El gobierno espera dar media sanción al acuerdo con el FMI entre esta noche y la madrugada del viernes con el voto de por lo menos 200 diputados, incluyendo una mayoría robusta de los interbloques del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio. La contundencia de ese número, si se confirma, permitirá dejar atrás una traumática negociación y enviar el proyecto al Senado con un amplio respaldo que reduzca el margen de maniobra de cualquier intento por entorpecer ese trámite definitivo.
El tira y afloje consumió horas de regateo a varias bandas, entre un plenario de comisiones a punto de ebullición y consultas permanentes con terminales políticas. Sobre el filo de la noche, cuando la paciencia flaqueaba, poniendo en riesgo el dictamen, se consensuó un texto potable para la mayoría, que autoriza la operación financiera sin fundamentos ni detalles sobre cómo implementarla, doble triunfo de una oposición que supo apalancarse en las divisiones y urgencias del peronismo.
Después de varias reuniones entre los jefes de bloque, peleas a los gritos entre radicales y macristas, dos visitas de Sergio Massa a la Casa Rosada, consultas en línea con el FMI y un plenario explosivo en el que las acusaciones cruzadas servían para ganar tiempo mientras se afinaba la letra, se llegó a un entendimiento que cumplía a la vez las dos condiciones necesarias: amplio consenso y solidez jurídica para evitar que en el futuro el Estado argentino quede en una situación vulnerable.
Finalmente, 75 de los 80 diputados que conforman las comisiones de Presupuesto y de Finanzas pusieron el gancho al articulado minimalista que reunió los consensos, apenas una formalidad que faculta al Poder Ejecutivo a hacer algo para lo que ya estaba habilitado. De ahí la proyección que anoche a última compartían en ambos campamentos: el proyecto puede sumar más de 200 voluntades cuando se vote al cierre de la sesión convocada para hoy a las dos de la tarde. Si no pasa nada raro.
Ese número servirá de consuelo para un oficialismo que, otra vez, quedó preso de sus diferencias internas y, sobre todo, de la cohesión opositora cada vez que encuentra la oportunidad de establecer un bloqueo legislativo, constante que desde diciembre de 2019 convirtió la Cámara Baja en un pantano para todas las iniciativas que llegaron desde la Casa Rosada. Entre la espada y la pared, el gobierno decidió ceder para achicar el margen de error: la línea de tiempo no admite sorpresas ni demoras.
El camino no está despejado de obstáculos. Los ánimos están caldeados, la desconfianza es mutua y los consensos frágiles. La sesión de esta tarde será larga y pirotécnica, porque los discursos deberán sobreactuar diferencias en compensación de la uniformidad prevista a la hora de la votación. En ese contexto, una chispa puede arrasar con todo lo acordado hasta el momento. Existe un compromiso previo de las partes para evitar asomarse al abismo, pero nadie se anima a pronosticar una jornada tranquila.
Descontando el apoyo opositor, la gran incógnita reside en cómo van a votar los diputados de La Cámpora y otros sectores del oficialismo críticos del acuerdo. Esa resistencia en el seno del Frente de Todos fue el punto en el que se apoyó la oposición para exigir cambios y, paradójicamente, le dio la oportunidad de limpiar el proyecto de todas las alusiones a la responsabilidad que tuvo el gobierno de Mauricio Macri para llegar hasta esta situación de urgencia.
Por parte de la oposición, aunque el texto acordado recibió el visto bueno del propio Macri, de Patricia Bullrich y de Horacio Rodríguez Larreta, se espera que también haya un grupo que se atrinchere en la negativa. Los diputados Gerardo Millman (que ayer decidió no firmar el dictamen), Graciela Ocaña, Fernando Iglesias y Waldo Wolff pueden contarse en esas filas, que votarán codo a codo con el Frente de Izquierda, aunque por supuesto con argumentos diferentes.
Una vez aprobado el texto en la cámara baja, hoy a última hora o en la madrugada de mañana, será girado inmediatamente al Senado, donde se espera que el consenso alcanzado permita darle un rápido tratamiento en comisión antes del fin de semana, para convertir el proyecto en ley la semana que viene. Se especula, incluso, con que estén los votos necesarios para tratarlo sobre tablas, sin esperar siete días antes de llevarlo al recinto, como establece el reglamento.