Con la votación de la ley Bases, la UCR expondrá, una vez más, las distintas construcciones políticas que germinan en su interior. Una batalla que va desde el levantamiento de las banderas históricas del partido hasta la posibilidad de generar, a futuro, una alianza electoral con la extrema derecha en el país. En el Senado, Martín Lousteau es el que expresa la intención boina blanca de alejarse de la coalición entre La Libertad Avanza y el PRO mientras que, en Diputados, el exponente es Facundo Manes. El porteño, en la Cámara Alta, dará quórum pero defenderá su propio dictamen.
En paralelo, en las calles, habrá dirigencia radical manifestándose contra la ley Bases. En principio, no será una convocatoria institucional, sino de algunas agrupaciones, como la Corriente de Opinión Nacional, cuyo referente es el histórico Federico Storani, la Fundación Arturo Illia, la Ricardo Rojas y la Sergio Vrancachoff, además de otros dirigentes como Agustín Rombolá, ex presidente de la Juventud Radical CABA, que lo hará a título personal.
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Institucionalmente, se hizo difícil convocar a alguno de los órganos radicales producto de las distintas visiones que conviven no sólo en el partido sino entre la dirigencia, la militancia y sus gobernadores. Para evitar problemas, para eludir escraches, en principio no habría un llamado orgánico, pero sí presencia. Lousteau, y varios dirigentes históricos (y no tanto) que acompañan el rechazo a la ley, consideran que es necesario establecer un vínculo entre la conducción y las bases que no apoyan las iniciativas de Javier Milei y que ven en sus diputados, senadores y gobernadores una negociación que no los representa. A algunos les podrá llegar el mensaje de la calle.
Los halcones, los que quieren darle la herramienta al presidente, los que incluso podrían pensar en una coalición electoral con la derecha, subestiman el movimiento de los históricos, a quienes califican de “EX” referencias, con nula incidencia en las actuales decisiones políticas. Los históricos conocen esa jugada pero remarcan que “hay mucha militancia que acompaña” su posición.
Para Storani, la decisión de Lousteau de rechazar el DNU 70/2023 fue importantísima y, más allá de no haber contado con muchos votos para acompañar su posición, tiene que marcar el rumbo y una visión radical clara frente a las medidas del gobierno porque la percepción social – y política – ya empezó a cambiar.
La mayoría de los senadores responde a gobernadores, por lo tanto no resulta extraño que opten por acompañar lo que demanda el presidente. Pero en el bando histórico consideraron necesario sentar una posición firme ahora, ante la debacle del gobierno y frente a los pasos erráticos.
En una entrevista con LPO, Storani reconoció que –él y otros– pagaron costos políticos por estar en cada una de las manifestaciones populares que se hicieron, con la intención de reafirmar su rol de oposición. Para él, el mapa actual abrió la chance de reconfigurar fuerzas políticas en base a afinidades políticas, algo en lo que ya están trabajando los más opositores a Milei pero que todavía necesita esperar para mostrar resultados. En esa construcción, sostuvo, el Grupo Malbec de los gobernadores halcones no encaja la posición de quienes podrían acordar con el Gobierno. Es “una línea que no expresa el radicalismo histórico, con aspiración de poder”, lanzó en esa nota.
La UCR tiene una discusión interna no resuelta entre estos dos bandos. Los cercanos a las ideas expresadas por Lousteau y Manes consideran que, de un lado, están los que quieren que el partido recupere identidad y protagonismo. Del otro, cuestionan, los que aspiran a ser furgón de cola de los libertarios. Milei ya manifestó que, así como lo tiene a Luis Petri en el Gabinete, otros podrían sumarse a un proyecto conjunto que también incorpore al PRO. Una pelea no resuelta dentro del macrismo.
En esa puja intestina, los opositores a Milei no encuentran camino alguno que los conduzca a estar en una construcción electoral conjunta con la extrema derecha. La discusión tiene un antecedente: en 1956, Arturo Frondizi fue electo presidente del Comité Nacional y, un año más tarde, en los comicios para elegir convencionales para la Asamblea Nacional Constituyente, fue mayoritario el voto blanco peronista, proscrito. El dirigente radical avanzó en la intención de incluir al peronismo para captar esas voluntades mientras que Ricardo Balbín no. Surgieron dos UCR, la Intransigente, comandada por Frondizi, y la del Pueblo, por Balbín. ¿Podría pasar lo mismo?
Como sucede después de toda derrota electoral ruidosa y sorpresiva, las internas están a flor de piel, por lo que un dirigente histórico consideró que ganará la visión auténtica del partido y quedarán afuera los que quieran llevarla hacia el margen derecho. En la nueva construcción, una vez más, no se descartaron alianzas con la centro izquierda para ganar volumen electoral.
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No es novedad que se Horacio Rodríguez Larreta puede ser una de las opciones abiertas para generar esos puentes. Nunca se alejó de la política y, si bien en forma germinal, está construyendo, junto a otros, un espacio de centro cuyo éxito aún es incierto. La intención es proponer una alternativa ante el posible fracaso libertario y el rechazo al peronismo K.
En la UCR se está, también, en ese armado incipiente. Si bien los votos en ese sentido son bastante acotados, se confía en que se logrará una construcción más grande con el tiempo. Pero, actualmente, una referencia del partido vio los intentos por condicionar a la conducción desde posiciones cambiantes y difusas que no marcan una línea interna, sino una mera inclinación hacia un sector de la política para entregarle la herramienta electoral. Una fuerza que necesita construir su destino.
En esa búsqueda, están la identidad y la necesidad de encontrar firmeza en las decisiones para afianzarla y atraer a la sociedad que, ante la opción de Milei, puede buscar alternativas que todavía no existen.