Massa entronizado, la contorsión de Cristina y el reto de enamorar con real politik

25 de junio, 2023 | 00.59

Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Javier Milei. Los platos principales del menú de agosto están servidos. Hay otras minutas en la carta: Juan Grabois, Miriam Bregman, Gabriel Solano, Guillermo Moreno y Juan Schiaretti corren de atrás en encuestas que marcan un escenario de tres tercios, con tendencia a polarizarse por centro derecha. Primera conclusión: los nombres en danza sugieren que, a excepción del intento testimonial de Grabois y las propuestas clasistas, no habrá vías progresistas para salir de la crisis en curso. Cómo probablemente se vea el lunes, a los mercados les gusta eso.

La extrema fragilidad de la macroeconomía argentina fue determinante para entronizar al ministro de Economía como candidato de unidad. El propio Massa se encargó de recordar a sus interlocutores de Unión por la Patria que sus vínculos con agentes económicos locales e internacionales resultaron indispensables para evitar el estallido cambiario y de precios en general. Fue, palabras más o menos, el argumento promocional que usaron los gobernadores durante la peregrinación del jueves por la Casa Rosada, el ministerio de Economía y el Senado de la Nación. El lanzamiento de Wado de Pedro pareció ser la respuesta pública de Cristina Kirchner a las exigencias de Alberto Fernández, que pidió colocar al vice de Massa y a varios de sus leales en las listas a cambio de bajar la postulación de Daniel Scioli. De haber sido una batalla, duró poco: menos de 24 horas más tarde, Massa fue erigido candidato “de unidad” en compañía del jefe de gabinete Agustín Rossi, quien se enteró con su nombre puesto. Wado, el "hijo de la generación diezmada" que había entusiasmado al kirchnerismo de paladar negro, fue corrido un par de cuerpos en la boleta bonaerense, como primer candidato a senador nacional.

Cómo viene ocurriendo con las palabras y acciones de Cristina, el enroque quedó sujeto a interpretación. Quienes la sobreestiman creen que fue una jugada magistral para concentrar la fuerza propia en provincia de Buenos Aires -dónde Axel Kicilof se presenta con chances de reelegir y su hijo Máximo encabeza la lista de diputados- y delegar la responsabilidad de una eventual derrota nacional a figuras que no llevan su pedigree. En esa lectura, Cristina evitaría la factura y reforzaría la retaguardia parlamentaria para liderar la resistencia ante un eventual gobierno PRO. La pulseada que libró Máximo hasta último minuto por ubicar nombres propios en lugares elegibles alimentan esa teoría.

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Los que la subestiman sostienen que la vice sucumbió a la presión del presidente, el mismo Massa y dirigentes peronistas que no compraron la fórmula Wado-Manzur. En ese rincón la fórmula "de unidad" se celebró como una derrota K. El primer paso hacia el peronismo "poskirchnerista" que Fernández, algunos gobernadores y hasta el propio Massa en algún momento pretendieron encarnar. Lo curioso de esa interpretación es que fue la propia Cristina quien en febrero comenzó a hablar de una candidatura de Massa, y sostuvo la opción aún cuando los saltos en la inflación parecían debilitar las chances del ministro. ¿Acaso Cristina tenía trazada la estrategia de resistencia desde comienzos de año? Quienes aprecian a Cristina tienden a victimizarla para restarle responsabilidad por sus decisiones.

Las idas, vueltas y desgastes de las últimas horas indican que, lejos de las elucubraciones maquiavélicas, se operó con el vértigo de la improvisación. Cristina en efecto cree que la elección es difícil, y es evidente que su dedo quedó maltrecho tras el experimento frentetodista. Al mismo tiempo, sigue siendo la líder de una minoría intensa que moviliza dentro y fuera del peronismo, activo indispensable para "resistir" la eventual oleada conservadora por venir. Evitar que los comicios le pongan un número a esa minoría permite preservar la potencia K en el debate público. Sobre todo frente al objetivo declarado de todas las acepciones de la derecha, que prometen erradicar al kirchnerismo de la faz política del país. Ni movida genial, ni víctima: Cristina contorsionó sobre una cuerda floja en la que pende el futuro de su espacio. Y de su libertad individual.  

"Lo importante es entrar al balotaje" había advertido hace un par de semanas Cristina, anticipando el desafío de UP. En la presunción de los negociadores, la fórmula Massa-Rossi resulta la más competitiva por tres componentes: capilaridad territorial, confiabilidad para los mercados y unidad de cúpulas. Resta convencer a la multitud de votantes que no ven esos atributos como virtudes.

La habilitación de Grabois para las PASO busca amortiguar el golpe emocional que sintió el progresismo K ante la postulación “de unidad”. En la previa de las encuestas, la candidatura del líder de Patria Grande tiene aires de testimonial, pero su testimonio es esencial para evitar la fuga por izquierda. El riesgo existe. Si resiste a su tradicional pulsión gorila, el FIT puede cultivar en ese descontento y cosechar una elección histórica.

“A pesar de los errores, este gobierno es infinitamente mejor que lo hubiera sido otro de Macri" dijo Cristina en Plaza de Mayo. La frase, parafraseada, formará parte de la narrativa proselitista de UP. “Para las mayorías populares, cualquiera de nosotros es mejor que cualquier opción de la derecha” se repetirá, palabras más o menos, en actos y sets de televisión. 
La confrontación con el espanto que propone la derecha será un modo de edulcorar el trago amargo, pero el pragmatismo resulta insuficiente para “volver a enamorar”, como sugirió Cristina que debía hacerse para "ganar elecciones", hace menos de un mes. La elaboración de un programa identitario y nítido puede ayudar a ponerle épica a una fórmula impregnada de real politik.
 

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Adrián Murano

Nació en el barrio porteño de Villa Urquiza, en 1973. Egresado de la escuela de periodismo Taller Escuela Agencia (TEA), lleva 30 años desarrollando el oficio de periodista en radio, gráfica y tevé.
En radio trabajó en las radios América, La Red, Del Plata y Somos Radio, entre otras emisoras, donde cumplió tareas como productor, columnista y animador. En la actualidad conduce Verdades Afiladas, en el mediodía de El Destape Sin Fin, de Buenos Aires.

En televisión fue columnista político en las señales de noticias A24 y CN23, participó de ciclos periodísticos en la Televisión Pública, y condujo el programa de entrevistas Tenemos Que Hablar (#TQH).
Escribió sobre actualidad política y económica en Noticias, Veintitrés, Poder y Perfil, entre otros, donde cumplió tareas como cronista, redactor y editor.

En la última década ejerció la secretaría de Redacción en el diario cooperativo Tiempo Argentino. En la actualidad escribe y edita en El Destape.

Publicó los libros de investigación periodística Banqueros, los dueños del poder (Editorial Norma) y El Agitador, Alfredo de Angeli y la historia secreta de la rebelión chacarera (Editorial Planeta).