Frente a los empresarios reunidos en el Coloquio de IDEA, el recién arribado de una gira por los Estados Unidos que dio como eventual pre-candidato a presidente para el 2023, Horacio Rodríguez Larreta propuso una gobernabilidad basada en el consenso de “dos tercios del sistema político” contra un tercio irreductible, al que no identificó con claridad.
Eduardo Duhalde, que hace rato viene planteando casi obsesivamente un Pacto de la Moncloa a la argentina para asegurar la gobernabilidad del sistema, en eso fue mucho más directo que Larreta, le puso palabras al asunto: “El problema no es el kirchnerismo, es el cristinismo”. El famoso tercio.
Según Duhalde, “Ahora tenemos que juntarnos. No hay que pelear más, tenemos que armar el gran pacto para los próximos veinte años, con cuatro o cinco temas, y Argentina en poco tiempo puede salir adelante”.
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No tiene votos, ni chances de volver a ser Jefe de Estado, por lo tanto Duhalde a esta altura se conforma con ser un “influencer” veterano. Hay que admitir que se las arregla bastante bien para que todavía lo entrevisten y lo hagan sentir gravitante.
Pero tanto él como Larreta se empeñan en vender un anacronismo como salida al futuro, aupados en el viento argumentativo que garantiza la comunicación gobernada por Clarin y La Nación.
En concreto, quieren que el sistema de representación política aísle hasta la extinción al grupo que exige cosas que el modelo neoliberal, por su propia naturaleza excluyente, no satisface en esta ni en ninguna etapa, y así poder darle estabilidad a la injusticia social.
En definitiva, planificar la miseria y controlar sus rebeldías asociadas, tanto en el plano social como el político. Es una cultura, no la de la conciliación entre capital y trabajo del peronismo tradicional, sino de reconciliación con la idea de sumisión (flexibilización mediante) del trabajo escaso al capital en abundancia.
Podría llamarse “volver a los ‘90”, la nueva “pacificación” sería el “dejar atrás la grieta” y el cristinismo englobaría a “los que se quedaron en el ‘45” o a los que no entendieron “que la Historia (kirchnerista) terminó”.
Lo que el empresariado nacional decidió es que Argentina tiene que volver a crecer, y en eso hasta apoyarían a Alberto Fernández, incluso; pero a la vez se juramentaron que no puede retornar al patrón de distribución que tuvo durante los años kirchneristas.
El salario (el costo de mano de obra) tiene que quedar en los bajísimos niveles actuales para garantizar los márgenes de rentabilidad en los que va a apalancar un crecimiento que no va a derramar, ni en la cantidad ni en el volumen necesario para avanzar hacia una sociedad igualitaria.
Rodríguez Larreta es el personaje clave de este proyecto de la derecha. Gracias a los libertarios ultraderechistas como Milei o Espert, los diarios de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) pueden ubicarlo en el centro político y hasta calificar de racional su propuesta de extirpación del tercio insumiso, ese que señala Duhalde.
Estamos asistiendo, en tiempo real, a una operación de gran envergadura, que involucra al macrismo, pero también a sectores de la actual coalición de gobierno.
No es una candidatura, es un proyecto a 30 años, donde convivan altas tasas de crecimiento con grandes niveles de pobreza, reduciendo a niveles testimoniales la lógica distributiva.
Un proyecto de país donde sobran 30 millones de personas.
Y donde las políticas que promuevan el igualitarismo van a pasar ser calificadas de peligrosas. O, peor aún, de “cristinistas”.