Todas las ideologías o doctrinas no solo han construido a lo largo del tiempo un cuerpo de ideas, principios y valores, sino que construyeron - sobre todo en las opciones políticas en las que encarnaban- un número más o menos importante de símbolos.
En efecto, si bien no es propiedad de la política la creación de símbolos, ya que religiones, clubes deportivos e instituciones de toda índole los tienen, las ideas políticas generan con sus símbolos verdaderos atajos entre el sujeto y el valor con el que se identifica.
El Peronismo desde su origen fue muy profuso en traducir todo su cuerpo doctrinario en un puñado de símbolos que identificaban entre si a todos aquellos que adherían al mismo sentimiento.
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Así “las 20 verdades Peronistas”, asi la difusión del “Plan Quinquenal” como símbolo del modelo de Desarrollo nacional. O “la comunidad Organizada”, símbolo de cómo debía ser la Organización social peronista. Así la marcha “Los muchachos Peronistas”.
Bastaba la cara de perfil de Perón y Evita o el “Escudo Peronista” para elegir la boleta adecuada en el cuarto oscuro. Podría aburrir en iconografía, escenografía, bibliografía, etc.
La identificación con la simbología es tal, que si se ataca uno solo de ellos, se ataca en realidad al cuerpo de ideas mismo, y a la persona que defiende esos valores.
Aún así, estimo que durante los 90´, esto comenzó a cambiar puertas adentro del Peronismo.
En efecto, tal vez por cuestiones de época, tal vez por la necesidad de demostrar que la amplitud del “movimiento” debía permear en otras voluntades que sentían como propios valores del peronismo pero no sus símbolos, lentamente comenzamos a abandonarlos.
Nuestros actos de campaña cambiaron su música. Reemplazamos logotipos por nuevas formas estéticas. Dejamos de cantar la marcha, abandonamos nuestro escudo y nuestra simbología empezó a reflejar mucho más la coyuntura política inmediata.
Lejos estoy de tener una visión crítica de ese abandono o ausencia, aun a riesgo de que en algún punto pudieran significar también abandono o ausencia temporal de los valores que le daban sustento.
Desde hace un tiempo – principalmente en las redes sociales - pero mucho más en las manifestaciones callejeras contra el gobierno, el anti peronismo retomó ribetes fóbicos y claramente irracionales. Claro que no es un fenómeno nuevo! (recordar “viva el cáncer!”)
La diferencia ideológica devino nuevamente en odio visceral y ya no se ataca un escudo o una imagen. Se ataca al sujeto mismo. Al sujeto Peronista. Ya no es militante, es un “choriplanero”. Ya no marcha, ahora se lo arría en micros como ganado y van “por plata o un chori”, se les paga.
Es tal el desprecio, el discurso del odio hacia lo diferente - Peronista - que, como consecuencia también construye, destila y derrama ese odio hacia nuevos símbolos del Peronismo. Como Cristina, quien hace tiempo ha dejado de ser una persona para transformarse en símbolo. Hace más de un año escribí sobre eso.
Pero este 17 de octubre todo cambió. Ya no nos importó nada. Muchos, cientos de miles – yo soy uno de ellos - dejamos todo prejuicio noventista. De una pusimos el parlante y bramamos la marcha nuevamente en cada patio, casilla, departamento o vereda peronista. Mostramos con orgullo las caras de Perón y Evita (hasta en modo “vintage”).
Nos volvimos a encontrar con toda la simbología tradicional. Volvimos a encontrar los atajos que nos unen con los valores peronistas. Por un día nos abrazamos con millonesa la distancia, con expresiones inclusivas y sin agresión alguna. Cada abrazo fue otra vez “dos potencias se saludan”. Y lo hicimos con alegría y humor Jauretcheano. Nos reímos y disfrutamos sin culpa de nuestro “chorimovil”, nuestras banderas y autos grafiteados. Gritamos los que somos sin miedo. El ¡Viva perón carajo! de Gatica volvió a ser símbolo de lo que somos. Y así, con el peso de nuestra historia a cuestas, bancamos a Alberto y bancamos a Cristina. Bancamos al Frente de Todos.
Eso, en parte, es también un logrodel discurso del odio. Cuanto más nos atacan, más nos juntamos. Más nos odian, más amamos. Más la odian, más la queremos y cuidamos. Cuanto más deseen nuestra desaparición, más peronistas brotan, y brotaran, de todos los confines de esta bendita argentina por años y décadas.
Porque además lograron también devolvernos hasta los símbolos que parecían extraviados. Gracias.