Salir a asustar te protege más, en esta, la era de la boludez. Beso y cachetazo, ¿qué es real? Tata dios sin mate, mochila genital. Galopera. Paranoia. Cleptocracia. Grita el argentino.
Atravesé mi adolescencia escuchando a “La aplanadora del rock”. En la voz de Ricardo Mollo, las palabras de “Salir a asustar” aún resuenan en mi memoria y guardan una triste vigencia. Divididos más que nunca, los argentinos nos enfrentamos a esta era que vuelve a repetirse una y otra vez. Quizás la boludez sea no aprender de la historia y seguir repitiendo sin recordar, sin la remota posibilidad de reelaborar.
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Como sucedió en el 2001, – ahora en menor medida por las restricciones de los vuelos internacionales y algunas otras circunstancias dadas entre las que podríamos incluir la devaluación del peso y la coyuntura internacional – el exilio se presenta en la agenda de muchos argentinos como una alternativa de proyecto de vida. Algunos han saltado el charco hacia la República Oriental del Uruguay y otros planifican irse del país en un futuro no muy lejano. Tramitar la ciudadanía europea sigue siendo uno de los anhelos más preciados para quienes están pensando en hacer las valijas.
Pero, ¿es posible reducir una cuestión tan compleja como la decisión de emigrar a un par de variables e indicadores? Hace algunos días Infobae publicó una nota en la que podía leerse “8 de cada 10 argentinos con capacidad de pensar a largo plazo le contestaron a la consultora Taquion Research Strategy que están pensando en irse”. ¿Quién determina la posibilidad de que otro tenga la capacidad de pensar a largo plazo? Una vez más, los números intentan obturar las palabras. La vida es mucho más que una planilla de Excel mal planteada. No sabemos, nadie sabe.
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Las preguntas pueden ayudarnos a pensar, respetando las urgencias, la coyuntura y analizando lo que ha ocurrido en la Argentina y en el mundo del 2001 a esta parte. Quizás, el psicoanálisis no sea aplicable a todas las situaciones, pero algunos conceptos pueden resultar una brújula posible para establecer coordenadas de reflexión.
Más allá del caso por caso, podemos acordar que ante las crisis socioeconómicas que han tenido lugar en nuestro país se da este fenómeno de intenciones de abandonar la Patria. Y podríamos plantear como analogía lo que experimenta una persona en su adolescencia, cuando necesita encontrar su libertad por fuera del seno familiar. Duelar a los padres perfectos de la infancia es una de las tareas más complejas porque, cuando cae un ideal, pareciera que el futuro se pone en peligro y es muy difícil mantenernos ajenos a esa noción que ya no podemos soslayar.
Somos sujetos de la palabra y no es menor esa palabra a la que nos sujetamos. Enamorarse de ciertas frases que generan una falsa sensación de libertad puede ser peligroso. Detrás del “somos ciudadanos del mundo” se esconde una idea falaz. Porque la identidad va más allá de ciertos slogans que proponen globalización con intención de mejores negocios.
Muchas veces, ante la sorpresa de una decisión, solemos decir “pateó el tablero”. Como si fuera un logro dar por terminada una partida antes de que llegue al final. Patear el tablero remite a pegar un volantazo, pero también podría hacer referencia a abandonar el juego cuando lo que sucede no nos conviene. Aprender a perder es uno de los desafíos más complejos de la vida. Y quizás sea la adolescencia el tiempo en el que esto se experimenta en carne propia.
La sociedad argentina suele ser bastante adolescente, confundiendo libertad con falta de empatía. Damos el portazo en la cara a papá, pero nos llevamos su auto con el tanque lleno. Nuestros abuelos llegaron en barco, escapando de la guerra, y nosotros inventamos una ante la imposibilidad de acordar en la diferencia. El siglo pasado, ellos cruzaron el océano y en estos meses, cada vez son más los argentinos que sueñan con saltar el charco.
Lo que no se reelabora, se repite. En acto. Este concepto freudiano podría invitarnos a pensar. A hacer ese rodeo para la satisfacción que tanto nos cuesta. Decir que lo que sucede en la Argentina es cíclico es el modo de no hacernos cargo de la manera en que repetimos la historia. Hasta que no podamos formularnos la pregunta ¿qué tenemos que ver nosotros con esto que está pasando? seguiremos repitiendo y repitiendo y repitiendo y repitiendo…
* Edgardo Kawior es Lic. en Psicología, psicoanalista. Da talleres para escribir. Seguilo en Instagram / Twitter / You Tube / licenciadokawior@gmail.com
* Ilustración: Ro Ferrer