Sobre la chicharra, después de mil y un demoras e imprevistos que estiraron la definición como una agonía, Alberto Fernández tiene el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que esperaba. “El mejor acuerdo posible” para un gobierno que, se encargan de señalar sus voceros “nunca hubiera ido a buscar al FMI” pero le tocó solucionar ese problema, la deuda más cuantiosa de la historia de ese organismo.
Alberto Fernández encuentra, a partir de aquí, la ocasión de encarrilar una gestión que hasta ahora ha alternado buenas y malas pero que parecía en estado de animación suspendida a la espera de finalizar la negociación con el Fondo. El desafío, a partir de ahora, tiene un solo horizonte, que son las elecciones de 2023. Desde ahora y hasta entonces se pondrá a prueba la premisa de que se puede cumplir y crecer sin ajustar.
MÁS INFO
Con la letra chica sobre la mesa, ya no es discutible que se trata de un acuerdo excepcional, en el sentido estricto de la palabra: no se parece a otros que se hayan firmado antes, principalmente por el protagonismo inédito que tuvo el equipo económico argentino en su confección. Las demoras que interrumpieron el proceso varias veces en su etapa final dan cuenta de lo arduo que resultó el regateo hasta último momento.
La pregunta, en todo caso, es si alcanza. Para el Frente de Todos la única meta posible es evitar una nueva derrota que eche por tierra el esfuerzo y deje al país en manos de los mismos que causaron el problema en primer lugar. Un sector está convencido de que los términos del acuerdo afectan la competitividad electoral de la coalición; el otro no está seguro de lo contrario pero sí de que este es el mejor camino posible a esta altura.
Los ánimos internos parecían haberse calmado en las últimas 48 horas, después de un discurso de apertura de sesiones que llevó cierto sosiego a la tropa disconforme con sus alusiones directas a la responsabilidad de Mauricio Macri y la anuencia del Poder Judicial. El apoyo explícito del ministro del Interior, Wado de Pedro, y del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, al presidente después de su discurso fueron una señal de esa distensión.
Sin embargo el video que difundió ayer por la tarde La Cámpora, con un rechazo frontal al entendimiento alcanzado entre el gobierno argentino y el organismo, volvió a echar un manto de dudas sobre el trámite parlamentario pero también sobre la convivencia al interior de la coalición gobernante. No queda claro cuántos votos perderá el oficialismo en el Congreso; cuanto más sean, más poder tendrá la oposición en este trámite crucial.
Cerca del presidente señalan una paradoja: “Le exigen al presidente que se plante, que antagonice con los poderes corporativos pero se la pasan limándolo. Para dar las batallas importantes es necesario tener un presidente fortalecido”, sostiene un ministro que trabaja silenciosamente en la reelección del mandatario. Nadie dará el paso que lleve a una ruptura, por ahora, pero habrá que acostumbrarse a bordear el abismo.
El albertismo, que, como las brujas, no existe, pero que lo hay, lo hay, movió sus fichas en simultáneo al cierre del acuerdo. Ayer por la tarde, y por primera vez desde diciembre del 2019, el Grupo Callao, ese espacio de dirigentes que conformó la base de trabajo de Fernández en su regreso al peronismo, mucho antes de su candidatura presidencial, sacó un comunicado de tinte político respaldando al mandatario.
Para Callao, el único camino posible al 23 es un equilibrio entre una agenda productiva y la recuperación de derechos, que brinde estabilidad fortaleciendo la posición del país y alejando los fantasmas de una crisis eventual cuyos efectos retroactivos contaminan la economía el día de hoy, operando sobre las expectativas. El planteo suena simultáneamente como una respuesta a Macri y a Máximo Kirchner.
Ambas figuras, antagónicas en casi todos los sentidos, se encuentran hoy coincidiendo en el rechazo al acuerdo. El expresidente exhibe día a día su liderazgo dentro de las filas opositoras y usa esa palanca para conspirar contra el gobierno del Frente de Todos, pensando en un 2023 que lo tenga como protagonista. Ya no hay dudas de que está jugando fuerte en su interna ¿Candidato o kingmaker? Nadie lo sabe, sinceramente.