Esta semana hemos vivido hechos graves e inusuales. La bonaerense levantada de sus mandos reclamando en la calle. ¿Acecharon a la democracia? En verdad, lo que desvela a la Argentina toda y por lo tanto su gobierno democrático, es la profunda crisis social generada por el macrismo y agravada eventualmente por la pandemia. La misma tiene diversas manifestaciones, sean estas la ocupación de tierras o el reclamo policial. Pero también hay millones de argentinxs que acompañan paciente y esperanzadamente las políticas públicas en marcha para contener los efectos devastadores de una situación sanitaria global originada por un virus, pero agravada por la visión de mercado que viene dominando el mundo de la salud desde hace por lo menos 40 años a escala global donde las corporaciones han tenido mas voz (y mucho mas “voto”) que los pueblos y sus gobiernos.
Actores de la política y analistas de diverso calibre desde diferentes espacios critican al gobierno nacional esgrimiendo diversas razones: no se previó la asonada policial, no se ha sancionado enérgicamente a los cabecillas, se ha tolerado que rodeen la quinta presidencial de Olivos mientras otros dicen que está desorientado y pegándole a las sombras. Unos buscando marcar errores con la sincera intención de brindar apoyo político a un gobierno de coalición, los otros se dividen en dos grupos: los que buscan sacar tajada interna de un traspié y los que pretenden realmente que el gobierno se debilite e inclusive se caiga.
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Sin embargo, el Pueblo Argentino tiene mucha espectativa positiva (la misma o mas que el 18 de mayo o el 27 de octubre de 2019) en que cuando retornemos a la vida en el espacio público la reactivación económica con inclusión social permitirá retomar el camino de mejoras para TODOS los sectores que marcaron los gobiernos de NK y CFK durante mas de 12 años, abruptamente cancelado el 10 de diciembre de 2015 por cuatro años consecutivos de empeoramiento.
Decimos cuando retomemos la vida en el espacio público y no los habituales “pospandemia” o “vuelta a la normalidad” por tres motivos: 1. nos resistimos a llamarla “vuelta a la normalidad” ya que de ninguna manera puede considerarse normal a escala global una situación en la cual el 1% de la población concentra mas del 50% del ingreso y la riqueza mundial; 2. no puede considerarse normal el descalabro salarial, inflacionario, de tarifas, jubilatorio, cambiario, de pobreza, de endeudamiento, de finanzas públicas, del funcionamiento del sistema de administración de leyes, del sistema de “inteligencia” y de las finanzas provinciales que provocó Macri y su equipo, destruyendo la vida de lxs argentinxs y la activada productiva; 3. La pospandemia ya comenzó cuando Techint decidió despedir a 1.500 trabajadores en medio de la crisis sanitaria global; y finalmente porque no queremos abusar de la sabiduría de Horacio Gonzales que brillantemente denominó al tiempo por venir la “vuelta a la polis”. Expresión, sin duda, mucho mas adecuada que todas las anteriores
Lo cierto es que al calor de estos hechos y por otras razones a la vista, hay una clara estrategia destituyente de lo algunos simplifican como “la derecha” y que en la realidad no es solo una fuerza política reaccionaria como cambiemos y el radicalismo degradado. Es ante todo un entramado que incluye al poder económico concentrado, el poder mediático comercial, parte del poder “judicial” y la estrategia geopolítica de EEUU en esta etapa de la dictadura del capital patriarcal y depredadora.
¿Qué hacer ante el reclamo provocador y extorsivo de la bonaerense? ¿Era ocuparse de “restablecer el orden” el único objetivo a tener en cuenta un buen camino? ¿Fue solo un reclamo salarial lo que vimos esta semana?
Sin duda hay respuestas para todos los gustos, pero a nuestro juicio, y dado el cuadro de situación, la decisión que expresó y ejecutó con determinación y claridad el Presidente de la Nación ha sido una adecuada respuesta política a los hechos vividos y los intereses que se mueven detrás de los mismos. Se ha logrado contestarle a los alentadores y promotores del conflicto con medidas que permiten enfrentar las verdaderas razones que han generado el caldo de cultivo que hoy aprovecha el entramado opositor que excede la política “visible”. Mas aún, la reacción del gobierno se enlaza con las propuestas de campaña del Presidente arropándolas con una legitimidad profunda, además de su legalidad intrínseca. Sin perder de vista que Alberto Fernández venía expresando la problemática de la desigualdad fiscal entre jurisdicciones con frecuencia en sus intervenciones públicas.
El abuso de autoridad con que Macri ejecutó el traspaso de la policía al Gobierno de CABA fue la otra cara de la misma moneda centralista y antifederal con la que Menem traspasó los servicios de educación a las Provincias en los 90s. En estos traspasos las obligaciones presupuestarias no fueron acompañadas de ningún fondo para atenderlas, en el traspaso de Macri a Larreta fue con mucho mas dinero del necesario (como fue reconocido públicamente por el entonces Ministro de Interior, Frigerio que prometió que eso se subsanaría y terminó su gestión sin hacerlo).
Por supuesto que no es solo una cuestión de federalismo en términos institucionales. También, y mas grave aún, ambos traspasos se han constituido en mojones del empeoramiento de la distribución del ingreso en nuestro País. Tanto durante el gobierno de Menem como en el de Macri, el uso del presupuesto público y las políticas gubernamentales en general fueron causa directa de mayor desigualdad y pobreza. Privatizaciones de servicios públicos y tarifas delirantes, endeudamiento y servicios de deuda, privatización o cambios en el sistema jubilatorio, desarticulación del Estado como proveedor de salud y educación, exclusión y desempleo marcan un fuerte correlato entre ambos gobiernos. Graves, pero por supuesto incomparables con el daño producido por de la Rúa, Cavallo, Patricia Bullrich, Sturzenegger y Gerardo Morales como funcionarios destacados de la Alianza que (junto con el FMI) casi terminan con la Argentina como nación y república. A la democracia la aniquilaron con los 49 muertos de la brutal represión y el estado de sitio de diciembre de 2001.
