Vacunas y geopolítica: un sistema multilateral para el descarte y el “sálvese quien pueda”

El rechazo de un puñado de países y grandes farmacéuticas a la supresión temporal de las patentes está generando millones de muertes en el mundo.

10 de enero, 2022 | 23.16

Las nuevas olas de contagio de Covid-19 continúan presionando los sistemas de salud y las economías en todo el mundo, aunque el avance de la vacunación está ayudando considerablemente a mitigar el nivel de letalidad del virus.

Según el portal de seguimiento del ritmo de vacunación mundial del New York Times (desde ahora NYT), basado en datos de la Universidad de Oxford, más de 4.66 mil millones de personas en todo el mundo han recibido una dosis de la vacuna Covid-19, equivalente a aproximadamente al 60% de la población mundial.

Argentina, se encuentra entre los países con mayores niveles de vacunación, según el NYT. Y según fuentes del Monitor Público de Vacunación del Ministerio de Salud de la Nación, al 10 de enero del 2022, ya hay 38,6 millones de personas con su esquema de vacunación iniciado (85% de la población total), 33,5 millones con el esquema completo (74% de la población total) y 4,7 millones de personas vacunadas con la dosis de refuerzo. Estos números positivos se deben, principalmente, al robustecimiento del sistema nacional de salud que está llevando a cabo el gobierno nacional desde el inicio de la pandemia, así como a una correcta política de abastecimiento de vacunas y a una masiva aceptación social de la vacunación.

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Dicho esto, no todos los continentes ni países están en las mismas condiciones de avanzar en sus planes de vacunación. Y esto se debe principalmente a un factor estructural y geopolítico, vinculado a la imposibilidad de acceso a la vacuna por parte de los países de ingresos medio-bajo y países de ingreso bajo.

Según los datos publicados por el NYT, alrededor del 72% de las vacunas se han administrado en países de ingresos altos y medios-altos. Solo el 0,9% de las dosis se han administrado en países de bajos ingresos.

Tasa de vacunación por nivel de ingresos del país

África tiene la tasa de vacunación más lenta de todos los continentes, con solo el 13,8% de la población que recibe al menos una dosis de una vacuna. Además, la OMS señaló que solo uno de cada cuatro trabajadores/as sanitarios/as del continente está completamente vacunado/a.

Tasas de vacunación por región como % de la población total

*La altura de cada barra es proporcional a la población de la región.

Fuente: NYT

La iniciativa COVAX y el sálvese quien pueda

El acceso equitativo a las vacunas contra el COVID-19 sigue siendo una ilusión para miles de millones de personas que aún viven en la desesperación y el desamparo total, sin ningún tipo de protección sanitaria. La iniciativa COVAX, anunciada en el 2020, y que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) está destinada a “colaborar con los fabricantes de vacunas de modo que los países de todo el mundo tengan un acceso equitativo a vacunas seguras y eficaces una vez que estas hayan obtenido la licencia y autorización”, ha tenido serias obstaculizaciones que impidieron alcanzar sus objetivos originales.

Según la OMS, la meta del Mecanismo COVAX era, para fines de 2021, distribuir 2000 millones de dosis de vacunas seguras y eficaces que hayan logrado la autorización reglamentaria o la precalificación de la OMS. Pero el programa recortó reiteradas veces el pronóstico, aludiendo a problemas de producción, prohibiciones de exportación y acaparamiento de vacunas por parte de las naciones más ricas. Según la Alianza GAVI (organización internacional compuesta por entidades públicas y privadas) de esas 2000 millones de dosis que originalmente se iban a repartir entre los países implicados, a diciembre del 2021 proyectaban tener a disposición entre 1300 y 1400 millones de dosis, es decir aproximadamente un 30% menos del total original.

La contracara de COVAX: el rechazo de unos pocos a la supresión temporal de las patentes de las vacunas

Iniciativas como la del Mecanismo COVAX, que apelan a la buena voluntad de las empresas, ya que depende de donaciones, no mitigan las barreras que dificultan la producción de vacunas, medicamentos y otros desarrollos biotecnológicos, vinculadas directamente a los derechos de patente y propiedad intelectual, que en la práctica se traducen en monopolios que se rigen por los ADPIC.

Con la firma del acuerdo Marrakech en Marruecos en 1994 que pone fin al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) y da origen a la OMC (Organización Mundial del Comercio), la fabricación de nuevos medicamentos es considerada un bien sujeto a patentamiento. El cambio fue tal que la mayoría de los países, incluida la Argentina, debieron modificar sus normativas internas. Para ello en nuestro país se creó la A.N.M.A.T.

En el anexo 1C del Acuerdo de Marrakech se establecen los Acuerdos sobre los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC). Estos le confieren al titular de la patente farmacéutica derechos exclusivos de explotación sobre el medicamento patentado durante 20 años.

