Si no se metía un freno de mano, el sistema sanitario de Rosario chocaba. El estado de situación es que luego de 6 meses la ciudad está viviendo un intenso ascenso de la curva de contagios, de pacientes aislados, de internados y de personas en situación crítica que no se había dado nunca desde que llegó la pandemia del COVID-19. En este marco, hubo dos decisiones del gobierno provincial en las últimas horas con el objetivo de evitar el colapso: vuelta de fase y cambio en el modo de diagnosticas positivos. Creen que en un período de entre 10 y 14 días se notará el impacto en los números diarios.
Los elementos de coordenadas de esta situación que es cada vez más grave son tres: fuentes del Ministerio de Salud de Santa Fe indicaron a El Destape que en Rosario hay un testeo positivo del 50% cada 100 pacientes que van con síntomas al consultorio ambulatorio; que el R0 es 1,5, es decir que cada caso confirmado está contagiando a una persona y media más, mientras la media provincial es de 1,38; y la duplicación de los contagios que se está replicando cada 9 días (en la provincia es 11). Ese combo está provocando un número alto de internaciones clínicas COVID para piso de terapia intensiva. Rosario ya tiene ocupadas el 80% de las camas críticas de adultos en terapia intensiva en el sistema público. El privado está en el 67%.
Por eso, Perotti no lo dudó y tocó el botón rojo en el sur provincial. Por un lado, en Rosario y otras localidades se volvió a una fase intermedia entre la 1 y la 2: sigue la industria y los negocios llamados esenciales, como los de venta de alimentos, farmacias y ferreterías con horario reducido; mientras que el sector comercial no esencial y gastronómico está limitado a vender por take away y delivery, y se restringió la actividad deportiva, pero siguen las caminatas recreativas. También continuarán prohibidas las reuniones sociales, y cerraron los shoppings y peluquerías. Hubo, de nuevo, sectores comerciales que protestaron con efusividad pero de forma menos numerosa que las anteriores.
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La población rosarina se debate entre el miedo, la responsabilidad y la rebeldía. El control se delegó casi en su totalidad en los agentes municipales, que revisan los corredores y también desalojan el espacio público donde ciudadanos fatigados y/o inconscientes se siguen congregando. Hay pocos policías en las calles controlando que se cumpla el decreto 944/20 del gobernador Omar Perotti. La orden para el trabajo de calle es hacer docencia, explicar, advertir, pero no sancionar: la provincia tiene claro que la población está sensible y no quiere pelearse con el vecino común, mientras siguen desbaratándose fiestas clandestinas por ser posibles focos de contagio.
Volantazo
Por otra parte, las autoridades sanitarias cambiaron los criterios para considerar caso confirmado en Rosario y otros lugares con circulación comunitaria de COVID-19. Todo contacto estrecho de un positivo que tenga dos o más síntomas será ahora diagnosticado como contagiado sin hisoparlo. La decisión obedece a una intención de no sobrecargar el sistema en general: no saturar los laboratorios que estaban con demoras para responder a los testeos, y una acción más rápida de los equipos médicos.
Es que la enfermedad tiene como característica un tiempo más prolongado de internación respecto de otras afecciones, que en los pacientes graves toma entre 2 y 3 semanas. “Es como tener una playa de estacionamiento por hora, y un día de repente solo es por estadía, se ocupa todo y no se descomprime. Tenés 40 posiciones, antes atendías 400 autos y ahora no podés más", dijo a El Destape Roberto Villavicencio, presidente de la Asociación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales Privados de Rosario.
La gran dificultad, entonces, se produce en las altas, ya que los enfermos no se van a la casa y se quedan internados. "El problema es que en el futuro los pacientes nuevos que ingresan con patología grave y severa que necesitan soporte crítico y respirador no puedan tener lugar. Todas las medidas que se toman en distanciamiento y aislamiento están fundamentadas en que no colapse el sistema", explicó el médico.
Hoy, la mitad de los pacientes que consultan de forma ambulatoria se vuelve a su hogar con señales y signos de alerta, tiene que tomarse la temperatura y chequearse los otros síntomas y si tiene modificación o agravamiento de los mismos, toma contacto nuevamente con la institución y si es necesario se lo interna. De los que dan positivo, el 85% no tiene síntomas. De los que tienen, 10% no requiere internación; 3,5% debe internarse por una o dos semanas y se recupera; y solo 1,5 son casos graves que precisan el soporte de terapia crítica, de los cuales la mitad se recupera y la otra mitad fallece.
Médicos cansados
Además de las camas, los recursos humanos es otro de los factores que puede determinar un desborde del sistema. Este lunes se produjo en la ciudad de Esperanza la segunda muerte de un médico por coronavirus en la provincia en 48 horas. El anterior había sido en San Lorenzo. La situación provocó que el sindicato Amra ponga el grito en el cielo sobre las condiciones de trabajo.
“No es que no hay médicos. Es que se los quieren contratar en negro y por dos pesos. Nadie está dispuesto a trabajar en esas condiciones. Estamos agotados psíquica y físicamente”, bramó la secretaria gremial Sandra Maiorana. El sector tiene personal en licencia por estrés, que se suma a la gran cantidad de contagiados (el Colegio indica que son 260 en el Gran Rosario), y además solo ha percibido un bono como aumento salarial en todo el año.
Maiorana advirtió a El Destape que en Rosario “hay camas que se necesitan y no se pueden habilitar porque no hay recursos humanos. Estamos hartos. Nadie nos reconoce ni nos cuida”, lamentó. En tanto, advirtió que “no sabe” si en algunas semanas “va a haber lugar donde internar a la gente”, ya que reveló que una funcionaria de Salud le reconoció que “se esperaban 20 mil contagios en la provincia y ahora creen que serán 40 mil”. Cabe recordar que Rosario lleva alrededor de 6 mil casos positivos de un total de 12 mil provinciales. Un panorama cuanto menos complicado.