Quienes fueron testigos comentaban que el reencuentro entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner en el vip armado en Tecnópolis previo al inicio del acto por los 100 años de YPF fue amistoso. Lo mismo se notó en el tono que tuvieron los discursos, donde sólo por momentos se instaló alguna tensión, inevitable. Tan inevitable como que la vicepresidenta volviera a marcarle públicamente al presidente las diferencias que tiene con el rumbo de su gestión, que en un punto la exasperan. "Te dije que vos tenías la lapicera, yo lo que te pido es que la uses. La uses con los que tienen que darle cosas al país", le marcó, en la frase más notoria. Luego del acto, en el entorno del Presidente minimizaban los planteos. "Son obviedades", marcaban. Quedaba la duda, nadie podía definirlo, cómo seguirá la relación luego de este acto que se anticipaba como un volver a empezar.
"El reencuentro fue muy ameno", describía un colaborador del Presidente. Hacía tres meses que no se veían, desde aquella apertura de sesiones del 1 de marzo, y luego mucha agua había corrido debajo del puente. Si en lo personal estaba todo correcto, en lo referido a lo político las diferencias volvieron a quedar expuestas, crudamente, en algunos tramos del mensaje de la vicepresidenta que remitieron a aquel último en la Universidad Nacional del Chaco. Ella ya lo había dicho, no es una pelea, es una discusión política. No está enojada con el Presidente, no está de acuerdo con muchas de las cosas que se vienen haciendo en materia económica. Experta en el arte de la oratoria, Cristina desarrolla argumento tras argumento hasta terminar en un latigazo, un relámpago muchas veces sorpresivo. A diferencia de otras ocasiones, esta vez repetidamente mencionó a "Alberto".
"Gobernar no es sacarse selfies en reuniones", fue una de sus primeras alusiones, citando un artículo del abogado y profesor de la UBA Lucas Arrimada. Cristina realizó una defensa de su gestión -que incluyó el hipnótico video de Nicolás Dujovne sobre el "estrafalario" país desendeudado que había recibido Mauricio Macri- marcando que había conseguido llegar a una distribución del PBI del 51% para los trabajadores y 49% para el capital, mejorando incluso el anhelado fifty-fifty. Esta situación hoy se revirtió. "Puedo admitir que, cuando hay una remuneración fuerte al trabajo, del 51 y el 49 del capital, tenemos tensiones inflacionarias. Pero creo que debemos definitivamente centrarnos en que gobernar es también administrar esas tensiones y hacerlo en favor de las grandes mayorías. Porque, yo digo, el que quiera gobernar la Argentina sin tensiones ni conflictos yo le recomiendo que se postule para la presidencia de Suiza pero, acá en la Argentina, salvo en los cementerios, siempre en todos lados hay tensiones", fue el relámpago.
Respecto a este punto central en las diferencias entre el kirchnerismo y lo que podríamos denominar "albertismo", la portavoz Gabriela Cerruti explicó la semana pasada que "el estilo con el que se gobierna hoy no es la pelea". En una llamada que realizó a El Destape Radio, desarrolló la creencia de que en este momento de la Argentina y del mundo no hay que dar peleas sino "soluciones". "Cuando la distribución del ingreso llegue a los argentinos algunos van a reconocer que se hizo sin las formas que otros reclaman", concluyó. La cuestión, esencial, es que pese a algunos buenos índices de recuperación económica esa distribución del ingreso no parece mejorar y la cuenta regresiva para el gobierno del Frente de Todos ya se inició, con encuestas que marcan una creciente desilusión. El kirchnerismo no deja de hacer sonar esa alarma.
La otra referencia directa de Cristina -un punto que ya había mencionado en Chaco- fue sobre la falta de acumulación de reservas en el Banco Central. "Festival de importaciones", lo definió. Luego entró en la controversia en torno a Techint y los problemas que se generaron para iniciar la urgente construcción del gasoducto desde Vaca Muerta, una obra clave para el país en el corto plazo. La empresa de Paolo Rocca -ubicado en el puesto 764 de Forbes entre las personas más ricas del mundo- ganó la licitación para proveer los casi 700 kilómetros de caños pero exige acceder a 200 millones de dólares de las reservas para comprarle la chapa para esos caños a una subsidiaria de Techint con sede en Brasil. Un win-win fenomenal. "Pongan la línea de producción de chapa en Argentina, si han ganado fortunas", exigió la vicepresidenta.
