Los ansiosos que esperaban escuchar esta primavera definiciones que corresponden al otoño próximo tendrán varios meses por delante para descular qué quiso decir Cristina Fernández de Kirchner cuando se hizo eco de un estadio repleto cantando para que sea presidenta con esa cita de Perón citando a Plutarco que a su vez evoca a Pericles: “Todo en su medida y armoniosamente”.
Si CFK fue deliberadamente esquiva a la hora de hablar de candidaturas, también fue categórica a la hora de plantarse en un sector del tablero político y ordenar alrededor de esa posición al Frente de Todos. No fue un discurso de campaña pero sí el esbozo de una plataforma política que comprometa explícitamente al próximo gobierno peronista, si se ganan las elecciones de 2023.
Aunque no sorprenda, no se puede soslayar: el programa que empezó a trazar en la tarde platense se parece en poco al que lleva adelante el gobierno de Alberto Fernández. Lo dejó claro desde el comienzo de su discurso, que hilvanó los dos asuntos que encabezan la lista de preocupaciones de los argentinos desde hace demasiados años y no encuentran una respuesta en esta gestión: el bolsillo y la seguridad.
No es sencilla la carambola argumentativa que debe practicar la vicepresidenta cuando se pone a cuestionar como opositora un gobierno del que forma parte y es incierta la efectividad de esa pirueta. Tan cierto como que no parece, a esta altura del partido, tener muchas alternativas. Al menos eso es lo que ella percibe, incapaz de torcer un rumbo económico que conduce, indefectiblemente, a otra derrota.
En ese sentido el acto de ayer tuvo varios mensajes con destino en la Casa Rosada. El primero fue la mencionada aclaración de que el proyecto político del peronismo para el 2023 es muy distinto a lo que se hace ahora. El segundo, que todos los sectores están alineados, incluyendo a la columna vertebral del albertismo nonato. Hoy, todos esperan que el gesto del presidente llegue más temprano que tarde.
Que el destino electoral del peronismo está atado, indefectiblemente, a la figura de CFK como eje del dispositivo político (que no es lo mismo que como candidata) es una verdad de perogrullo que algunos cada tanto se distraen o la olvidan, pero a medida que se acerca la fecha de las elecciones mejoran la memoria y la capacidad de atención. El de La Plata fue un ejercicio para esa terapia, un acto memotécnico.
La pregunta pertinente a esta altura del partido es si el presidente será receptivo con el mensaje. Si está dispuesto a hacer, como dijo, todo lo que tenga que hacer para que no vuelva a ganar el macrismo. Cristina, ante más de sesenta mil personas, fue clara respecto a cuál es su receta. El peronismo, por convicción, necesidad, o instinto de supervivencia, dejó en claro que la respalda.