No es apatía, es falta de capital emocional

06 de noviembre, 2021 | 19.00

La comunicación dominante plantea ahora que, entre tantos problemas que nos acosan, hay uno nuevo y es que tenemos un presidente que, a diferencia de otros líderes del mundo desarrollado, cuando asiste a eventos internacionales, como el G20 o la cumbre climática en Glasgow, no tira la monedita en la Fontana di Trevi, no se corta el pelo y no sabe que a John Kerry se lo mira pero no se lo toca.

Parece que tenemos un presidente mechero, dicen, que en lugar de robar prendas a los locales de ropa, hurta selfies, entre otros a Joe Biden. Lo cierto es que en el horario central de la tele y también en la radio, aparecía como cosa muy cuestionable que el presidente se sacara fotos con otros jefes de Estado. Si los problemas que tiene la Argentina se hubiesen solucionado o se solucionaran con un presidente que va, se junta con otro Jefe de Estado, roba una foto o deja de hacerlo o tira la monedita en la Fontana di Trevi, qué fácil sería todo.

Hay algunos que creen que la Argentina goza de cierta normalidad, y que esa normalidad la habilita a codearse con otros países desarrollados y a tener las mismas preocupaciones o despreocupaciones. No. La Argentina está en emergencia. El presidente, en este G20, tenía como eje central el reclamo de la República Argentina hacia el Fondo Monetario Internacional para que, entre otras cosas, se revisen las sobretasas como las que sufre el país por créditos como el que tomó Mauricio Macri; que se cree un nuevo fondo para la financiación de largo plazo de la deuda externa de los países, y que se dé luz verde a lo que se llama la canalización voluntaria de los DEG.

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Lo pidió Alberto Fernández en Roma. No parece poco para dos jornadas de tan pocas horas de trabajo y parece que por eso no llegó a la Fontana di Trevi y se sacó algunas selfies presidenciales.

En el plano local, la situación es compleja, llena de contradicciones. Hay un montón de índices de la economía que están funcionando muy bien y que se recupera a una velocidad destacable, pero en el bolsillo de la gente el costo de los alimentos duele.

El gobierno ha tenido logros, como el manejo de la pandemia, sin manual y con recursos escasos. Un manejo exitoso, que permitió volver a abrir la economía, las escuelas, algo parecido a la normalidad. Y hoy vemos que hay un montón de rubros de la industria recuperándose. Sin embargo, la oposición descaradamente dice que no se ha hecho nada, que todo lo que se ha hecho fue malo o se ha hecho terriblemente mal. Mienten.

También sabemos que esta reactivación económica, hasta ahora, no ha podido ser acompañada de medidas que derramen rápidamente, que generen situaciones económicas materiales fácilmente palpables para la gran mayoría, que ratifiquen que este es un gobierno que va a pelear hasta el final por restablecer condiciones y calidad de vida que el macrismo se robó durante los cuatro años de su gobierno, porque aparte de robar divisas, se robó la calidad de vida, de personas que hoy están irritadas, más fácilmente desanimadas que en otros momentos de la historia.

Estos son los momentos en que uno advierte por qué y para qué existen los liderazgos, por qué y para qué se imponen como un estilo de dirigencia. La verdad sea dicha: un líder es aquel que convence a los demás que hay un rumbo, por difícil que sea, que lleva a algún lugar deseable. Si apuntamos hacia aquel lado, si lo sostenemos en el tiempo, con todas las energías posibles, las cosas van a estar mejor: eso lo dicen muchos y muchas, pero lo cierto es que líder es el que finalmente logra convencer a la mayoría de que eso es cierto y además, de que es posible. El mayor déficit del gobierno, es que no ha podido generar esa convicción, más allá del núcleo duro kirchnerista.

Parece no haber un capital emocional a la altura de lo que la situación demanda, que es un gran esfuerzo colectivo para poner a la Argentina en el rumbo deseado y también, para pelear contra aquellos que no quieren ese rumbo. No todos en la Argentina queremos lo mismo: para muchos y para muchas el bienestar general es, primero que nada, el bienestar individual.

Y allí hay otra contradicción: el bienestar individual por sobre el bienestar general se llama privilegio. Tenemos una Argentina de privilegios, que ha logrado instalar a través de sus diarios que existe una casta política, que sin duda debe tener privilegios que la mayoría de la sociedad no tiene, pero son incomparablemente menores e insignificantes, comparados con los privilegios que se garantizan, por ejemplo, aquellos que evaden impuestos sistemáticamente, o que fugan divisas al exterior empobreciendo a la Argentina.

Cada cosa en su lugar. Sino en nuestros errores vamos a ayudar a que se instalen ciertos discursos o a que vuelvan los peores, aquellos que gobernando cuatro años no pudieron solucionar uno de los 25 problemas fundamentales que tiene la Argentina y que ahora, desde la oposición dice que van a solucionar esos y otros 25 que no saben ni siquiera balbucear.

Frente a este escenario, a quién le importa si tira la monedita en la Fontana di Trevi o no. A un presidente de un país con tantas emergencias como la Argentina no se le pide pavadas, porque esos lujos no se los pueden dar. Se le pide que el G20 acompañe el pedido de la Argentina y solucione de una vez por todas la pesada herencia macrista, logrando crecer para poder pagar, y no pagar para poder crecer, como pretende la derecha.

MÁS INFO
Roberto Caballero

Roberto Caballero es periodista argentino, fundador del diario Tiempo Argentino y la revista Contraeditorial. Autor del bestseller Galimberti, de Perón a Susana, de Montoneros a la CIA, entre otros libros de investigación periodística. Conduce Caballero de Día de 6 a 9 en El Destape radio.