Trascendió que un día antes de su gira por Europa, Fernández cenó con Rocca y su mano derecha Luis Betnaza en Olivos, pero luego no se supo de avances respecto a esa negociación. "Hay que sentarse no como amigos", manifestó la vicepresidenta, otro relámpago. "Hay que sentarse como pidiéndoles que devuelvan algo de lo mucho que han ganado. No le estamos pidiendo ni que regalen, ni que pierdan plata", aclaró. Marcó uno de esos latiguillos presidenciales que malhumoran a los kirchneristas. "Que esto no sea una apelación: 'y vamos a tener...", advirtió. Esa procanistación que se le adjudica a Fernández, de ahí la sentencia "dije que tenías la lapicera, lo que pido es que la uses".
El Presidente dejó de lado el discurso que había preparado, centrado en el papel que la centenaria YPF jugará en la Argentina que se viene, donde la cuestión energética tendrá un rol decisivo. Con todo, en la improvisación Fernández evitó confrontar y buscó las coincidencias, en el mismo tono de charla que propuso Cristina. "En toda sociedad hay intereses que entran en tensión. Hay quienes quieren defender los intereses populares y otros los intereses de unos pocos, que son quienes aspiran a que el país se maneje como una estancia. Soy de los que creen que ganar dinero no es una indecencia, lo que es indecente es que la ganancia quede en manos de pocos y la pobreza se distribuya en millones", señaló, una frase que podría haber formado parte del mensaje de la vice.
Como introducción a esa frase, hizo una alusión al libro "En tono a lo político", de la politóloga Chantal Mouffe, que dijo haberle regalado a Cristina hacía muchos años. Mouffe, junto a su fallecido marido Ernesto Laclau, es la gran teórica de los populismos de izquierda. La cita, que Fernández no desarrolló demasiado, estaba bien dirigida porque el trabajo de Mouffe viene muy a cuento de las diferencias que existen dentro del Frente de Todos. "Mi blanco principal serán aquellos que, pertenecientes al campo progresista, aceptan la visión optimista de la globalización, y han pasado a ser los defensores de una forma consensual de la democracia", señala la politóloga belga en la introducción de ese libro en el que reivindica el conflicto y la lucha "agonista" como única manera de confrontar proyectos políticos.
En el entorno de Fernández buscaban minimizar las diferencias expuestas en el acto. "Fueron menores", aseguró un colaborador. Sin embargo, no se animaban a aventurar cómo seguiría el vínculo con la vicepresidenta, Si retomarían el diálogo o si de nuevo habría que esperar varios meses para verlos juntos. "Veremos. Si hace falta hablar por algún tema, seguro que van a hablar", respondían. En principio, como sucedió luego del mensaje en Chaco, los ministros salieron a responder algunas cuestiones puntuales.
"El Gobierno no se sienta con ningún empresario como amigo. No tenemos amigos en el sector empresario, lo que sí tenemos son relaciones en las que buscamos fortalecer inversiones productivas, generar trabajo y mejorar los salarios", declaró el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. En su cartera, además, señalaban fallas en los pliegos por la licitación por el gasoducto que llevaron a que el único oferente fuera Techint y adjudicaban esos errores a funcionarios que responden a la vicepresidenta.
En definitiva, parecía que, lejos de haber iniciado una nueva etapa como prometían desde ambos sectores en la previa del acto, todo seguía como entonces. El kirchnerismo planteando cuestionamientos puntuales a las políticas oficiales y los funcionarios en actitud defensiva, ratificando el camino emprendido. Cristina, también maestra en ironía, lo resumió en el cierre del acto cuando se levantó y le dio la birome que tenía en la mano a Alberto. El Presidente la aceptó con un sonrisa.