Al final del día, los gobernadores opositores coinciden en la necesidad de resolver la deuda con el Fondo Monetario Internacional para facilitar la gestión, el acceso a inversiones, la contención de tasas de interés y préstamos que eventualmente puedan querer tomar. Necesidades económicas más fuertes para el radicalismo que logró aliarse, un poco por casualidad y otro poco por buena relación, con la Coalición Cívica bajo el concepto de la responsabilidad. El PRO, con muchos matices, también tiene interés pero, al mismo tiempo, la ventaja de una espalda financiera mucho más abultada que Corrientes, Mendoza o Jujuy. En medio de una batalla feroz para conquistar el núcleo duro, con muchas figuras sin responsabilidad de gestión y, por lo tanto, consecuencias, la postura se volcó hacia el show de la confrontación para luego pasar a la de la expectativa.
Gerardo Morales apostó a las inversiones Chinas para ampliar un parque solar en Jujuy, algo que podría no concretarse si el país cayera en default y no acordara con el Fondo. Esa es una de las razones más concretas e inmediatas para justificar la postura moderada y de diálogo por parte de la UCR pero no es la única. Si la Argentina llegara a fracasar en las negociaciones por un bloqueo del Congreso, las tasas de interés subirían y se cerrarían las puertas de endeudamiento. Todo el combo complicaría cualquier avance en las gestiones de las provincias, golpe duro camino al 2023. Los gobernadores que intenten postularse en las elecciones del año que viene tendrán ese riesgo, el de su desempeño en el distrito, un factor que no enfrentarán quienes están en el llano.
Criticar todo y proponer horizontes paradisíacos siempre es fácil para los que no tienen que gobernar, para los que sólo pueden oponerse. Y son esas figuras, más que nada las del PRO, las que intentaron imponer un discurso unánime sin tener que rendirle cuentas a nadie. Esta situación derivó, por ejemplo, en la necesidad de ordenar internamente el armado opositor. A partir de ahora, ninguno podrá salir a hablar en nombre de la coalición sino sólo a título personal o del partido que representa.
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Un poco alejados de los dirigentes ubicados en el llano, más allá de algunas críticas ninguno de los cuatro mandatarios provinciales de Cambiemos le tiró piedras al principio de entendimiento, aunque tuvieron matices. El radicalismo manifestó la necesidad de facilitar el debate y Larreta optó por pedir un plan económico a futuro y si bien sus compañeros macristas pusieron en duda el acompañamiento, después se bajó el tono de la disputa. En la puja interna ganó la postura de la UCR y la CC, lo que se reflejará en la garantía del quórum pero no necesariamente del acompañamiento del proyecto. El voto no fue definido pero desde el partido centenario optaron por esperar a que el Gobierno se "haga cargo" de los efectos del pacto, como la reducción del déficit y las tarifas.
De buena relación con la Coalición Cívica, la actual gestión de la UCR mantuvo y mantiene conversaciones muy amistosas con los lilitos. Esas conversaciones derivaron en una casual estrategia común en torno a la responsabilidad y seriedad ante el debate, aunque no necesariamente fue consensuada previamente. Lo cierto es que la CC aprovechó para diferenciarse del macrismo y pidió "honrar las deudas". Sin distritos bajo su gestión, la construcción de una identidad propia primó a la hora de adoptar una postura clara.
La situación del PRO, en cambio, es mucho más compleja. Larreta necesita de un ordenamiento macroeconómico para llevar adelante su gestión pero con la ventaja de tener espalda financiera y mediática suficiente como para poder afrontar cualquier eventualidad, algo que no poseen sus pares del interior. Ni con préstamos podrían intentar equiparar la caja porteña. Eso le permitió celebrar que se evite el default pero sin caer en el discurso de facilitador.
Con terminales tan diversas -y hasta en ocasiones enfrentadas- como la Embajada de Estados Unidos, el poder económico doméstico y los "lobos de Wall Street", la dirigencia del PRO expone sus desacuerdos frente al acuerdo con el Fondo mientras libra una dura batalla para determinar quién es el dueño del partido. Patricia Bullrich conquistó al núcleo más duro y parte del discurso larretista estuvo centrado en no perder lugar ante las posturas de los halcones. Sin embargo, esas posiciones extremistas - de "cuanto peor, mejor", en la filosofía de Mauricio Macri - no fueron compartidas por los radicales ni la Coalición Cívica. La UCR optó por ponerle un freno al rayo porteñizador del macrismo y dejó en claro que el país se extiende mucho más allá de las fronteras de la CABA. Una discusión similar a la del Pacto Fiscal que Bullrich pidió no firmar pero que los gobernadores, salvo Larreta, necesitaron firmar. Una discusión que se reeditó con el intento de traspasar la administración de los colectivos a la Capital.
Con la postura dialoguista, la UCR apuntó a diferenciarse del PRO y federalizar la discusión por fuera de los límites de la caja porteña. El radicalismo irá a fondo hasta el momento de las PASO 2023 y disputará la interna a tal nivel que "no será radical" quien acompañe, si eventualmente sucede, a algún candidato macrista en una fórmula el año que viene.