El actual ministro de Economía Luis Caputo, quien fuera ministro de Finanzas durante una de las peores etapas de endeudamiento acelerado de la economía local y presidente del Banco Central durante un momento récord histórico de salida de capitales, ambos cargos durante el macrismo, dijo esta semana, entrevistado por sus militantes en un programa radial, que “el kirchnerismo no vuelve más” y agregó, “no porque subestimo al kirchnerismo, sino porque no subestimo a la gente”. Hablemos de populismo.
La frase no iría más allá de las zonceras de circunstancia que se dicen del adversario en cualquier espacio de militancia, pero queda resonando si quien la expresa es nada menos que uno de los principales responsables de la verdadera debacle de la economía local y que, a pesar de ello, volvió. El mismo personaje que, increíblemente, se hace llamar “rock star” en programas de streaming hechos por su propio ministerio. Sí, aunque usted no lo crea el ministro millonario cuyo plan de estabilización ya está al borde del fracasó se siente una estrella de rock. Todo es posible en la distopía del presente.
El “no vuelven más” en referencia a la oposición es una constante en la que se solazan los gobiernos triunfantes mirando a los derrotados. ¿Alguien habría creído a principios de 2020 que los principales actores del macrismo, el gobierno que reendeudó al país y trajo de vuelta al FMI, estarían de regreso apenas cuatro años después?
Bien mirado nadie “no vuelve más” en la política local. Del “que se vayan todos” del 2001, volvieron todos, no quedó ni uno solo afuera. Federico Sturzenegger volvió con Macri luego de haber fracasado con Cavallo en tiempos de De la Rúa y volvió nuevamente con Milei luego de haber fracasado con el macrismo. Parece que para algún sector de las clases dominantes fracaso es otra cosa. A Patricia Bullrich no se la recuerda por su pasado en la lucha armada, sino por ser la ministra de Fernando De la Rúa que aplicó y militó el recorte nominal del 13 por ciento a los jubilados. También volvió con Macri y volvió otra vez con Milei. El mismo Caputo, ex ministro de deuda y presidente del banco central de la fuga, el inventor del bono a 100 años que quedó diluido en la reestructuración que debió hacer el Frente de Todos, volvió triunfante sintiéndose una estrella de rock. Parece innegable que, salvo que medie la muerte, todos pueden volver.
Mientras tanto, todo transcurre como si a la historia económica le faltase un capítulo. Dentro del campo nacional y popular una explicación posible es que se atraviesa una etapa de autocrítica en la que se busca comprender el propio fracaso. Por eso el foco de la crítica se pone en el estancamiento económico que se inició a partir de 2011. Pero en el análisis de largo plazo y extrapartidario existe un solo punto incuestionable: el PIB está estancado desde hace más de una década, lo que significa que medido per cápita se contrajo. En un contexto de achicamiento de la economía era esperable el deterioro de todos los indicadores sociales, a lo que se sumó la imposibilidad de estabilizar la macroeconomía. Milei no es una consecuencia del auge global de las ultraderechas, es también el resultado de un fracaso histórico de los gobiernos populares. Sin embargo, sería imposible explicar el fracaso económico de las últimas décadas sin el agravamiento producido en el período 2015-19 del que Caputo fue un actor principalísimo.
El análisis de largo plazo puede resintetizarse a través de unas pocas preguntas. Cuando en 2015 se hablaba de economía la pregunta principal era “¿Cómo nos vamos a desarrollar?” Desarrollarse era la estrategia para superar la restricción externa y salir del estancamiento. No se descartaba tomar deuda en el camino y resolver los pendientes con los “holdouts”, sobre todo después de los fallos buitre estadounidenses. A fines de 2019, en cambio, la pregunta principal era muy distinta y se resumía en “¿Cómo vamos a pagar la deuda?” Si se compara la naturaleza de las dos inquisiciones se denotan dos mundos completamente diferentes. En 2015 la pregunta era cómo ordenarse para crecer, mientras que en 2019 era cómo hacer para no fundirse, lo que a nivel país significaba caer en cesación de pagos. Es evidente que en el medio algo pasó y la respuesta fue la tríada Macri – Dujovne – Caputo. Por eso no fue casual que, luego del veto cristinista a Matías Kulfas, el cargo de ministro de Economía del Frente de Todos haya recaído en Martín Guzmán, un académico que se había especializado precisamente en la reestructuración de deudas soberanas y a quien, a partir de su trabajo junto al premio Nobel Joseph Stiglitz, se lo estimaba con buenas relaciones con el poder financiero global.
Por eso es imposible repensar el devenir del gobierno del Frente de Todos sin incluir el inmenso condicionante de la herencia del mega endeudamiento macrista, con la vuelta al FMI incluido. La historia del último gobierno peronista, si se excluye el gigantesco cisne negro de la pandemia, es la historia de la renegociación de la deuda macrista. Su principal logro transitorio fue lograr tres años de gracia. Sin la existencia de este mega endeudamiento la historia habría sido muy distinta. Y es imposible pensar el endeudamiento sin el accionar de Luis Caputo, primero en Finanzas y luego en el BCRA. Escucharlo decir que “el kirchnerismo no vuelve más” porque “no subestima a la gente” es un tiro por elevación a “la gente” y su memoria histórica.
Luego de semejante devenir histórico, resulta hasta casi extravagante que la pregunta resumen de la actual administración sea “¿Cómo seguir endeudándose para que el modelo económico no vuele por los aires?” Y por eso, así como el Frente de Todos puso como ministro a un renegociador, La Libertad Avanza optó por un endeudador serial. Sin embargo, para desgracia del endeudador, la predisposición de los mercados internacionales para prestarle al país es hoy completamente diferente a la de 2016, mercados abiertos versus mercados cerrados, lo que seguramente conducirá a un forzado “vivir con lo nuestro” que, antes que del peronismo, prescindirá del endeudador