La fiesta del primer año y una oposición en busca de relato

Las fotos de “unidad de la oposición” que se vieron esta semana son “antiepocales”. Pasará mucho tiempo hasta que se advierta que el nuevo modelo de país que se consolida no será el esperado.

12 de diciembre, 2024 | 00.05

Quienes miran al gobierno de Javier Milei desde la economía política, como quien escribe, creen dos cosas, la primera es que La Libertad Avanza ganó las elecciones porque la sociedad estaba harta de la alta inflación y la segunda es que mantiene la adhesión de su base electoral del balotaje porque hizo aquello para lo que fue votado, bajar la inflación. Se trata de un análisis bastante lineal, pero que debe complementarse con la dimensión política, que es la del poder. Milei mantiene su base electoral porque gobierna, porque ejerce el poder con mano de hierro, otro déficit del gobierno del Frente de Todos que también hartó a la sociedad.

El kirchnerismo, o el cristinismo –las categorías exigen revisión y el nombre Kirchner para todo el peronismo empieza a ser una limitación– intenta fingir demencia sobre el período 2019-23. Intenta que su responsabilidad se recorte al rol institucional que corresponde a una vicepresidenta. Según esta lectura, todos los errores de la etapa serían responsabilidad de la conducción timorata de Alberto Fernández. Pero la sociedad no es zonza y no olvida. Sabe que el poder se loteó entre todos los integrantes de la coalición y que antes que una dinámica de contrapesos fue un sistema de vetos y bloqueos que paralizaron la administración.

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La falta de ejercicio del poder por quien ejerce la titularidad del Ejecutivo produce en la sociedad horror al vacío. La adhesión que hoy beneficia a Milei es de raíz primero instrumental que ideológica y, en este sentido, se parece mucho a la adhesión a Néstor Kirchner tras el débil gobierno de la primera Alianza. A los votantes les gusta ver que el presidente gobierne. En esta dimensión, el balance del primer año que ensaya la prensa aparece plagado de formalismos. 

El primer formalismo es que el mileísmo es una fuerza minoritaria en el Congreso y que el presidente, vía el látigo de los DNU y la posterior recolección de consensos para consolidarlos se habría revelado como un estratega inesperado. La lectura es formalista, porque los lineamientos principales del proyecto libertario gozan de un amplio consenso político, por eso virtualmente se tragó a las fuerzas de Juntos por el Cambio, cuyos integrantes no dudaron un minuto en apoyar en ambas cámaras legislativas todas y cada una de las medidas centrales del gobierno. En los próximos años el trasvasamiento seguramente se formalizará. Los legisladores necesitarán reelegir e intentarán estar allí donde estén los votos. La estelaridad en el gabinete de funcionarios como Luis Caputo y Federico Stuerzenegger debería relevar de explicar que el proyecto de la LLA no tiene nada de “outsider”, sino que es el proyecto del gran capital, la pata local de la plutocracia planetaria que festeja al presidente allí donde vaya. 

El segundo formalismo consiste en remarcar que Milei no cumplió sus promesas de campaña de dolarizar y cerrar el Banco Central. El Presidente será un ultra de malos modales, de dudoso doctorado, pero no es estúpido. Seguramente nunca creyó en privarse de las herramientas de la política monetaria. De nuevo, las promesas de dolarización y anti BCRA fueron puro formalismo, la promesa verdadera y tácita en el pacto con sus electores fue la estabilidad macroeconómica y el ajuste como camino para conseguirla. Por eso, LLA mantendrá el apoyo electoral mientras sostenga esta estabilidad. El 2,4 por ciento de inflación en noviembre, con 1,5 para la canasta básica y 1,1 para la canasta alimentaria son la mejor señal imaginable de las promesas cumplidas. La oposición podrá seguir reprochándole la “crueldad”, o los datos concretos sobre una desindustrialización creciente, la pobreza y las malas formas, pero ello no le restará al mileísmo ni uno solo de los votos que lo llevaron al poder.

Las fotos de “unidad de la oposición” que se vieron esta semana son “antiepocales”. Ello no se debe solo al desgaste de algunas de sus figuras, sino a la falta de discurso. La sociedad ya no ve al peronismo como la ilusión del regreso a una economía de desarrollo y altos salarios, sino como un regreso seguro a la inestabilidad económica y también política, en tanto las disputas internas son lo único que sigue reproduciéndose, un emergente del debilitamiento de los liderazgos y los discursos y, de paso, otro gran activo para la gobernabilidad de la LLA.

La conclusión preliminar es que la sociedad en general y los votantes de Milei en particular no vislumbran hoy que podría ofrecerles como alternativa la oposición. Si el oficialismo consigue el puente de dólares que le permita gestionar el próximo año mientras maduran las inversiones exportadoras, la permanencia opositora en el banco de suplentes irá para largo. Pasará mucho tiempo hasta que se advierta que el nuevo modelo de país que se consolida no será el esperado, hasta que los nuevos pobres descubran que ya no pertenecerán a las clases medias, hasta que se note que los recursos naturales no se utilizaron para el desarrollo, hasta que la destrucción de la infraestructura de transporte dispare los costos de logística y hasta que los restos de la salud y la educación públicas sean un recuerdo nostálgico.