Hace unos días, el legislador de Juntos por el Cambio ante el Parlasur Pepín Rodríguez Simón pudo festejar sus primeros 500 días como prófugo de la justicia argentina. En realidad, él se define como un perseguido de dicha justicia, una condición asombrosa teniendo en cuenta que la mitad de los integrantes de la Corte Suprema le debe su puesto. Esperemos que el ex operador judicial de Mauricio Macri se equivoque, que sus viejos amigos Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti lo persigan sería de una descortesía impropia de cortesanos.
Debemos agradecer que Pepín el Prófugo no sea kirchnerista. Eso nos salvó de una carta de Alfredo Leuco, una indignación de Luis Novaresio, una enajenación de Viviana Canosa, una denuncia de Nico Wiñazki, un tic de Luis Majul, una alucinación de Jorge Fernández Díaz, una miseria de Mercedes Ninci, un remilgo de Federico Andahazi, un rictus de Cristina Pérez, una imprecación de Jony Viale y un eructo de Lanata.
Luego de mantenerse afónicas cuando la Corte declaró la inconstitucionalidad de una ley 16 años después de ser promulgada y restableció otra, derogada por el Congreso; nuestras almas de cristal republicanas se escandalizaron por la maniobra del bloque de senadores del Frente de Todos de separarse en dos para lograr una banca adicional en el Consejo de la Magistratura. Al parecer, que la Corte se otorgue el poder de legislar tendría un impacto institucional menor que un truco parlamentario ya llevado a cabo por Cambiemos cuando fue oficialismo sin generar indignación alguna. Se ve que es un tema complejo.
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Según algunos periodistas serios y opositores de Juntos por el Cambio (dos colectivos que cada día cuesta más diferenciar), CFK buscaría una banca adicional en el Consejo de la Magistratura “para no ir presa”. Es un diagnóstico extraño que da por sentado que los jueces federales son más sensibles al poder político de los imputados que a las pruebas de su eventual culpabilidad. Esos mismos jueces cuya independencia aquellos periodistas y opositores dicen valorar. Niños, no lo intenten en sus casas, podrían hacerse daño.
Pese a los denodados esfuerzos del Ministro de Agricultura Julián Domínguez, quien no sólo contradijo a su par de Economía Martín Guzmán sobre la existencia de una “renta inesperada” por el aumento de los commodities sino que afirmó que los productores argentinos padecen un aumento en dólares de sus costos, Juntos por el Cambio organizó un Tractorazo en la CABA.
Por suerte, la Policía de la Ciudad detectó que se trataba de piqueteros VIP y no de trabajadores del cine, jubilados, manifestantes feministas o miembros de organizaciones sociales y por lo tanto no tuvimos que lamentar heridos o incluso detenidos. Es más, varios manifestantes pudieron volver en sus 4x4 con una selfie junto a Horacio Rodríguez Larreta o la ex Ministra Pum Pum. Se ve que marchar en defensa del salario, la jubilación o el trabajo equivale a atentar contra el orden público y debe ser reprimido, mientras que marchar por su renta extraordinaria es defender la república y coso y debe ser aplaudido.
Rodeado de funcionarios del PRO, el Jefe de Gobierno porteño pidió “no politizar” un acto apartidario organizado por Juntos por el cambio además de un evento espontáneo convocado por los medios.
“La protesta del campo tiene que ver con la imposibilidad de producir” explicó Antonio Laje en la jungla de América TV. El récord de exportaciones generado por un sector que no puede producir es otro ejemplo milagroso que se estudia en la Waldo Wolff School of Economics. Su colega de TN Adrián Ventura, tal vez inspirado por tanta magia, explicó que “las necesidades son infinitas y los recursos limitados” y pidió: “anímense a un país con menos impuestos”. ¿Con menos impuestos tendríamos más recursos? Otro tema complejo.
En todo caso, como la realidad suele imitar a la ficción, la propuesta de Ventura nos hizo recordar la consigna de la fundación #LosConTierra: “¿Por qué los ricos, que son tan poquitos, deberían pagar más impuestos que los pobres, que son un montón?”
El éxito ciudadano del Tractorazo no debe medirse por la cantidad sino por la calidad de los asistentes. Además, la organización fue impecable, apenas empañada por un inconveniente de último momento: la suelta de esclavos prevista por los organizadores tuvo que ser anulada ya que no llegaron a tiempo las tobilleras electrónicas y sin ese dispositivo es difícil recuperar a todos los esclavos (en particular a los menores que suelen correr más rápido).
Imagen: Preparación de la suelta de esclavos (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)