La imputación y detención de la agente Wanda Esquivel, la policía de menor rango de los cuatro que participaron del operativo que terminó con la vida de Blas Correas (17), destruyó el pacto de silencio y la estrategia defensiva policial: fuentes de la Justicia confiaron a El Destape que la mujer declaró que plantó un arma cerca de donde se produjo la balacera por orden de un superior.
Esquivel está imputada de los delitos de incumplimiento de funcionario público y encubrimiento agravado, porque admitió que por orden de su jefe de patrulla, plantó un viejo revólver en la plaza de las Américas, a doscientos metros de donde estaba el retén policial del que salieron las balas asesinas.
Los dichos de la agente Esquivel sobre el arma plantada, claramente, comportan un acto de obediencia debida y de un accionar ilegal y delictivo. Luego del tiroteo, desde la Policía se instaló la versión de que un llamado anónimo de un presunto taxista había alertado que desde el auto de los chicos habían lanzado una bolsa sospechosa. Cuando se rastrilló el lugar, fue encontrado un revólver en mal estado y no operativo.
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Blas Correas fue asesinado pasada la medianoche del miércoles 5 de agosto pasado, en los primeros minutos del jueves 6. Vecinos del barrio Colinas de Vélez Sársfield, que limitan donde estaba el control policial, avisaron a las 00.09 del jueves través del grupo de whatsapp policial que se escucharon varios disparos en la zona.
El mismo jueves a la mañana, el fiscal José Mana dispuso la detención de los cabos policiales Lucas Gómez (35) y Javier Alarcón (31), quienes dispararon contra el Fiat Argo donde se movilizaba el chico. El fiscal Mana los acusó del delito de homicidio calificado agravado por el uso de arma de fuego; y ayer miércoles el fiscal Mana amplió la acusación a tentativa de homicidio de los cuatro chicos que iban en el vehículo baleado: el conductor Juan Cruz, su novia Micaela, y los dos adolescentes que iban en el asiento trasero a cada lado de Blas y salvaron sus vidas milagrosamente.
El mismo miércoles, el fiscal resolvió imputar y detener a la oficial principal Yamila Martínez y la agente Wanda Esquivel, por los delitos de incumplimiento de funcionario público. Martínez obtuvo el permiso de prisión domiciliaria por tener un hijo pequeño. Mientras que Esquivel fue detenida y declaró que recibió la orden de plantar el arma.
Esa noche del crimen de Blas, en la avenida Vélez Sársfield al 2.300 aproximadamente, la Policía había dispuesto un retén vehicular con dos móviles: en uno estaba la oficial principal Martínez y su subordinado Gómez; y en el otro, el cabo Alarcón, de mayor jerarquía que Esquivel.
Juan Cruz, su novia, Blas y otros dos amigos regresaban de la zona sur de la Capital hacia el centro cuando pasaron por el control donde estaban los policías. “Los fusilaron, tiraron a matar y de casualidad no tenemos que lamentar más muertos, porque el vehículo tiene cinco impactos, pero se realizaron entre 15 y 20 disparos”, acusó sin fisuras, Adolfo Morán de la Vega, abogado de Juan Cruz, el conductor del Fiat Argo.
Los cuatro sobrevivientes coincidieron en sus relatos: cuando iban a frenar en el retén policial de la avenida Vélez Sársfield frente al Complejo Pizzurno, el policía que le indicó a Juan Cruz que debía detenerse, le apuntó con su arma reglamentaria. El conductor se asustó y aceleró en vez de detenerse. Y comenzó la balacera.
Alarcón dijo a través de su abogado Hugo Luna –es abogado interno de la Policía- que está conmovido por la tragedia, que ellos cumplieron con su labor profesional y no quisieron matar a nadie. Sin embargo, la declaración de la agente Esquivel, lo pone en una situación legal incómoda: ¿por qué un superior ordena a un subordinado plantar un arma para desviar la investigación y mejorar su situación procesal?
