Cuando todavía duraban las celebraciones (sobrias, de acuerdo a las circunstancias) por el acuerdo con sus acreedores, la Argentina se anotó esta semana otro triunfo, menos resonante pero no por eso trivial, en el plano diplomático. En los últimos días, México, Chile y Costa Rica manifestaron su apoyo a la propuesta impulsada por el gobierno de Alberto Fernández para posponer la elección del próximo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, prevista para septiembre, donde el mandatario norteamericano Donald Trump cuenta con el número suficiente para designar a un funcionario de su administración.
Si los principales países del bloque europeo deciden plegarse a la estrategia de postergar ese trámite, tal como sugirió esta semana en una carta el español Josep Borrell, jefe de la diplomacia del viejo continente, los votos serían suficientes para evitar que sesione la asamblea donde se eligen autoridades, impidiendo que Trump se salga con la suya. Fernández, el canciller Felipe Solá y el secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Béliz, a la sazón candidato a presidir el organismo, trabajan personalmente para concretar esa jugada, que también recibió un guiño del postulante demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden.
El mundo de la diplomacia y las relaciones exteriores se rige muchas veces por reglas no escritas. Por ejemplo: la presidencia del Banco Mundial siempre queda en manos de los Estados Unidos y la del Fondo Monetario Internacional, en cambio, es para un europeo. En el caso del BID, la institución más grande del planeta de su tipo, siempre estuvo en manos de un latinoamericano desde que fue creado en 1959. Trump, especialista en romper normas y desoír usos y costumbres, sorprendió en febrero cuando propuso a un funcionario de su gobierno para encabezar la institución.
El intento de Trump de imponer a un hombre propio al frente de la institución se inscribe en la nueva guerra fría entre Washington y Beijing, en la que América Latina oficia una vez más como campo de batalla. Para la Argentina ese riesgo es doble: la designación de un halcón republicano acentuaría la soledad del gobierno peronista en una región donde prevalecen las administraciones que van de la centroderecha a Bolsonaro y, en el contexto de la recuperación de la pandemia de coronavirus, en la que el BID está llamado a jugar un rol central, podría quedar postergado en la asignación de partidas por no encolumnarse.
Un viejo conocido.
El hombre elegido por el presidente norteamericano no es desconocido para los argentinos. Se trata de Mauricio Claver Carone, un furibundo halcón republicano, nacido en Miami de padres cubanos y criado en Madrid, que hoy tiene oficina en el ala Este de la Casa Blanca como asesor principal del Consejo de Seguridad Nacional en asuntos vinculados a la región. Desde ese lugar, ha sido una de las principales lanzas de Trump contra los gobiernos de Cuba y Venezuela. Antes, se había desempeñado como director ejecutivo del FMI en representación del gobierno norteamericano.
Hace diez días, en una nota para el portal Infobae, el periodista Román Letjman, de inmejorables fuentes en Washington, reveló detalles de un diálogo que tuvo Claver Carone con diplomáticos chilenos, en el que confesó su rol para que Argentina recibiera préstamos inéditos como parte de una estrategia que intentaba prevenir el regreso del peronismo al poder. “Yo estaba en el Fondo Monetario, y el programa más grande en la historia lo ocupamos para la Argentina. Que se haya mal manejado el programa, que no se haya ejecutado bien por parte de Argentina, y les haya costado la elección, es una cuestión”, confesó el funcionario.
Claver Carone también protagonizó un desplante al presidente argentino el día de su asunción. Había acudido como representante de la Casa Blanca y tenía una cita bilateral con Fernández, pero decidió hacer un pase tragicómico y abandonar con espamento el país como protesta por la presencia de un funcionario venezolano en la ceremonia de toma de poder. Durante la campaña, había tenido un encuentro con el candidato en México, donde le propuso canjear un apoyo del país a los intentos de destituir a Nicolás Maduro a cambio de facilitar la negociación del canje de deuda. Los resultados de la gestión están a la vista.
Del directorio del BID participan 48 países con poder de voto, divididos en dos grupos. Los prestatarios son los estados latinoamericanos, que se benefician de los recursos del banco, y se reparten la mitad de las acciones. La otra mitad está en manos de los no prestatarios, que aportan el capital. Con Estados Unidos a la cabeza, por amplio margen, también forman parte de la lista Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Croacia, Dinamarca, Eslovenia, España, Finlandia, Francia, Israel, Italia, Japón, Noruega, Portugal, Países Bajos, Reino Unido, Corea, Suiza, Suecia y China, el último socio en incorporarse en el año 2009.
