Mientras las estadísticas muestran un escenario grave, el conflicto político alrededor de la gestión de la pandemia recrudece con la misma intensidad que la curva de víctimas del coronavirus. Por primera vez desde marzo, las diferencias entre las autoridades porteñas y sus contrapartes nacionales y bonaerenses no pudieron saldarse en reuniones preliminares y Alberto Fernández recibe en la Quinta de Olivos a Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof en un encuentro de alta tensión con final abierto.
El alcalde del PRO insistía en mantener, a pesar del aumento de casos, el cronograma de aperturas que prevé para la semana próxima la rehabilitación con condiciones de empleadas domésticas y obras de construcción privadas, además de reuniones al aire libre y bares y restaurantes funcionando en veredas, patios y terrazas. Desde el Frente de Todos, con un ojo puesto en la capacidad hospitalaria estable, plantean no innovar. En la Casa Rosada esperaban poder hacer el anuncio este mediodía; precisará negociaciones contra reloj.
La política metió la cola
Como nunca antes desde el comienzo de la pandemia, la “otra agenda” también metió la cola. El tratamiento de la Reforma Judicial en el Senado obligó a Rodríguez Larreta a sentar su posición a través de las redes sociales y tensar el vínculo con las autoridades oficialistas. El entredicho por el protocolo para el regreso a clases que la Nación le rechazó a la Ciudad también causó ruidos en la relación, que a pesar de los beneficios que reportó (entre ellos la altísima imagen positiva de Fernández y Rodríguez Larreta) siempre fue trabajosa.
La incógnita sobre cómo, cuándo y dónde será el anuncio de la nueva etapa puede tener que ver esas diferencias, algo que especulan en el peronismo y niegan en el PRO. Si no se llegara a un acuerdo sobre la forma de seguir, perdería sentido el formato tradicional con los tres sentados en la misma mesa. La posibilidad de que haya tres mensajes separados tomaba fuerza esta mañana, cuando cerca de Fernández evaluaban formatos para que su parte se haga a través de las redes sociales.
En el gobierno esperan que el mensaje pueda darse al mediodía, una vez que concluya la reunión tripartita. Parece un objetivo ambicioso: deberían estar saldadas todas las diferencias antes de las dos y media de la tarde, cuando el Presidente tiene previsto partir a la provincia de Santa Fe para participar, junto a siete gobernadores, del acto por el Pacto Federal de la Hidrovía, que contempla la creación de una empresa estatal que controlará la vía navegable del Río Paraná.
Las provincias vuelven a cerrarse
Si se llegó al viernes sin un acuerdo no fue porque no haya habido intentos: el miércoles y el jueves, los jefes de gabinete y los ministros de Salud de las tres jurisdicciones tuvieron reuniones de varias horas para acercar posiciones, sin éxito. En CABA parecen dispuestos a avanzar a como dé lugar con desregulaciones que sus contrapartes consideran riesgosas, como la habilitación del trabajo doméstico y las obras de construcción, o superfluas, como las reuniones al aire libre o las veredas gastronómicas. En provincia insisten en privilegiar la actividad económica y postergar la recreativa.
Más allá del conflicto político respecto a las medidas en el área metropolitana, el mensaje presidencial sobre la pandemia hará un énfasis especial en el interior del país, donde la dinámica del coronavirus se volvió preocupante. Al menos media decena de distritos establecerá una cuarentena dura para intentar detener los contagios. Ya se registra circulación comunitaria en 18 distritos; preocupa porque en las provincias la infraestructura y los recursos humanos son más escasos y menos elásticos que en Buenos Aires.
En muchas ciudades de Río Negro, por caso, ya no hay camas de terapia intensiva y están al borde de tener que establecer un triage para decidir quién recibe atención y quien muere sin acceder a atención. En Jujuy y La Rioja hay más fallecidos por día cada cien mil habitantes que en CABA, aún con poblaciones más jóvenes. Neuquén, Salta y Mendoza: el sistema sanitario está al límite. El resto de las provincias temen llegar a esa situación; sólo Rodríguez Larreta, en solitario, insiste en que no hay nada de qué preocuparse.