"Está todo un poco mejor", resumía un funcionario cercano al presidente Alberto Fernández su mirada sobre la situación del Gobierno en general y la del Frente de Todos en particular. Ante la inminente definición del acuerdo con el FMI, la atención está puesta en el trámite en el Congreso y el tono del debate interno que se abrirá en el oficialismo. En la Casa Rosada aseguraban estar haciendo los movimientos necesarios para que la sangre no llegue al río y que el disenso se produzca en un clima cordial, similar al que prevaleció esta semana en el cierre de listas del PJ Bonaerense. Con todo, el optimismo que mostró el nuevo jefe del bloque de diputados, Germán Martínez, quien dijo que tratará de que Máximo Kirchner vote el acuerdo, sonó a demasiado.
En el Gobierno explicaban que "todos laburamos" para conseguir ese mejor clima. Por ejemplo, con los encuentros que días atrás mantuvieron dos de los ministros más "albertistas", Gabriel Katopodis, de Obras Públicas, y Juan Zabaleta, de Desarrollo Social, con el de Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, como forma de reincorporarlo a la dinámica del gabinete, en donde había quedado un poco como sapo de otro pozo luego de aquel traumático episodio de las renuncias post PASO. Después fue el propio Alberto Fernández quien lo convocó a una extensa reunión de trabajo en su despacho y lo mencionó cariñosamente -"Wadito"- en el acto del miércoles en Tecnópolis. Al Presidente, que estaba enojado, se le pasó.
En eso, primero, hay una cuestión personal. "Wado es buen pibe, siempre tiene muy buena onda", admitían cerca del Presidente. Pero también hubo una decisión política de dar vuelta la página y superar el nuevo episodio de tensión interna abierto a partir de la renuncia de Máximo a la conducción del bloque. El objetivo aparece indispensable para poder enfocar la energía a resolver los problemas a los que el oficialismo debe dar respuesta, una necesidad imperiosa si espera llegar con chances a las elecciones del año que viene, sean quien sean los candidatos. La reaparición de la titular del PAMI, Luana Volnovich, el viernes, junto al Presidente, apuntó en la misma dirección.
También del otro lado
Máximo aportó su cuota. En la reunión del lunes pasado en La Plata de la que participaron los 40 referentes más importantes del peronismo bonaerense volvió a exponer los motivos de su paso al costado. "Pero lo hizo bien, con buen tono y aclarando que había sido a título personal", comentó uno de los asistentes. También recalcó su decisión de permanecer en el bloque e hizo un llamado general a cerrar listas de unidad para las internas distritales convocadas para el mes que viene. Su pedido se cumplió muy mayoritariamente, incluso en municipios que se veían complicados como La Plata y Lanús. Entre los distritos grandes, sólo no hubo acuerdo en Mar del Plata.
Tampoco hay que exagerar. La esperanza de Martínez -"voy a hacer lo imposible porque votes con nosotros", contó que le dijo a Máximo- no es compartida. "Ellos tienen una mirada crítica sobre el Gobierno y sobre el acuerdo con el Fondo y van a buscar la manera de expresarlo, pero sin pudrirla", imaginaba un ministro. La preocupación es por la letra chica de la negociación y por las revisiones trimestrales que quedarán por delante. "Máximo ya hizo el gesto que quería hacer, encontró la manera de diferenciarse. Ahora no van a ir más allá porque se pondría en riesgo la unidad del Frente de Todos y sus últimos movimientos nos confirmaron que no está buscando eso", agregaba.
"La pertenencia está fuera de discusión, siempre estuvimos acá y seguiremos estando", coincidían cerca del líder de La Cámpora. Adelantaban que hasta que llegara el acuerdo no habría ninguna otra expresión pública y negaban la existencia de un proyecto propio con las medidas económicas que debería tomar el Gobierno para que el peso de la deuda recaiga en lo sectores más favorecidos. "No estamos trabajando nada parecido", aseguraban.
En Gobierno confirmaban el respaldo de gobernadores y de la CGT. "Si en el acuerdo no aparecen ninguna cosa muy condicionante a futuro, que esperamos que no ocurra, entendemos que saldrá aprobado por la mayoría de los legisladores del Frente de Todos y los de un sector de la oposición. Confiamos que será así", sostenían cerca de Fernández.
Acuerdo y después
En los últimos días se registró un cambio de registro en la política exterior, que pudo constatarse en una votación en la OEA sobre Nicaragua. Luego de su gira por Rusia y China, Alberto Fernández dejó en evidencia su intención de aceitar el vínculo con Estados Unidos. Declaró que la administración de Joe Biden finalmente había ayudado apara avanzar en el acuerdo con el FMI, el embajador Jorge Argüello se reunió en Washington con el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan y aquí el canciller Santiago Cafiero recibió al activo embajador estadounidense Marc Stanley. Todos esos movimientos concluyeron el viernes con el voto en la OEA respaldando una declaración crítica sobre la situación de derechos humanos en Nicaragua, justo un día que el representante argentino en el organismo, Carlos Raimundi, se encontraba en Buenos Aires de licencia. Más allá de que Argentina ya había mostrado su preocupación sobre el tema -de hecho, retiró al embajador en Managua durante varias semanas- siempre venía evitando seguir las iniciativas de Estados Unidos en el cuestionado organismo que dirige el uruguayo Luis Almagro.
Todo indica que será así a partir de ahora, evitando nuevas rispideces. No sólo por la necesidad de apoyo norteamericano para cerrar el acuerdo de una vez -algo que ocurrirá en estos días- sino que tiene por delante también un largo calvario de diez revisiones trimestrales hasta las presidenciales del año que viene. Si los técnicos del Fondo ven algo que no les cierra en las cuentas, podrían frenar un desembolso y hacer caer al país en default. Una buena relación con Estados Unidos -evalúan en un sector del Gobierno- podría actuar como reaseguro para que ello no ocurra. La incógnita es saber cómo recibirán en el kirchnerismo este posible cambio en la política exterior, algo que hasta ahora rescataban de la gestión.
El otro problema
El Presidente abrirá las sesiones ordinarias el 1 de marzo con un mensaje con acento en sus planes a futuro, buscando dejar atrás de una vez los dos largos años de pandemia. Se empezó a ver algo de eso en los últimos actos en Tecnópolis y en las playas de Mar de Ajó. No hay en carpeta un esquema de "relanzamiento" post Covid, con planes de impacto y cambios de gabinete. Al menos, era lo que decían en su entorno. No es el estilo de gestión. La apuesta es que el acuerdo con el FMI sirva para tranquilizar las principales variables económicas y, de a poco, todo se encauce, en especial los precios. "Hay que empezar a medir la inflación de enero a enero, de febrero a febrero y así. Apostamos a que vaya bajando de a poco hasta llegar a un 40% interanual, con eso podemos decir que descendió y que va a seguir en esa tendencia", adelantaban.
De esa manera, parece haberse evaporado en apenas un par de días la idea de una Empresa Nacional de Alimentos que sugirió el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, y luego confirmó la portavoz Gabriela Cerruti. "No sé cómo salió eso. Poner en marcha algo así podría demorar un año y no se sabe qué efecto podría producir. Nosotros necesitamos políticas de corto plazo que ayuden a mantener a raya tres o cuatro precios claves. Pero, básicamente, se trata de generar confianza sobre cierta estabilidad y pensamos que en los próximos meses la vamos a conseguir", concluían en la Casa Rosada. Mucho se definirá en los próximos días.