Como es habitual en instituciones financieras, la capacidad de voto de cada miembro está vinculada al capital con el que participan. Así, Estados Unidos reúne el 30 por ciento de la capacidad de decisión. Le siguen Argentina y Brasil (10,75% cada uno), México (6.9 %), Venezuela (5.76 %), Chile y Colombia (2.95 %), Perú (1.44 %) y Uruguay (1.15 %). Entre los países europeos, Alemania, España, Francia e Inglaterra tienen el 1,9% cada uno. Pero además, el BID establece que las decisiones deben ser refrendadas en una segunda vuelta de votación donde solo participan los países prestatarios, en la que cada voto vale uno.
La designación del presidente de la entidad debe hacerse por mayoría del cincuenta por ciento y el candidato norteamericano cuenta con el apoyo de 15 de los 26 latinoamericanos (incluyendo a Venezuela a través de Juan Guaidó(!)) y más del 50 por ciento de las acciones, con el compromiso del voto de Brasil, Colombia, Ecuador, Uruguay, Paraguay y varios países de centroamérica. Sin embargo, el quórum para dar comienzo a la asamblea requiere el 75 por ciento de los presentes. La estrategia argentina apunta a sumar el 25 por ciento restante para evitar la sesión, postergando la elección de autoridades hasta marzo del 2021.
Plan B, de Biden.
En el interín, habrá comicios en Estados Unidos. Esta semana, por primera vez, el candidato opositor, Biden, se manifestó sobre el asunto a través de su portavoz, Kevin Muñoz, sin escatimar ironía: “El nominado de Trump para el BID es como la mayoría de sus nombramientos: demasiado ideológico, poco calificado para el puesto y buscando un nuevo trabajo a partir de noviembre”. El influyente senador demócrata Patrick Leahy advirtió también que su partido bloqueará un aumento de capital para el banco (imprescindible en el marco de la salida de la pandemia) si un republicano está a cargo.
El plan argentino es postergar la votación y apostar a un cambio de manos en la Casa Blanca, que dejaría sin efecto la candidatura del hombre de Trump. Desde el Partido Demócrata, extraoficialmente, existe un compromiso para retirar la candidatura de Claver Carone y dejar que la elección se dirima entre candidatos latinoamericanos, como establece la tradición. Además de Béliz, la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, anticipó su voluntad de postularse para el cargo. El viernes, Costa Rica sumó su apoyo al aplazamiento de la elección de autoridades a través de un comunicado de su gobierno.
Fue el tercer país en hacerlo en el lapso de 48 horas. El jueves primereó Chile, a través de declaraciones de su nuevo canciller, Andrés Allamand. En las vísperas, el funcionario había tenido su primera charla telefónica con su par Felipe Solá. Horas más tarde le siguió el gobierno mexicano, a través de un mensaje en redes sociales que fue recibido con alivio en la Argentina: aunque en febrero, el presidente Manuel López Obrador había confirmado su apoyo a la candidatura de Béliz, su reciente acercamiento con Trump despertó especulaciones sobre un cambio de posición, que no se corroboraron.
El fin de semana pasado, el alto representante para la Política Exterior de la Unión Europea, el español Josep Borrell, había puesto en marcha la conspiración con una carta dirigida a la canciller española Arancha González Laya, instándola a que no facilitara la elección de Claver Carone. “Este aplazamiento es más aconsejable si consideramos la presentación, sin precedentes, de una candidatura para presidir el Banco por el gobierno de los Estados Unidos”, escribió. Los países no votan en bloque pero la manifestación pública de Borrell (amigo personal de Fernández) brinda un paraguas formidable para la iniciativa.
Sumando los apoyos de Chile, México y Costa Rica, más los votos argentinos y de otros países que extraoficialmente se comprometieron a pedir la postergación, la rebelión queda muy cerca del 25 por ciento necesario para bloquear la sesión en la que deben elegirse las nuevas autoridades. Europa puede aportar lo que falta y más. Las gestiones las realizan de forma personal Fernández y Solá con sus pares del otro lado del Atlántico. En el más estricto off the record desde la Casa Rosada confían que no solamente se alcanzará ese número sino que será superado ampliamente.
De todas formas, para septiembre falta una eternidad y el debilitamiento de la posición del candidato de Trump está directamente relacionado con la caída del presidente norteamericano en las encuestas. Si se observase en las próximas semanas un cambio de tendencia en el panorama electoral, la posición de Claver Carone se fortalecería. La situación es muy diferente y la crisis del coronavirus cambió el escenario de manera radical pero vale la pena recordar que a esta altura de agosto, en 2016, las encuestas le daban a Hillary Clinton una ventaja sobre su rival aún mayor a la que hoy puede exhibir Biden.