reciente. Sin embargo, el contenido de las afirmaciones que antes se mencionaron, no son ajenas a la tradición del liberalismo que nos tocó en suerte.
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En efecto, no es la primera vez que escuchamos en boca del macrismo, como antes de otros exponentes del mismo espacio ideológico, un inexplicable enojo y rechazo a iniciativas de producción local de anclaje indudablemente capitalista. El peronismo desde sus orígenes y salvo en los 90 cuando abandonó su propio programa, estimuló la producción de bienes y servicios para abastecer al mercado local y también diseñar estrategias exportadoras; todo eso con un rol activo del Estado, incluso en algunas áreas como productor. Ese modelo, que en ocasiones no dejó de enfrentarse a distintos problemas como la restricción externa, es curiosamente el que el liberalismo local ha combatido porque su proyecto es otro, uno que carecen de cualquier idea de Nación.
El notable sociólogo chileno Enzo Faletto, uno de los más destacados en la región en el siglo XX lo resumió con notable claridad: “Gran parte de las políticas desarrollistas se han propuesto consolidar y favorecer una burguesía nacional, con el supuesto fin de contribuir a los procesos de autonomía política nacional. No obstante, frecuentemente dichos sectores prefieren una fórmula de asociación con el desarrollo capitalista internacional a ser independientes”. Muy recomendable la lectura del texto, uno de sus últimos trabajos, aquí. Esa frase resume décadas de conflictividad respecto a las dificultades para el desarrollo en la región; el liberalismo local antes que generar un proyecto de desarrollo nacional, que fortalezca un mercado interno, ha preferido idear estrategias que vinculen a las clases favorecidas con el capitalismo global, muy claramente en las últimas décadas con el sector financiero.
Por eso el rechazo a lo que Aldo Ferrer denominaba la densidad nacional, u otras propuestas semejantes, porque sencillamente no hay proyecto de Nación, es decir, de una sociedad democrática e inclusiva, sino apenas una pequeña comunidad de negocios, cuya mirada estará siempre puesta en otros horizontes antes que en articular proyectos productivos que provean empleos, bienes y servicios. De allí decir que aquí “solo se envasarán las vacunas”, de allí pensar que cualquier iniciativa de producción nacional es capitalismo de amigos. Nuestros liberales se oponen a un capitalismo con anclaje nacional porque antes que representantes de su propia sociedad, son delegados de la globalización financiera, amantes de la desregulación estatal y de las salidas individuales. No hubieran sido tan inquisitivos si quienes se sentaron en la Cámara de Diputados, hubieran sido titulares de cuentas off shore. Ese es el único capitalismo que desean.