Alberto Fernández busca en Perú dar un nuevo paso en pos del liderazgo de una región convulsionada. Por la ceremonia de asunción del presidente Pedro Castillo, coincidirá con otros mandatarios y cancilleres latinoamericanos, con quienes sostendrá una cargada agenda de reuniones bilaterales. El objetivo: un relanzamiento de la CELAC, la comunidad de naciones de América Latina y el Caribe, el organismo que traza un eje continental sin pasar por Washington, fundado una década atrás y paralizado desde hace media. La propuesta argentina es celebrar una nueva cumbre de mandatarios (la última fue en 2017) en septiembre y obtener los avales necesarios para asumir la presidencia pro témpore el año próximo y desde esa plataforma darle un nuevo impulso a la integración.
Para eso cuenta con el apoyo de su principal socio en este hemisferio: el mexicano Andrés Manuel López Obrador, que hace una semana llamó abiertamente a avanzar en esa dirección: "La propuesta es, ni más ni menos, que construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades. En ese espíritu, no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie, sino mediador a petición y aceptación de las partes en conflicto, en asuntos de derechos humanos y de democracia". Lo hizo ante los cancilleres de toda la región que se dieron cita la semana pasada en CDMX, convocados justamente por la CELAC en un encuentro preliminar a la cumbre de septiembre.
México ocupa actualmente la presidencia rotativa de ese espacio y el impulso de AMLO estuvo acordado con el presidente argentino, que aspira a reemplazarlo. La experiencia reciente en el BID y en la CAF, instancias en las que el país presentó una candidatura y resultó derrotada en elecciones donde el parteaguas fue ideológico, hace que esta vez Fernández busque desde temprano compromisos más amplios. Esta mañana, en Lima, tuvo un primer encuentro con el ecuatoriano Guillermo Lasso, y también está en agenda una bilateral con el colombiano Iván Duque. Además, aprovechó el viaje para reencontrarse con el canciller uruguayo, Francisco Bustillo, cuya amistad lo ayuda a lubricar el complicadísimo vínculo con Luis Lacalle Pou. Delicada diplomacia presidencial.
La CELAC cuenta con la participación de 32 países de América Latina y el Caribe, con la sola excepción de Brasil, que se retiró a instancias de Jair Bolsonaro en el año 2019, y que está invitado a reincorporarse tan pronto como el exmilitar termine su gobierno. Se trata de una instancia de integración política, aunque el gobierno argentino también trabaja para estrechar los lazos comerciales con países que necesitan importar aquello que la Argentina produce. Además, desde el organismo se impulsará un proceso de cooperación en materia de investigación científica, desarrollo sustentable y hasta exploración espacial. El fortalecimiento del bloque también aportará a la estabilidad política en la región y hará contrapeso a una OEA deslegitimada por su participación en el golpe de Estado en Bolivia.
Para Fernández, además, es una nueva oportunidad de construir un liderazgo regional, al que aspira abiertamente con el visto bueno de líderes europeos y hasta del gobierno de Joe Biden. Ven en la Argentina un país relativamente en calma en medio de un mapa que se prende fuego, desde Chile hasta Cuba, desde Brasil hasta Colombia, y en su presidente un interlocutor confiable, algo que no abunda por estas latitudes. Para eso, deberá conseguir que lo acompañen gobiernos que hasta ahora le dieron la espalda. La ausencia de Bolsonaro, su gran némesis, en la mesa, le abre una luz de oportunidad para concretar en septiembre lo que ya se le negó dos veces. Con esa misión viajó a Lima. En poco tiempo conoceremos el resultado de sus gestiones.