Condena por la estatización de YPF: los buitres atacan de nuevo 

10 de septiembre, 2023 | 00.05

El tema no es sencillo. Se trata de un relato que sintetiza, que expresa en sí, todo lo que está mal en el capitalismo argentino desde los años 90. Sería reconfortante y tranquilizador contarlo como una trama de buenos y malos, pero no lo es, no porque no abunden los malos, sino porque sólo se está frente a una historia de dinero y poder, de mucho dinero, miles de millones de dólares, y de muchísimo poder, las excrecencias del poder financiero global, el imperialismo estadounidense y, un dato nada menor, sus socios locales. El gran perdedor es uno solo, el Estado Nación, su soberanía y su legitimidad. 

El nuevo golpe, además, no sucede en el vacío, sino en medio de una campaña electoral cuesta arriba para el oficialismo y en el marco del cuestionamiento, no a la existencia misma del Estado como aparato de dominación, pero sí a su legitimidad para la mayoría de sus funciones, incluso las más elementales.

Si algo le faltaba al presente para consolidar un camino que puede conducir hacia las puertas de un Estado fallido, era un nuevo fallo judicial buitre que cargue a las ya abultadas e impagables obligaciones externas, otros 16 mil millones de dólares, según el ruinoso cálculo de la jueza neoyorquina Loretta Preska conocido esta semana, por ahora solo firme en primera instancia, pero con pocas dudas sobre su devenir definitivo en tanto no involucra cuestiones técnico jurídicas sino, como se dijo, dinero y poder. 

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En el camino sorprende menos la mezquindad supina de la oposición política, que se regodea en la dificultad y que, desde siempre, es incapaz de distinguir entre Estado --políticas de Estado e intereses nacionales-- y Gobierno. Una oposición que, además, cuenta con una dilatada trayectoria de subordinación al capital financiero y en trabajar codo a codo con los acreedores del país, especialmente con los fondos buitres, su gran aliado para acceder al poder en 2015, “Cambridge Analytica” mediante. Una lealtad que se pagó con otros 16 mil millones de dólares (la coincidencia numérica es sólo casualidad) y cuya satisfacción demandó, a partir de 2016 y con apoyo de parte del opoficialismo de entonces, reabrir la carrera del endeudamiento externo que desembocó en el regreso al FMI en 2018.

La historia comienza en los ’90 con la privatización de YPF a manos de Repsol vía el pase de manos que incluyó la intermediación de los “expertos en mercados regulados” de entonces, el grupo Pérez Companc. El paso de Repsol por YPF es una historia conocida que seguramente será repasada en estos días, pero se sintetiza fácil. Los españoles se dedicaron a exprimir los pozos existentes y reinvertir las ganancias en otros mercados fuera de Argentina. Durante mucho tiempo en aquellos años, los combustibles fueron más baratos en Madrid que en Buenos Aires. Hubo una marcada subinversión, lo que en la industria petrolera significa la perforación de menos pozos de exploración que los necesarios para reponer la producción que se extrae, lo que se traduce, entre otras cosas, en la reducción de las reservas comprobadas. En la Argentina de la primera década del 2000 esto significó la yuxtaposición de dos tendencias. El PIB crecía fuertemente, y con él las necesidades de energía, pero una oferta de combustibles caía. El resultado fue que se perdió el autoabastecimiento, uno de los grandes logros de la YPF anterior a la privatización menemista, y se comenzó a importar combustible en 2011. Retomar el control de la firma era una necesidad estructural y estratégica de la economía local, especialmente cuando ya se sabía sobre el inminente boom de los hidrocarburos no convencionales, lo que el común de los mortales que no está en el negocio asocia con la formación neuquina de Vaca Muerta, una explotación que Repsol demoraba porque no quería invertir.

