Hasta acá llegaste, Francisco

06 de marzo, 2024 | 00.05

“Hoy el Papa Francisco ha vuelto a condenar el gender, anunciando que había ‘pedido que se hagan estudios sobre esta fea ideología de nuestro tiempo’ que ‘anula las diferencias y hace que todo sea igual’", nos informa Salvatore Cernuzio desde Vatican News, el sitio que leo por las mañanas para organizar mi estar-in-mundo. Me sorprende la confusión del papa entre diferencia y formateo. Porque si algo permite lo que la iglesia llama “ideología de género” (yo lo llamo libresentirpensar) es la diversidad. Pero -claro- diversidad no codificada: no tetonas, mujeres con pelos por todos lados (horror) que gustan más de andar en bicicleta por la ciudad a velocidad pedal que de lavar los platos sucios de las personas con las que conviven y a las que sirven pues #todassomosLuciaBerlin. No son, en este sentido, útiles para la familia patriarcal, tan cara y necesaria a la estructura -ante todo jerárquica- de explotación del capital.

“Hoy -dice [el papa]- el peligro más feo es la ideología de género, que anula las diferencias". Temo disentir, pero mi mente arruinada por la ideología de género, adicta degenerada, tiende a pensar que el peligro más feo es el autoritarismo evidente en la alocución de apertura de sesiones que el Primer Varón dirigió a su barrabrava —que tanto gritaba que no dejaba testar cuántas islas iban quedando. Y peor: la versión totalitaria de los hechos, lograda por la difusión en cadena nacional y gracias a inhibidores de drones, de modo que la manifestación popular que resistía desde la plaza no tuviera registro audiovisual.

Coincido, sí, en que “borrar las diferencias es borrar la humanidad”. Entiendo que es lo que propone y propugna un gobierno preocupado por erradicar, por ejemplo, el derecho a huelga o a manifestarse en la vía pública. Es decir, que intenta regimentar a un pueblo que ejerce su diferencia, la libertad de pensar diferente.

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¿Pero que es el gender o la ideología de género? Es todo lo que no-es-normal (del latín norma = escuadra). Todo lo derecho: es normal. Todo lo meandroso es desviado (es sabido). La poeta Susi Shock reivindica su derecho a ser monstruo y tiene un grito de guerra: “¡Que otros sean lo normal!”. Ser mujer y estar preocupada por los derechos del varón porque tu abuela te advirtió contra las minas pinchaforro es de normal. Ser varón y querer guita y tetonas es de normal. Ser papa es de normal. Hablar con tu perro muerto y querer erradicar a todo lo que percibís como no-vos es de normal.

En cambio, abogar por la libertad de cada une a querer, verse y ser con respeto y escucha; valorar la igualdad; no ser gordoodiante ni opinar sobre cuerpas ajenas (tampoco si son flacas retrabajadas rehegemónicas); maravillarse por la multivariedad de lo existente; todo eso: es de gender. Es entender que los roles sociales son construcciones culturales, que todes les niñes tienen derecho a infancias amorosas y felices más allá de si son nenas, nenes o nenos. Que todo cambia y lo que hoy es súper atractivo y está re in (la gordura celulítica en tiempos de Rembrandt, un suponer) en otro momento puede caer en desgracia (y no lográs encontrar un puto talle en la moldería local con que cubrir tus muslos empoderados). La norma es, de hecho, una construcción que sostenemos entre todes y sobre ella cargamos los estereotipos de género, esas cosas que, si las tenés, te hacen avanzar en el juego de la oca social (belleza, simpatía, buena onda, PLATA).

Ojalá los estudios de Francisco den bien. Corro a prenderle una vela a Judith Butler.