En ese periodo  la empresa o laboratorio goza del derecho exclusivo de fabricar el producto, comercializarlo, licenciarlo, importarlo y exportarlo. La patente, no se limita a la molécula, sino también a la formulación, mecanismo de producción, o asociación con otras moléculas. Así, mediante sucesión de patentes las corporaciones farmacéuticas prolongan el periodo de exclusividad de sus presentaciones comerciales, controlando la totalidad de la producción de nuevos medicamentos.

Como señalamos desde el Observatorio de Coyuntura Internacional y Política Exterior (OCIPEx) en el informe “COVID-19 e industria farmacéutica global”, en la actualidad la mayoría de las patentes no describen una nueva molécula o producto químico, sino una nueva presentación del medicamento, tabletas, gotas o una nueva dosificación. Se registran nuevos usos que no mejoran la salud, pero permiten el control de ese mercado. La fabricación de la vacuna para combatir el covid-19 está sujeta a las mismas condiciones.

Un informe del Banco Mundial explica que la menor producción de vacunas en el 2021, en relación a lo proyectado en 2020, se debe a la alta concentración en la producción de las mismas en un grupo de 13 países, que ha sido denominado como “El club de la vacuna” compuesto, entre otros, por: Estados Unidos, la Unión Europea, India, China y Rusia. A su vez, esos mismos países concentran la producción de insumos básicos para la fabricación de vacunas. Más del 70% de las 444 empresas identificadas como fabricantes de insumos relevantes para las vacunas COVID-19 están ubicadas en la Unión Europea (156 empresas), Estados Unidos (70 empresas), China (49 empresas) e India (43 empresas).

La escasez de vacunas, sumado a la concentración de los insumos para su fabricación en un puñado de países, ha llevado a EEUU y algunos países de la UE al establecimiento de barreras a la exportación de vacunas a países extranjeros. En consecuencia, de acuerdo a datos de Naciones Unidas, 10 países concentran el 75% del total de las vacunas producidas.

Es por este motivo que, hace más de un año, India y Sudáfrica han llevado a la OMC la propuesta de liberar temporalmente la patente de la vacuna y poder producirla en cada uno de los países. Argentina, que ha apoyado la iniciativa desde sus inicios, ha pedido recientemente ser sumada como copatrocinadora de la propuesta, que continúa frenada por el rechazo de la Unión Europea -con un fuerte lobby de Alemania-, el Reino Unido y Suiza.

La justificación de estos países es que liberar la patente desacelerará la “innovación científica y tecnológica” y sería “contraproducente” para una industria que ha demostrado “funcionar bien” frente a la pandemia. Llegado a este punto se preguntarán ¿por qué las corporaciones no quieren liberar la patente de la vacuna para el Covid-19? Porque las empresas buscan monopolizar los multimillonarios ingresos que genera la vacuna.

Por poner un ejemplo, según su último balance disponible presentado ante la U.S. Securities and Exchange Commission (SEC), Pfizer estima ventas en 2021 por U$D 15.000 millones de su vacuna elaborada en colaboración con BioNTech, con base en los acuerdos vigentes. Esto representa un incremento del 228% en las ventas de este insumo, respecto al 2020.

Fuente: OCIPEx

Por otra parte, según pudo relevar OCIPEx, en los últimos 20 años, la industria farmacéutica global ha estado regida por estándares de mercantilización, rentabilidad y concentración de la riqueza. Los 20 principales laboratorios se encuentran en EEUU y Europa y representan el 60% del total de las ventas de la industria. Las corporaciones farmacéuticas se especializan únicamente en el desarrollo de medicamentos altamente rentables y de venta masiva. La salida al mercado de medicamentos innovadores disminuyó un 39% entre 2005 y 2019, respecto a la década anterior. Además, las corporaciones farmacéuticas han reemplazado la inversión en I+D por la inversión en marketing y publicidad.

Esto último ha quedado en evidencia  en el caso de la producción de la vacuna para combatir el coronavirus. Los balances de Biontech del 2020 muestran una inversión junto a Pfizer en I+D por aproximadamente u$800 millones.  Las ganancias esperadas sólo para este año son casi 20 veces más grandes que la inversión en I+D.

Fuente: OCIPEx

Con más de 5 millones de  muertes en el mundo por Covid-19, nuevas cepas más contagiosas que presionan y hacen colapsar los sistemas de salud alrededor del mundo y las vacunas concentradas en los países más ricos, cabe preguntarse ¿es viable seguir sosteniendo los parámetros que actualmente rigen la producción científica y tecnológica global? ¿Es justo que la hiperconcentración de la riqueza de un puñado de empresas esté por encima de la vida y la dignidad de miles de millones de personas? ¿Es posible imaginar una revisión profunda del sistema multilateral para que sea capaz de dar respuestas a los actuales catástrofes de alcance global como esta pandemia? Necesitamos acciones contundentes, rápidas y eficaces para frenar las muertes masivas y los contagios sistemáticos que supone la falta de acceso a las vacunas para continentes enteros, como es el caso africano.