Cuestión de precio

20 de marzo, 2022 | 00.05

Durante el gobierno de Cambiemos nuestros medios serios denunciaban nimiedades que consideraban atentados contra el presidente o las instituciones: desde una bolsa con supremas de pollo olvidada en un taxi hasta la cárcel preventiva a dos hermanos del barrio de Flores por tener un imán de Hezbollah pegado en la puerta de la heladera o a un pibe por tuitear una canción de cancha contra Mauricio Macri. Cualquier cosa era un potencial hecho terrorista, como la famosa bomba dejada frente a la casa de Stornelli que si bien no era una bomba tampoco era en la casa de Stornelli.

Pero hoy los tiempos han cambiado y el péndulo de nuestros medios serios se volvió a calibrar. Al contrario de la canción de cancha magnicida o la bomba imaginaria al fiscal procesado, un hecho grave como el ataque al despacho de la vicepresidenta en el Senado fue minimizado al unísono en un nuevo Nado Sincronizado Independiente (NSI).

La diputada Paula Oliveto, sidecar de la Mentalista Carrió, se indignó porque al denunciar el ataque a su despacho, Cristina nada dijo sobre la invasión rusa a Ucrania. No sólo eso, tampoco habló sobre el hambre en el mundo ni mencionó el eventual regreso de Lio Messi al Barça. Realmente indignante.

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Desde una de las jaulas de La Nación +, la ineludible Débora Plager consideró que la denuncia de CFK fue “una teoría conspirativa más allá de que sea verdad”, mientras que Jony Viale, en un momento lisérgico, preguntó a sus colegas si “sentían” que Cristina “sugería” que el gobierno tuvo que ver con el ataque. Se trata del famoso periodismo de sensaciones.

Pero quien brilló nuevamente con luz propia fue Juan José Campanella, paciente ambulatorio de la Fundación Alfredo Casero para el tratamiento de las psiquis devastadas por el kirchnerismo, quien pese a sostener que los hechos podrían ser ciertos consideró que Cristina “tiene problemas cognitivos”.

Lo que CFK ha hecho con esta pobre gente es impiadoso.

Pero más allá de las piedras arrojadas con ojo de lince al despacho de la vicepresidenta, el Senado aprobó el acuerdo con el FMI por la refinanciación de la deuda tomada por Mauricio Macri. Como ocurrió en Diputados, muchos senadores del Frente de Todos optaron por votar en contra, rechazando lo que consideran un mal acuerdo. Para ese sector del oficialismo fue un error haber pagado los vencimientos con el Fondo durante los dos años de negociación y no haber acumulado reservas con el superávit comercial. Llegar sin dólares al tramo final de la discusión consolidó la fragilidad de la posición argentina. Del otro lado, quienes apoyan el acuerdo sostienen que era el mejor posible y que ya no hay margen para seguir negociando.

En todo caso, sería un error creer que el rechazo refleja posiciones inmaduras o problemas de ego. Se trata de un diagnóstico político divergente que la coalición debe resolver políticamente. Como señaló la senadora Juliana Di Tullio: “No soy ninguna irresponsable, pienso distinto y mi pelea no es con el Presidente ni con el ministro, mi pelea es con la pobreza”.

La escalada de precios, en particular en el sector de alimentos, impulsó al Presidente a anunciar una “guerra contra la inflación” con varios días de antelación (una decisión curiosa) y convocó a una mesa de diálogo con representantes empresariales, gremiales, del campo y de la economía popular. El ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, anunció por su lado que el gobierno subirá un 2% las retenciones a los subproductos de soja y reabrirá el registro de exportaciones de trigo. Los medios serios, la oposición de Juntos por el Cambio y la Sociedad Rural rechazaron cualquier regulación estatal tendiente a controlar los precios con el mismo ahínco con el que lamentan el aumento de esos mismos precios. Otro maravilloso ejemplo de #IndignaciónCapicúa.

“El gran perdedor es el sector privado” afirmó por su lado Luis Etchevehere, ex titular de la Sociedad Rural, ex ministro de Agroindustria de Cambiemos y gran coleccionista de sombreros. Recordemos que durante la pandemia, entre mayo de 2020 y diciembre de 2021, el margen bruto por hectárea creció para los principales cultivos exportables entre un 50 y un 70 por ciento medido en dólares.

 

Sólo faltó la clásica proclama de #LosConTierra: ¿Por qué los ricos que son tan poquitos deberían pagar más impuestos que los pobres que son un montón?

 

Imagen: Una familia decide invertir todos sus ahorros en llenar el chanquito (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)

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