Con un poco de suspenso antes del final, como en las buenas películas, en el Gobierno daban por hecho que en las próximas horas estará listo el acuerdo con el FMI que ingresaría al Congreso antes del mensaje de inicio de las sesiones ordinarias del martes. El presidente Alberto Fernández podrá plantear así en su discurso la idea de una vuelta de página y de una propuesta hacia el futuro, que busca instalar para revertir el clima sombrío de esta post pandemia. Pero todavía queda por delante la discusión parlamentaria del acuerdo. Todo un examen para la fortaleza interna del Frente de Todos y, por lo que se vio en los últimos días, también pondrá en tensión a la principal oposición. El titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, le transmitió su optimismo al Presidente respecto a los votos. Con todo, como se vio en diciembre con el tratamiento del Presupuesto, la dinámica del debate puede tornarse impredecible.
El traba final llegó por el lado del aumento de las tarifas, el único rubro donde el staff del Fondo entendía que se podía asegurar la reducción del déficit pautada: en un camino descendente fijado para las próximos cuatro años hasta llegar al equilibrio, el ministro de Economía, Martín Guzmán, acordó que durante este 2022 el rojo se reducirá en un 0,6% del PBI. Para llegar a esa meta, los técnicos del organismo entendían que había que subir las tarifas un 60% y no el módico 20% general más segmentación que le proponía el Gobierno. La fórmula de consenso -adelantaban en Economía- pasaría por fijar la suba en un porcentaje (rondaría el 80%) de lo que aumente el salario de los trabajadores. Con ese criterio, bastante creativo, cada parte conseguiría su objetivo. El Fondo se aseguraría una suba de tarifas mayor -en Economía calculaban que estaría entre el 35 y el 40% para los que no entren en la segmentación- y el Gobierno podrá decir que el aumento será menor al incremento salarial.
No hay acuerdo
¿Un win-win? Difícil que todos lo vean así. Lo acordado con el Fondo generó una división en el oficialismo que se vio reflejada en la renuncia de Máximo Kirchner a la conducción del bloque de diputados. Esas diferencias persisten, pero podría decirse que no se agravaron. La foto del miércoles pasado de Máximo sonriente compartiendo escenario con Massa en un acto en Comodoro Rivadavia vendría a certificar la suposición -así lo interpretaron dentro de la bancada- de una disidencia sin rupturas ni expresiones descalificadoras. Ni lo que trascendió de la "letra chica", ni la discusión final por la suba de tarifas, alterararon su percepción.
"Era obvio lo de las tarifas, en algún lugar iban a querer asegurar la baja del déficit", analizaba un diputado de trato cotidiano con Máximo Kirchner. Esperaba ver el porcentaje final que se acordara para llegar a una conclusión. Igual, unos puntos más o menos no modificarán el concepto al que ya arribó el sector del bancada de los legisladores que corresponden a La Cámpora y agrupaciones afines. Que el acuerdo de todas formas representará un ajuste, que este ajuste evitará que la economía de los sectores más postergados se recupere en el corto plazo y que, así las cosas, servirá para sepultar las posibilidades electorales del oficialismo en 2023.
"Incluso antes", deslizaba. Se referían a las desgastantes revisiones trimestrales a las que ahora deberá someterse el Gobierno antes de cada desembolso. Cerca de Máximo aconsejaban repasar el discurso de Cristina Kirchner en el acto en la Plaza de Mayo por el Día de la Democracia. Esa noche, con Alberto, Lula y Pepe Mujica en el escenario, hizo un repaso de la incidencia del FMI en el país desde el retorno democrático, cuando le soltó la mano a los gobiernos de Raúl Alfonsín y de Fernando de la Rúa forzando su salida anticipada. "El FMI ha vivido condicionando a la democracia argentina", dijo allí. El temor del kirchnerismo es que en alguna de esas diez revisiones que tendrá el Gobierno, proobablemente ya en el año electoral, los enviados del Fondo encuentren algo que no les gusta en las cuentas y paren el desembolso, generándole una crisis irremontable para la gestión del Frente de Todos.
Vuelta de página
En la Casa Rosada no compartían esta visión. Más allá de que "no hay acuerdo bueno" con el Fondo, creían que el resultado era muy bueno dado que se habían evitado las habituales reformas que forman parte de las recetas tradicionales del organismo e incluso se avaló una suba del gasto, todas particularidades que el Presidente destacará el martes en su mensaje. La expectativa es que el acuerdo sirva para dar previsibilidad, calmar las principales variables económicas -como viene sucediendo con el dólar- y contribuya a ir bajando la inflación. Todo esto si no hay una guerra mundial, claro.
Otro de los videos "de moda" en las últimas horas en el oficialismo es el que el ex ministro de Economía de Grecia Yanis Varoufakis envió para un encuentro de Soberanxs, la agrupación crítica que lanzaron Amado Boudou, Alicia Castro y Gabriel Mariotto, entre otros. Si bien Varoufakis manifiesta que no debe acordarse con el Fondo porque sus políticas van en contra de los intereses de las mayorías y a favor de las oligarquías, también destaca "matices". "El acuerdo que Guzmán y el resto de los funcionarios del gobierno alcanzaron con el FMI es probablemente el mejor acuerdo que un país pueda alcanzar con el Fondo Monetario Internacional. Por ello, Guzmán y el resto de los funcionarios deberían ser felicitados", sorprendió el griego.
En la Casa Rosada confiaban que los últimos gestos del Presidente -la reincoporación del ministro del Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, a la dinámina del gabinete y la aparición en un acto junto a la titular del PAMI, Luana Volnovich- habían servido para distender el clima interno. Las actitudes de Máximo parecían confirmarlo. Si bien las diferencias persistían, creían que podrían administrarse dentro de una tensa normalidad y que la unidad del Frente de Todos no corría peligro. Esto podrá empezar a evaluarse en los próximos días, cuando Guzmán sea citado a exponer en comisión. Cómo seguirá el oficialismo luego de eso, ya es otro cantar.