Argentina logró un acuerdo por lejos mejor que los que cerró el FMI en los últimos años. Por caso, Costa Rica aceptó en 2021 bajar jubilaciones, congelar salarios públicos y flexibilizar relaciones laborales. Llegar al equilibrio fiscal en cuatro años está más cerca de un aterrizaje suave que de una contracción salvaje. El plan ataca un problema que de solucionarse le abre la puerta al oficialismo para tener alguna posibilidad de triunfo en 2023: la inflación. Con el registro actual seguro no gana. Sin embargo, el anuncio generó tensiones que en un principio parecían poner en peligro el acuerdo y el futuro a la coalición. Pasados los días, la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque no solo no generó una reacción negativa de los mercados sino que incluso parece haber tenido algún efecto en el FMI para acercar posiciones. Si los ánimos se calmaran aún puede terminar mejor de lo esperado. Pero la paz no está asegurada.
La letra chica del acuerdo
Uno de los principales reparos de todos los sectores del Frente respecto a la negociación de Guzmán es la forma en que se harán los desembolsos del fondo. La propuesta del organismo era ir entregando el dinero el mismo día que vencen los compromisos tomados por Mauricio Macri. El peligro de eso es que en 2023, cerca de las elecciones, el FMI decida soltarle la mano a Alberto y volver a apostar por Juntos por el Cambio. Si no entregan el dinero, el país no podrá cumplir y terminará sufriendo una corrida cambiaria que puede sepultar la suerte del Frente. Hasta hoy Guzmán logró que el fondo se comprometa a entregar casi 30 mil millones de dólares en 2022. Como en el año vencen 19 mil millones, quedan más de 10 mil en reservas para cancelar más de la mitad de los vencimientos en 2023. Ahora falta negociar que se completen los desembolsos antes de las elecciones.
“La negociación no está terminada: están los títulos, falta la letra chica, confesó un funcionario oficial a El Destape. Los supuestos fiscales y monetarios no se basan en los datos que figuran en el presupuesto rechazado en el Congreso. Según fuentes de Economía, la negociación con el FMI estima una inflación en 2022 del 40% y un crecimiento del 4%. La baja de los subsidios se reorienta a la obra pública y el crecimiento económico más la constante mejora que está consiguiendo Mercedes Marcó del Pont en AFIP lograrían la rebaja del déficit fiscal de medio punto en 2022.
El acuerdo incluye una baja gradual de la brecha entre el dólar oficial y los financieros, impulsada por una suba de reservas. En Economía señalan que la mayor dificultad es que en el país aún hay 5000 millones de dólares de fondos que llegaron a timbear con Mauricio Macri y quedaron atrapados. Cada vez que esos papeles bajan aprovechan para salir y los vuelven a subir.
Guzmán ya cerró la rebaja de los subsidios en términos del PBI: de 2,3 % en 2021 al 1,7 % en 2022. Buena parte de ese ahorro se consigue bajando drásticamente el subsidio que recibía Techint por su producción en Vaca Muerta, un arreglo ruinoso para el país que pactó el ex ministro de Energía de Macri, Juan José Aranguren. El monto ahorrado significa el 0,25% del PBI. Es asombroso que el gobierno no haya hecho público que la mitad de la baja del déficit en 2022 se ahorra ajustando a Techint.
El precio de las peleas internas
El peligro de que se rompa la coalición gobernante no es una fantasía. Las diferencias son cada vez más grandes y se manifiestan con mayor intensidad. Si la unidad le permitió al peronismo llegar al poder la ruptura seguramente se lo hará perder. Pero aún sin llegar a ese extremo, las discusiones constantes y los compartimientos estancos en el gobierno impiden solucionar problemas que son manejables. Entre ellos algunos puntos del acuerdo con el fondo.
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El retraso en el gasoducto
La discusión más fuerte en el seno del Frente de Todos respecto al acuerdo con el FMI se relaciona con la baja del gasto público del 3% del PBI actual al 2,5 % en 2022, 1,9 % en 2023 y 0,9% en 2024. La mayor diferencia entre los socios de la coalición es con los subsidios que permiten mantener bajas las tarifas de servicios públicos. El ministro de Economía Martín Guzmán acordó con el fondo bajarlos del 2,3 % del PBI actual al 1,7%. El otro dato que generó ruido es la baja de la asistencia del Banco Central al tesoro del 3,7% del PBI en 2021 al 1% en 2022.
A principios de 2021 el Gobierno acordó con la empresa Techint reducir drásticamente un subsidio implementado por Macri para la explotación de Vaca Muerta. Tomando lo producido en 2021 como ejemplo, se pasa de un subsidio de 603 millones de dólares anuales a 104 millones. Un ahorro de 498 millones de dólares. Se trata de nada menos que el 0,25% del PBI. Eso ya está vigente desde enero. Así Techint paga la cuenta de la mitad del ajuste acordado. La empresa acepta la rebaja sin judicializar el tema porque a la vez va a vender los tubos sin costura para la construcción del gasoducto que irá de Vaca Muerta a Buenos Aires y de ahí a Santa Fe. Ese fue el acuerdo. Solo con la construcción del primer tramo, que se puede realizar en poco más de un año, se pueden transportar 20 millones de BTU diarios, cubrir el 20% del consumo local y reemplazar buena parte del gas importado actual. El ahorro en divisas de reemplazar ese gas importado sería 0,5% del PBI. Pero aún no se realizó la licitación. No hay fecha de realización ni responsable del retraso. ¿Energía? ¿Industria? ¿Jefatura de Gabinete? ¿Un poco cada uno?
