Día del Empresario Nacional: las pymes como motor de la recuperación económica

16 de agosto, 2020 | 00.13

El diccionario define a la palabra “crisis” como a una “situación grave y decisiva que pone en peligro el desarrollo de un asunto o un proceso”. En Argentina, este término está marcado a fuego en el inconsciente colectivo y nos traslada a lugares trágicos para nuestra historia. Momentos que significaron un antes y un después. La última dictadura cívico-militar, el 2001 y, más recientemente, la debacle cambiaria que se desató en abril de 2018 (cuando los prestamistas internacionales decidieron no otorgar más financiamiento al gobierno de Mauricio Macri) son parte de ese imaginario que ronda la palabra “crisis”. Lo curioso (y no tanto) es que, con sus matices, todas estas crisis tienen un denominador común: la preponderancia de un modelo político fundado en la timba financiera, en detrimento de la producción nacional.

Con el advenimiento de la pandemia, la “crisis” que llevábamos a cuestas desde el gobierno de Cambiemos se profundizó y la palabra se instaló aún más en el lenguaje cotidiano. Un virus puso al mercado laboral mundial en jaque y nos dejó tambaleando a la inmensa mayoría, aquellos que dependemos de nuestro trabajo diario para subsistir. Tengo una pyme desde 1983, y junto a tantos otros pequeños y medianos empresarios, cooperativistas, hacedores culturales, trabajadores en relación de dependencia nos encontramos, de golpe, desconcertados y con una gran incertidumbre sobre el futuro.

El gobierno de Alberto Fernández actúo velozmente para contener a los sectores con menos recursos para afrontar la pandemia, privilegiando la salud de toda la población argentina: el refuerzo de la AUH; el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), el programa de Asistencia al Trabajo y a la Producción (ATP), la moratoria (ahora ampliada) son algunas de las políticas públicas que dan cuenta de ello. No obstante, hoy sólo constituyen un paliativo, un respiro para tomar impulso. 

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Resuelto el acuerdo entre Argentina y los bonistas por la reestructuración de la deuda pública, Argentina deberá emprender una senda de crecimiento, con las pymes como motor de la recuperación. Por eso es que este no es un Día del Empresario Nacional más. Hoy, 67 años después de la conformación de la Confederación General Económica (CGE), donde organizaciones nucleadas en la entidad potenciaron el desarrollo de la industria nacional, el contexto nos interpela a repensarnos.

Para aportar al debate, es preciso señalar que en nuestro país el consumo representa casi el 70% del PBI. Y el consumo se alienta fortaleciendo el mercado interno y el círculo virtuoso del trabajo: donde una pequeña o mediana empresa que paga sueldos promueve que sus empleados compren en el kiosco de la esquina, adquiere mercadería de proveedores del barrio y, si tiene margen, mejora instalaciones, adquiere nuevas máquinas, contrata fletes: genera demanda. Donde el abanico de las oportunidades se ensancha para los que trabajan y no para los que especulan. “De todo laberinto se sale por arriba”, dijo alguna vez Leopoldo Marechal. Hoy las pymes encarnan el 75% del empleo del país y será un desafío para el Estado seguir potenciándolas. Y también representa un desafío para nuestro sector, que debe pensarse en unidad, que debe pensarse con un sujeto polìtico de cambio para que de una vez por todas en nuestro paìs se instale un modelo de desarrollo nacional que nos permita ser verdaderamente soberanos. 

En esta idea de repensarnos, y como resultado de las últimas elecciones, Argentina plasmó un cambio de paradigma: pasamos de un gobierno meritócrata que le pedía un "esfuerzo" a los más carenciados, a un gobierno solidario que plantea empezar por los últimos para llegar a todos. Y para llegar a todos, todas y todes, una vez que se hayan ajustado todas las tuercas sólo restará “poner primera” y empezar a transitar ese camino soberano, con las pymes como motor de la recuperación económica de una Argentina que ha decidido ponerse de pie.