El tránsito de las manos de Repsol al nuevo control estatal incluyó uno de los capítulos más vidriosos de los años kirchneristas, como fue el ingreso del “capital nacional” a la firma, los inmortalizados, por el propio comunicado oficial de YPF cuando anuncio la transacción, como “expertos en mercados regulados”, el Grupo Petersen, de la familia Eskenazi, cercano al oficialismo de entonces por su propiedad del Banco de Santa Cruz, que se quedó con el 25 por ciento de las acciones. No nos detendremos aquí porque el capítulo es extenso, pero vale recordar que el grupo ingresó a la firma sin poner un peso, más allá de los pases de algunos préstamos. Su participación se pagaría con los ingresos venideros que le corresponderían por sus acciones en... YPF. Sí, leyó bien. Fue un nuevo capítulo genial de aquello que en los ’90 el periodista Horacio Verbitsky caracterizó como “la doctrina Pescarmona de hacer negocios”. Enrique Pescarmona fue un gran industrial, pero también otro de los grandes “expertos en mercados regulados” locales que participaron activamente del proceso privatizador de la última década del siglo XX. Para el caso que nos ocupa fue el autor de la frase para la posteridad: “con plata cualquiera hace negocios”. No puede negársele a los Eskenazi su carácter de muy digno portador del estandarte y consumador de la doctrina. Como habrá advertido el lector, el meneado expertise en mercados regulados no es otra cosa que la aceitada red de vinculaciones con el poder político que en cada momento controla transitoriamente el aparato de Estado. No hace falta abundar.

En el balance histórico el “ingreso del capital nacional” a YPF se limitó a una estrategia de participación en las ganancias, pero en absoluto sirvió para superar las limitaciones estratégicas que significaba el control extranjero de Repsol sobre la empresa, las que básicamente se expresaban, como se dijo, en falta de inversión y caída de la producción. Un panorama que a partir de 2011 contribuyó a la reaparición de la restricción externa, problema que recién comenzó a mitigarse con la reestatización parcial, es decir con la toma estatal del 51 por ciento del capital, pero dejando adentro al resto de los accionistas.  

Los que ocurrió entonces fue que los Eskenazi, a pesar de no haber aportado un peso, se creyeron la propiedad. El libertario “the original” Pierre-Joseph Proudhon decía que la propiedad privada había comenzado cuando “alguien cercó la tierra, dijo esto es mío y otro le creyó”. Por eso, a juicio de Proudhon, la propiedad era “un robo”. Aquí todos se la creyeron, los otros y especialmente los Eskenazi. Y como se sabe, la base fundante de nuestro orden constitucional es el respeto contractual a la propiedad privada. Frente al ingreso del Estado, entonces, los accionistas “residuales” de YPF invocaron el estatuto de la empresa presentado a la SEC estadounidense y sometido a su jurisdicción, que, palabras más palabras menos, decía que si alguien se hace con el 15 por ciento de las acciones debe ofrecer el mismo trato, es decir el mismo precio pagado por las acciones en la expropiación, al total de los accionistas. Sobre esta base reclamaron judicialmente su parte, el 25 por ciento del capital accionario.

Ahora bien, ser un “experto en mercados regulados” en Argentina no significa serlo también en Estados Unidos. Para litigar en los tribunales de Nueva York se necesita otro expertise. Acortando la historia, los Eskenazi le vendieron los derechos a litigar al fondo buitre Burford Capital a valor “simbólico”, habrían sido 15 millones de dólares, pero ni lerdos ni perezosos, reservándose el 30 por ciento de lo que se obtendría del litigio. Dicho de manera rápida, tras el nuevo fallo buitre los Eskenazi podrían estar en condiciones de cobrarle al Estado argentino 4.800 millones de dólares habiendo partido de cero. Enrique Pescarmona, el de “con plata cualquiera hace negocios”, estaría realmente orgulloso. El capitalismo, no puede negarse, es un mundo de oportunidades.

Luego, como ya lo ejemplificó el devenir de los fallos buitres del extinto juez Thomas Griesa, puede haber un gobierno que se resista a realizar pagos disparatados, pero con tantos miles de millones de dólares en el medio y el respaldo judicial del orden imperial seguramente no tardará en llegar el actor estatal que los desembolse. Y ello ocurrirá a cargo de todos y cada uno de los habitantes del territorio, sus descendientes y los descendientes de sus descendientes, como hoy ya sucede con los pagos de los fallos de Griesa ¿O usted lector cree que la inflación actual que impidió la recuperación de los ingresos recortados durante el macrismo es producto de “la maquinita” y no de la falta estructural de dólares resultante, entre otras razones, pero no solamente, del alto endeudamiento?

La primera conclusión preliminar es que el buitre es un ave a la que le gusta volar sola, pero cuando llega el momento de comer lo hace en bandada. La segunda es que no hay buitre de afuera sin buitres de adentro.