El Gobierno con su decisión de redistribuir fondos (que NO son de la coparticipación) cambió instantáneamente el escenario político. Pasó de estar a la defensiva a proponer una solución muy coherente con su naturaleza, ocupando el centro de la escena con una iniciativa política que durante largos meses vino madurando.
Es de toda lógica plantearse que en esta profunda crisis, los que mas deben aportar son los que mas tienen. Es elemental que a la “contribución de las grandes fortunas” le siga un reajuste en el apoyo que la Nación brinda a las Provincias, eliminando parcialmente los privilegios de la Ciudad de Buenos Aires que como señalara el Presidente Alberto Fernández tiene un ingreso por habitante 5 veces superior a la Provincia. Ya esto había sido planteado en público hace años por Máximo Kirchner cuando comparaba los recursos fiscales per cápita entre la CABA y el Partido de La Matanza.
Ahora estamos parados en un escenario distinto. Y se ha recuperado la iniciativa, sin que ello signifique que los peligros que acechan al gobierno nacional y popular hayan desaparecido. No podemos hacer como que “nada pasó”. No solo porque la imagen de patrulleros policiales rodeando la Quinta Presidencial de Olivos agreden a la Democracia y la República, sino porque lo hacen en un momento particularmente sensible.
¿Los problemas salariales de la fuerza comenzaron en 2020? ¿Por qué no se produjeron reclamos de este tipo en los últimos cuatro años? Mas aún, pareciere que la bonaerense no ha tenido una actitud de este tipo nunca antes. Es razonable compatibilizar un reclamo salarial de un sector no sindicalizado (y por lo tanto menos “organizado”) con los patrulleros en Vicente López. Si justamente una de las dificultades que se expresaron es que no había unidad de interlocución.
Con todo esto, más manifestaciones públicas de actorxs de la política sumado con la actitud obstruccionista de la oposición en lo legislativo queda claro que cundo suena el río agua trae. Reclaman siempre lo que no hacen. En 2010 no permitieron desde el Grupo A que el gobierno tuviera Presupuesto. Hoy quieren decidir que solo se trate lo que ellxs quieren y que un supuesto “consenso” demuela el demoledor resultado electoral de 2019. Si… demoledor. Es casi imposible que un(a) presidentx en ejercicio no gane la reelección. Macri ni llegó a la segunda vuelta. En nuestro país el 100% de quienes se presentaron ganaron. Es cierto, fueron solo dos. Una muestra pequeña. Pero ambos ganar muy holgadamente. Pero bueno… en los EEUU, país “serio” si los hay para nuestra clase “civilizada” hay que volver la vista hasta la elección de 1992 para encontrar un presidente que no haya reelegido. En ese caso fue Bush hijo quien fracasó. Desde 1930 solo 4 presidentes que se postularon no reeligieron (Hoovert contra FDR, Ford contra Carter, Carter contra Reagan, Bush contra Clinton). Entre 1800 a 1930 solo fueron 6 los incumbentes que se presentaron a una elección y perdieron. Es decir: hay que hacer un gobierno muy mediocre y fracasar estrepitosamente en la gestión para hacer tan mala elección como la de Macri en 2019, que ni siquiera llegó a segunda vuelta.
Claro, no tiene sentido enfrentar a la sedición sólo con buenas razones ni es suficiente denunciar el carácter antidemocrático y dictatorial que asume el capital concentrado mediante diversas manifestaciones incompatibles con la democracia. Más aún en un tiempo de desmovilización social y contexto de pandemia. Es necesario tomar acciones que permitan solucionar los problemas mas urgentes del pueblo, acumular capital político y acelerar la dinámica de gestión. Estas son las claves para modificar la tan desfavorable correlación de fuerzas que rige siempre para el campo nacional y popular.
Es necesario desplegar en toda su dimensión y con mucha energía el programa que llevó al Frente de Todos al gobierno. Enfrentar con decisión el dramático problema habitacional, que no puede esperar ni siquiera a la construcción de viviendas y que pasa por la asignación universal de tierra con infraestructura para la construcción de casas.
Y sin dudas hay una argentina posible con su mercado interno a todo ritmo. Porque las exportaciones son importantes, pero el “modelo exportador” significa salarios bajos y exclusión social. Significa también desindustrialización, pérdida de puestos de trabajo y anulación de nuestras empresarias y empresarios. Las finanzas públicas son importantes, pero son solo una herramienta. Cuando en una caída de la economía se pretende la “austeridad fiscal” el resultado es el que provocó la Alianza con el FMI mediante la ley de déficit cero (o lo que viene sucediendo en Grecia hace mas de 10 años). El sonsonete de la “flexibilización laboral” ha estado acompañado empíricamente por caídas en el nivel de empleo cada vez que se impuso. La búsqueda de restringir los sistemas previsionales (y su privatización total o parcial) solo han traído dolor familiar y restricción a la dinámica económica, mientras sus ideólogos no se ponen colorados por los pagos monstruosos de intereses para los que usan los fondos “liberados”. Estas ideas zombis continúan circulando. Sobre todo en el FMI. Este es el desafío cuando volvamos al espacio público, no dejar que los zombis nos coman los sesos.
El desarrollo del mercado interno necesita, entre otras cosas, mayor igualdad. El gobierno ha dado un paso importante en ese sentido. Queda mucho camino por recorrer. Ante la buena respuesta del Gobierno es importante no caer en la ilusión de que “acá no ha pasado nada”.