Como ya es costumbre, esta semana nuestros medios serios nos ofrecieron un nuevo Nado Sincronizado Independiente (NSI). La calamidad denunciada al unísono fue “la cuarentena más larga del mundo” que el gobierno persiste en hacernos padecer. En realidad, una decisión sanitaria como ésta debería ser analizada en base a sus resultados antes que por eventuales récords de duración, aunque debemos reconocer que tiene alguna lógica. A lo largo de los últimos años nuestros periodistas serios nos han enseñado que debemos juzgar a nuestros gobernantes no en base a sus políticas y los efectos de éstas en el bienestar de las mayorías sino en función de sus intenciones, satánicas o angelicales. Tratándose de un gobierno de kirchneristas, no hace falta aclarar que son satánicas.
Sin salir de la coreografía general, el periodista Nicolás Wiñazki agregó una nota personal: confesó con visible congoja que acaba de ser tío y no sabe cuando conocerá a su sobrina, y que lo mismo ocurre con su papá, su mamá e incluso sus abuelos. Un relato estremecedor sólo igualado por el humorista radical Mario Negri, quien sostuvo que la cuarentena impide que los abuelos abracen a sus hijos.
El periodista Marcelo Longobardi, por su parte, no lamentó la imposibilidad de conocer a la sobrina de Wiñazki pero advirtió: “no tengo por qué poner mi libertad en manos de la señora de Kirchner.” Tiene razón, mencionar a CFK en lugar de señalar al Presidente logra indignar a los indignados y eso siempre suma.
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Así, quienes se adaptaron sin quejas a la cárcel preventiva de opositores o incluso al tiro por la espalda como política de seguridad, hoy denuncian las restricciones de una cuarentena sanitaria en plena pandemia ya que atentan contra la libertad de los ciudadanos. Nuestros falsos liberales son una especie de torta Rogel con múltiples capas de asombros.
Por supuesto, los mismos periodistas y opositores que hoy se indignan con ahínco por las restricciones impuestas por la cuarentena, mañana denunciarán con pasión el aumento de infectados y fallecidos. Es la famosa #IndignaciónCapicúa, un paradigma estudiado en la Anthony Hopkins University.
Lo que todavía no queda claro es qué sistema alternativo proponen quienes exigen terminar con la cuarentena. Longobardi pidió una “cuarentena más inteligente”, una propuesta sin duda interesante aunque un poco imprecisa. Como nuestros economistas serios, quienes nos aconsejaban imitar la política económica de Grecia hasta que ni Grecia la quiso imitar, Mauricio Macri propuso hace unas semanas emular la respuesta a la pandemia del Reino Unido hasta que ni siquiera Boris Johnson, el Primer Ministro contagiado de coronavirus, la defendió. Luego debíamos imitar a Brasil, más tarde a Chile pero el aumento preocupante de infectados y los saqueos del otro lado de la Cordillera terminaron también con ese ejemplo virtuoso. Al parecer, hoy debemos imitar a Uruguay. En realidad, podríamos imitar a la provincia de Santa Fe: tiene la misma cantidad de habitantes que la Banda Oriental y menos contagiados.
En todo caso, nuestra oposición siempre tiene un ejemplo virtuoso a imitar aunque nunca es el mismo.
Imagen: Dos periodistas serios practican la #IndignaciónCapicúa (cortesía Fundación LED para el tratamiento de la Fundación LED)