Esquivel, en vez de acatar una orden ilegal emanada de su superior, a la hora de entregar el procedimiento tendría que haber denunciado el accionar ilícito de su jefe, y deliberadamente no lo hizo.
En tanto que Gómez, el otro cabo que disparó contra los chicos, a través de sus abogados Gastón Schönfeld y Damián Morales dejó en claro que él pertenece a la patrulla comandada por la oficial mayor Martínez y nada tiene que ver con el accionar de Alarcón.
Las pericias balísticas determinarán quién asesinó a Blas y de qué pistola salieron las balas que impactaron en el Fiat Argo.
¿Alarcón declarará contra la superioridad? Se supone que no: su defensor es Luna, el mismo que defendió a Lucas Chávez (33) y Rubén Leiva (51), los asesinos de Fernando “Güere” Pellico, ejecutado ilegalmente en julio de 2014 en un control policial en Los Cortaderos, una villa de la zona norte capitalina. Cuando Chávez quiso hacer uso de la última palabra y revelar lo sucedido la noche del crimen y el comportamiento de los superiores, el abogado Luna se lo impidió.
Marcha para pedir Justicia
El gobernador Juan Schiaretti quedó golpeado por este caso de gatillo fácil, y en la masiva marcha que se realizó esta tarde por el centro cordobés reclamando Justicia por Blas la gente reclamó la renuncia del ministro de Seguridad, Alfonso Mosquera, responsable de la política de seguridad provincial. Durante los ocho meses que Mosquera lleva como ministro, la Policía de Córdoba es la responsable de cuatro casos de gatillo fácil: Blas Correas, ocurrido hace una semana; José Antonio Avila en Villa El Libertador el mes pasado; Gastón Mirabal en villa La Tela en el mes de junio, y de Franco Sosa en abril.
Miles de cordobeses en silencio marcharon desde Colón y General Paz hasta bulevar San Juan y Vélez Sársfield, al frente de la protesta iba Juan Correas, hermano de Blas, quien con sólo 19 años organizó la movilización; y su abuelo Miguel Laciar. La mamá de Blas y Juan, Soledad Laciar no fue; y el papá, Blas Fernando Correas, marchó, pero atrás. En el cierre de la marcha, Juan leyó una carta para Blas.
La carta para Blas Correas que leyó su hermano Juan
“Podría estar horas hablando de vos, del gran hermano que eras, del hermoso hijo, del amigo incondicional, del nieto mimado, y de tantas anécdotas y momentos que pasamos juntos; pero prefiero reservarme eso, atesorarlo conmigo. Hoy mi vida está destrozada, como siempre fuerte por y para vos, pero devastado por dentro. No solo el dolor es quien me acompaña dentro mío, sino una gran incertidumbre.
¿Por qué te arrebataron la vida quienes juraron protegerte? ¿Por qué no te atendieron en la clínica en tus últimos minutos de vida? ¿Por qué maltrataron a tus amigos de la forma que lo hicieron? ¿Por qué no nos dijeron nada a mamá y a mi cuando llegamos y te vimos envuelto en esa bolsa blanca dentro del auto? ¿Por qué esa noche había tantas preguntas y pocas respuestas? ¿Por qué intentaron ensuciar la escena? ¿Por qué intentaron manchar tu nombre con mentiras? ¿Por qué esos policías tenían armas en sus manos? ¿Por qué nos quisieron hacer creer que cambiando dos policías de la cúpula esto estaba resuelto? ¿Por qué se manejaron con tanta impunidad? ¿Por qué se tiene que movilizar tanta gente para que esto no se olvide ni se repita? ambiará esto en algún momento? ¿Habrá más Blasitos en la historia de Cordoba? ¿Sufrirá alguien más el dolor que estamos atravesando mi familia y yo?
Espero que algún día estas preguntas sean resueltas por quienes deban responderlas, que esto no quede en un triste recuerdo, que tu asesinato, hermanito querido, sirva para que nadie más pase lo que estamos pasando.
Muchas gracias. Juan, tu hermano”.