La segmentación que nunca llega
Otro tema incomprensible es por qué se tarda tanto en implementar la segmentación de los subsidios a los servicios públicos. Poner el sistema en funcionamiento generaría un fuerte ahorro al estado sin afectar a hogares bajos y medios. Es decir, sin afectar el consumo ni el empleo.
No se usa la plata que está
El fondo está convencido de que cuando el Central deje de financiar al tesoro comenzará a bajar la inflación. Por eso la exigencia de una rebaja dramática de la asistencia. ¿Cómo bajarla del 3,7% en 2021 al 1% en 2022?. La solución está a la mano. El déficit del sector público nacional es del 3%, pero el del tesoro es del 5%. La diferencia está en que los organismos descentralizados tienen un superávit del 2%. En épocas de Cristina esa plata financiaba al tesoro. La famosa deuda intra Estado. Hoy se invierte en plazos fijos en bancos y esos bancos compran lelics al Central. Esa plata es el 2% del PBI. Si se usara para financiar al tesoro, el Central bajaría casi toda la asistencia que pide el fondo sin recurrir a políticas contractivas.
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Los dólares que se van en aviones
Esta semana se conoció que entre 2020 y 2021 se permitió la importación de más de 200 aviones con valores promedio según datos del mercado de 5 millones de dólares. Es decir que un país que en enero pasado tuvo que bajar la producción de camionetas para exportación por falta de divisas para importar partes permitió a las empresas más grandes del país llevarse del Banco Central más de 1000 millones de dólares en dos años para renovar sus flotas de aviones a un dólar a 100 pesos. ¿Ineficiencia?
Sólo en estos ítems se resume la posibilidad de acordar con el fondo sin resentir la actividad, al menos en 2022. Hay otros. Las diferencias internas parecen ser el principal obstáculo para remover estos obstáculos. También el “cuidado”, por llamarlo de alguna manera, que tienen algunos funcionarios de firmar algo que luego pueda ser usado por la derecha para perseguirlos judicialmente. Más el temor de decirle que no a los poderosos.
Pero el punto crucial son las diferencias en el seno del frente. Lo que queda claro es que no zanjarlas está resultando en un grieta aun mayor entre los socios que amenaza terminar fracturándose.
Personalmente, creo que, dadas las opciones que hay sobre la mesa, es mejor acordar con el FMI. También pienso que con una inflación del 50% anual que ya lleva 6 años el Frente perderá seguro las elecciones. Y que el sendero fiscal y monetario trazado va a ayudar al descenso. También que sirve para ganar tiempo hasta que el país consiga cerrar los muchos acuerdos de inversión que se están negociando. Lejos de ser contraproducente como dicen los medios hegemónicos, el viaje a Rusia y China estuvo planeado perfectamente en este momento. Por que es de ahí que llegaran los dólares. Los anuncios del último mes son auspiciosos. Sólo entre el negocio del hidrogeno verde con Australia y la central nuclear que anunció Axel Kicillof entrarán más de 15 mil millones de dólares. Los anuncios de inversión en China suman otros 23 mil millones de dólares a la cuenta.
Hay en danza gigantescas inversiones en litio y en hidrocarburos. El ingreso de divisas puede redundar en mayores reservas, reducción o, con suerte, eliminación de la brecha, baja del riesgo país y entonces sí la posibilidad de renegociar los vencimientos que hoy a aparecen como imposibles de cumplir. Es un camino lleno de obstáculos, dificilísimo, pero aparece como el menos malo dadas las circunstancias.
Kristalina Georgieva dijo esta semana que el programa debe reconocer “los límites para hacer cambios en la Argentina en los próximos años, dada la oposición de la parte radical de izquierda de la coalición peronista gobernante del país”. Más allá del increíble “radical de izquierda” (quien sabe quién le habrá acercado esa descripción), lo que queda claro es que el fondo sabe que tiene que negociar con todos; no solo con Guzmán. El gobierno debería explorar esa posibilidad. La renuncia de Máximo fue fuerte, pero no se rompió nada, no fue a la televisión a hablar mal de Alberto, está colaborando con el nuevo jefe de bloque Germán Martínez y no tiene la intención de que el Congreso no apruebe el acuerdo. La respuesta del Ejecutivo a la renuncia de Máximo no puede ser hacer operaciones de prensa con ministros que insultan al legislador en Clarín. No hay que equivocar el enemigo. Hay espacio para negociar y al mismo tiempo explorar formatos de negociación en la coalición que contengan las distintas vertientes. Las peleas y el formato actual del gobierno son un obstáculo para resolver una situación que ya es delicada sin esas diferencias. En el año en que Argentina es candidato para el mundial, hay que asegurarse de no darle la pelota a los de amarillo.